Me acabo de enterar de quese celebra en La Isla la Feria del Libro desde el 19 al 24 de junio. Yo no sabía que los libros tenían su particular Feria, porque no me imagino a un libro montado en los coches-choque o en el látigo. Tampoco lo veo bailando sevillanas en una caseta, por mucho que sus hojas parezcan volantes. Me han dicho que lo que se pretende es fomentar la lectura, y que se llama Feria, porque la cosa recibe así un toque flamenco más cachondo y festivo. Debe ser que los cuerdos se aburren y han decidido ponerle farolillos a la cultura. Pero vamos a ver. En La Isla ¿cuántos paisanos han leído un libro en su santa vida?
El tiempo de los Quijotes ya murió. Corría el siglo XV. Era la época en que muchos se dedicaban a la lectura de los libros de caballería de manera frenética. Decía Miguel de Cervantes sobre el origen de la locura del Quijote: “…y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio”. ¿Cuántos hay aquí en el manicomio a los que se les haya secado el cerebro por leer demasiado?¿Y fuera de aquí? Mejor no pensarlo.
También me han dicho que esta Feria del libro está dedicada a Luis Berenguer, Hijo Adoptivo de La Isla, porque en diciembre se van a cumplir 100 años de su nacimiento. Resulta que este señor, gallego, vino destinado a nuestra querida tierra, se enamoró locamente de ella más que muchos que presumen de cañaíllas, se puso a escribir como los ángeles, ganó el Premio Nacional de la Crítica con El mundo de Juan Lobón…, y aquí se le puso una placa de mármol en la puerta de la casa donde vivió junto al Pasaje de la música, con lo que muchos se dieron por satisfechos. Menos mal que se ha pensado ya en organizar diferentes actos para conmemorar aquel feliz nacimiento, por lo que este loco quiere felicitar al Ayuntamiento por su previsión y su compromiso con la cultura en este caso.
En fin, dejemos las placas para los hospitales y vamos a lo realmente importante. Muy poquitos se han puesto a leer El mundo de Juan Lobón, su genial novela, por no mencionar otras. Que no la haya leído un fulano de Teruel o de Cuenca, vale, pero que uno de La Isla ignore a Luis Berenguer, tiene delito.
Desfilan por su novela los caciques, los guardias civiles, los señoritos, los chivatos, los pelotas y los furtivos; furtivo era Juan Lobón. La narración la enmarca en los campos de Benalup y en la España de la postguerra.
Y ya no cuento más, porque no quiero imitar a mi hermano el mayor, que en el Cine Almirante, cuando iba a terminar la película de intriga, se levantaba y decía en voz alta: el asesino es el mayordomo, sembrando el descontento y el cabreo en el patio de butacas. Lo mejor será que lean ustedes la obra original y que no le cuenten el desenlace. Vaya a la Feria dedicada a este pedazo de escritor nuestro, móntese en algún cacharrito y baile allí en alguna caseta por la alegría y el orgullo de ser cañaílla como demostró serlo Luis Berenguer.
No se arrepentirán y vendrán un día al manicomio a besarme los pies por haberles aconsejado su lectura.
Por si acaso, los locos hemos decidido que los cañaíllas que no lean este verano algo de Luis Berenguer reciban en plena cara una buena pellá del fango que sobra en el Club Náutico de la Casería.
