Quiero recordar desde mi azotea -a título póstumo-, que este domingo 30 de junio de 2024 se cumplen tres años desde que nos dejó Orlando Blanco Maestre. Fue Presidente del Colegio de Enfermería de Cádiz de 1989 a 2005, nacido en San Fernando el 31 de julio de 1941. Obtuvo el título de ATS el 16 de agosto de 1965 en la Facultad de Medicina de Cádiz. Entre otras muchas iniciativas, fue el impulsor y creador en diciembre de 1995 de la Revista de Enfermería Latidos con aporte periodístico profesional.
Durante su presidencia, en septiembre del año 2000, se organizó el Centenario de la fundación del Colegio de Practicantes de Cádiz y la Exposición sobre la Historia de la Enfermería, sobre la que dijo que fue “una enorme suerte y felicidad presidir dicha institución en el momento ya histórico de conmemorar sus primeros cien años de existencia”.
Su pérdida dejó un gran vacío por el grado de compromiso que tenía Orlando con la sociedad que mantuvo intacto una vez jubilado cuando pasó a formar parte activa de asociaciones y movimientos vecinales en defensa de los derechos sociales y de la calidad de vida de los gaditanos, principalmente en defensa del medio ambiente de nuestra costa, playa y esteros.
Conocí a Orlando Blanco Maestre por mi profesión de Policía Local y responsable del Servicio de Tráfico. Como vivía en la Alameda, las obras del tranvía en la calle Real le impedía tanto a él como a los vecinos, poder entrar a sus domicilios con sus vehículos para dejar o recoger personas, enseres, alimentos, etc. Este problema se solucionó a través de una acreditación que les autorizaba a los solicitado hacerlo desde la calle General Valdés.
Con los años, fuimos haciendo amistad, porque Orlando era de esas personas que se dejaba y gustaba escuchar. Su amor y apasionamiento por el medio ambiente y su conocimiento de las salinas y la costa de San Fernando eran impresionantes. Cuando hablaba de estos espacios salvajes se le iluminaba los ojos, esos ojos grandes y expresivos que tenía. Pero de la misma manera se entristecía porque nadie se daba cuenta del deterioro tan apabullante que iba sufriendo el medio natural en estas zonas y no se hacía nada por solucionarlo.
La invasión de plásticos, latas, maderas, basura y demás enseres arrojados al mar o traídos por las mareas era para el una preocupación. Siempre decía que no comprendía el porqué las autoridades municipales no ponían este problema encima de la mesa y abordaban la limpieza del litoral y salinas; pues al ser San Fernando una ciudad rodeada de agua, debía participar más de su entorno y vivir más de cara al mar. Se estaba desaprovechando un espacio único del que se podía hacer valer para la ciudadanía y el turismo. Aunque llamó a las puertas de los dos grandes partidos (PP y PSOE), ni uno ni otro les hicieron caso nunca.
Lo único que le quedaba era organizar charlas y exponer vídeos en donde se podía hacer algo más, que era en los colegios y más concretamente en el de San Ignacio donde recibió más cariño y apoyo y enseñaba a los niños y niñas el amor por el medio ambiente, por la naturaleza, a la que debíamos cuidar. Organizó más de una excursión con escolares a las riveras y salinas para recoger basura y concienciarlos del deterioro del medio ambiente si no se evitaban las basuras que se arrojaban al mar. Para ello, disponía de varios videos y montajes para que se pudiera ver lo que estaba pasando. Nunca he visto a nadie defender tan fielmente y con tanta fuerza la naturaleza. Pena que quienes debían hacerlo de verdad y apostar, los políticos, le dejaron solo.
Me acuerdo de muchas charlas con el en mi despacho. Algunas veces se hacían largas y tenía que decirle “Orlando, que tengo que trabajar, que tu estás jubilado” y se levantaba y se marchaba hasta la siguiente. Cada vez venía a verme con más frecuencia; porque entablamos una amistad en el tiempo.
Y de mi mano llegó Orlando a formar parte de la Tertulia La clave. No podía dejar pasar a una persona que nos podía aportar tanto. Poco a poco, Orlando fue observando que aquellas tertulias no eran lo suyo, aunque participó en bastantes. Y era porque a él no le preocupaba tanto la política y sus problemas o aquellos otros asuntos de los que parecía que íbamos a salvar el mundo. A él le seguía ilusionando lo que él hacía y quería tiempo para seguir escribiendo algunas cosas que tenía entre manos. No se si fue una premonición, como si supiera que le quedaban pocos años, un día dejó la tertulia. Nos dijo que se iba a coger unas “vacaciones” durante un tiempo y que de momento no volvería. Creo recordar que estaba enfrascado escribiendo un libro con anotaciones y demás que el tenía la ilusión de ver cumplido algún día.
Por la crisis del coronavirus perdí las visitas de mi amigo Orlando y un día me enteré que había fallecido. Y se fue callado, dejando a su familia huérfana de su ser, de su presencia, de su cariño. Y nos dejó a todos los que lo conocimos también huérfanos de un amigo, de un buen amigo, de un luchador por la supervivencia de este mundo del que nadie parece preocuparse.
No quería dejar de escribir estas palabras en recuerdo de un gran amigo, de una gran persona como fue Orlando, al que el tranvía de la calle Real puso en mi camino y tuve la suerte de tratar con él durante años. Me irradió amor por la naturaleza y aún cuando paseo por los Polvorines de Fadricas (por donde el lo hacía son su perro); sigo acordándome de él cuando veo esos plásticos y esa basura en la orilla del mar, es la misma que el vería con sus ojos y que sufría porque nadie le hacia caso.
Son estas las personas que deben tener en su Isla un nombre de una calle, de una plaza o un monumento. Pero las concesiones de los Ayuntamientos se hacen, en las más de las veces, por la popularidad del personaje y no por sus méritos aportados a la sociedad en general. Descansa amigo. Te lo mereciste.