La Cofradía del Señor Resucitado y María Santísima de la Victoria ha vivido un Domingo de Resurrección lleno de momentos de devoción, desde los más íntimos celebrados en el interior de la Basílica Menor de San Ildefonso, hasta los últimos de un itinerario que recorrió las calles del barrio más cofrade de la ciudad.
La primera procesión de penitencia de la junta de Gobierno de Francisco José Jiménez Valdivia como Hermano Mayor transcurrió con “nervios, emoción y ganas” y discurrió durante más de cuatro horas por calles llenas de jienenses que celebraron la Pascua de la Resurrección el primer día del mes de abril.
Los nervios de los momentos previos a la salida se convirtieron en la calle en ilusión y ganas de celebrar una procesión de penitencia con devoción y respeto, como también demostraron los ciudadanos que se echaron a la calle.
Con el sol como compañero, los primeros nazarenos comenzaron el desfile, iluminando una mañana primaveral con el dorado de cada caperuz y capa. El cuerpo de niños acólitos ofreció una de las estampas cofrades más bellas, la de las futuras generaciones de una cofradía fundada hace treinta y un años.
La Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús de la Piedad en su Sagrada Presentación al Pueblo marcó el ritmo de las costaleras bajo el Señor, que lució un exorno floral lleno de color. Las palabras de aliento del capataz Agustín Úbeda las guio, protagonizando uno de los momentos más espectaculares a su paso por la calle Maestra, cuando los músicos tocaron una marcha tras otras, luciéndose el paso procesional.
El cuerpo de costaleros de María Santísima de la Victoria procesionó al son de la Banda Municipal de Los Villares, que por primera vez acompañó a la Cofradía. Cada ‘levantá’ de Jesús en su misterio y de la Virgen sin palio fue una declaración de fe de sus hombres y mujeres cofrades, de sus nazarenos, de sus mantillas. Todos embellecieron con su paso la procesión.
Otros momentos como la salida del templo, el paso por las calles Chinchilla, Hurtado y Cerón dibujaron un desfile procesional lleno de recogimiento y emotividad, con dos altares en la calle que fueron recogiendo el sentimiento de una ciudad a los titulares de la Cofradía.
Ha sido un Domingo de Resurrección de símbolos, desde que las costaleras del Señor pisaron la calle hasta que los costaleros recogieron a María Santísima de la Victoria en San Ildefonso, puntuales, para vivir los últimos momentos cofrades en la intimidad de la Basílica Menor.