Son 80 los ancianos que se encuentran en el conocido asilo de San José, el que desde hace años gestionan en Ronda las Hermanitas de los Pobres, una congregación que llegó a la ciudad en 1884 y que muchos años después, en estos tiempos de crisis, han hecho una verdadera llamada de auxilio a la sociedad rondeña en busca de benefactores o donantes que ayuden a mantener la actividad que desarrollan en la ciudad.
Según explicó la hermana María de los Ángeles, una de las colectoras de la congregación, la situación es realmente “acuciante”. La congregación necesita ayudas económicas, pero también voluntarios que colaboren con las tareas diarias en un asilo con hasta 60 ancianos que necesitan una atención continuada, con un total de 34 empleados a los que deben mantener nóminas mensuales “con mucha dificultad”.
La religiosa explica la situación: “De los 80 ancianos que están con nosotros, 60 necesitan atención cada momento del día. Hay que ayudarles a levantarse, a alimentarse... Hay que ayudarles, sobre todo, a alegrarse”. Es por ello que, además de los necesarios apoyos económicos, se pide la colaboración de voluntarios: “Es cierto que tenemos gente voluntaria que nos ayuda, especialmente los fines de semana, cuando tenemos menos empleados, pero sigue haciendo falta ayuda”, afirma sor María de los Ángeles. La edad de muchas de las religiosas es otro handicap: “En los 140 años que llevamos en Ronda, no ha surgido en esta ciudad ni una sola vocación. Muchas de las hermanas están muy mayores: de la lavandería se ocupa una hermana con más de 90 años; una hermana con 84 años está al frente de la cocina”, explica.
El asilo, junto a otros muchos gastos, necesita mensualmente 58.000 euros para hacer frente a las nóminas y seguros sociales de sus 34 empleados. Ahora, en invierno, mensualmente hacen falta unos 8.000 euros para mantener la calefacción del recinto: “Hay veces que tenemos que apagar esa calefacción para ahorrar algún dinero”.
La hermana asegura que el número de donantes ha bajado considerablemente en los últimos años: “Existe una idea de que todos los ancianos que están aquí tienen una paga, y no es así. Acogemos a muchos pobres de solemnidad que no tienen medios para poder pagar otra residencia. No tenemos plazas concertadas ni subvenciones. Vivimos muchas veces de la divina providencia”, se lamenta la hermana.
Y termina: “Probablemente algún día no podamos estar en Ronda, como ha pasado ya con muchas ciudades. Entonces nos preocuparemos, de manera equivocada, porque lo que debe preocuparnos es el presente”, afirma. “Que nos atiendan, por favor”, se despide.