Según las primeras informaciones, un artefacto de gran potencia estalló a primera hora de la mañana de ayer cuando un grupo de altos cargos del citado cuerpo de elite del Ejército celebraban un acto con líderes tribales suníes y chiíes en la conflictiva provincia de Sistán Baluchistan, limítrofe también con Afganistán.
Las autoridades iraníes investigan aún si se trata de un ataque suicida, como apuntan las primeras informaciones, o fue perpetrado con un coche bomba.
Entre los muertos destacan el subcomandante del cuartel general de la región este de la Guardia Revolucionaria, Nur Ali Shushtarí, y el jefe del cuerpo en la volátil región, identificado solo como general Mohamazadeh.
“Hasta el momento, se ha identificado a 29 mártires en la localidad de Pishin, vecina a la frontera con Paquistán”, aseguró el asesor de Seguridad del Gobernador de Sistán Baluchistán, Yalal Sayah, a quien citó la agencia de noticias local Mehr.
El responsable cifró en 28 los heridos pero advirtió que debido a la extrema gravedad de las heridas de algunos de ellos, no se descarta que el número de víctimas mortales pueda aumentar en las próximas horas.
“Entre los fallecidos hay diez jefes tribales y varios más han resultado heridos”, precisó.
La Guardia Revolucionaria acusó de la matanza a “mercenarios de la arrogancia internacional”, expresión esta última con la que el régimen iraní suele referirse a Occidente, y en especial a Estados Unidos.
“Sin duda, este acto salvaje e inhumano está relacionado con la estrategia satánica de los extranjeros y los enemigos que han sido heridos por la Revolución Islámica”, aseguró el cuerpo en un comunicado.
En la misma dirección se pronunció el presidente del Parlamento iraní, Ali Lariyani, quien antes de partir rumbo a Suiza sugirió que el ataque “es resultado de la forma de actuar de Estados Unidos en la región”.
Horas antes, el propio Lariyani había informado de la masacre al pleno de la Cámara, que prorrumpió en gritos de “muerte a Estados Unidos”.
Hasta el momento, ningún grupo ha asumido la autoría del ataque, el segundo de estas características que sufre Irán en su agitada frontera oriental en los últimos seis meses.