Capitalismo Socio-Comunista o Socio-Comunismo capitalista
En redes sociales van reiterándose videos (micro-videos) que obedecen a un denominador común: Dejar claro de una vez por todas que no es posible ni el socialismo, ni el comunismo y que sólo es viable el Capitalismo. Rancia disputa que llama la atención por lo simple del argumentario y lo tendencioso del mismo. Por otro lado, allá en las Américas, una persona, que interpreta su personaje, el Sr. Milei, como presidente argentino, elegido hace pocos meses, dice pretende gestionar un capitalismo libertario o “anarco-capitalismo”. En síntesis, muy sintética, Milei promueve lo que él denomina “la libertad total”, para que cualquiera haga y deshaga según su voluntad. Sin embargo a pesar de que pretende la disolución del Estado, el lo usa, dice de momento, con la intención de desmontarlo. ¿Del todo? Evidentemente no, ya que precisa para imponer su modelo ideológico, la gran baza que supone el monopolio de la violencia que detentan los estados. Y esto sirve para todos los disfraces que el capitalismo utilice. Por otro lado el capitalismo precisa de elementos legitimadores que persiguen justificarlo, ante los millones de seres humanos que son explotados por éste, en su triple condición de contribuyentes, productores y consumidores. Porque, se ponga cualquier persona donde se ponga, esa triple condición permite que le sea absorbida plenamente su energía. El principal slogan es que lo público no funciona o funciona peor que lo privado. Cuando en realidad quienes cierran a mansalva son las empresas privadas que no funcionan o producen fraudes y quiebran. Si comparamos el buen funcionamiento de dos empresas que ofrecen servicios públicos, una privada y otra publica, se constata que siempre la pública presta mejores servicios que las privadas y trata mejor a las personas que trabajan para ellas.
Quienes hacen grandes negocios precisan de la existencia del Estado, aunque prediquen contra su existencia y entonen cansinamente el mantra de que debe “achicarse”. Una vez detentado el poder del Estado pueden transferir parte de los impuestos que este recuda a sus negocios privados. Cuando el Estado pretende garantizar los derechos humanos de la ciudadanía que lo compone, al capitalismo no les hace ni pizca de gracia. ¿Por qué a los capitalistas les aterra la existencia del Estado que funciona socialmente? ¿No defienden la libertad de mercado? ¿No reclaman la libertad de asociación? Que es el Estado: Un pacto de la ciudadanía para mejorar la convivencia y resolver problemas comunes. Quienes siempre pretenden extraer plusvalía, acapararla para su interés personal, le temen al Estado, porque no pueden competir con las iniciativas estatales sociales. La cooperación ciudadana, canalizada a través de un Estado a su servicio, es la gran fuerza que permite el desarrollo social-económico-cultural. El papel del Estado social acaba siendo redefinido por el mismismo Anarquismo, porque gracias a sus iniciativas colectivistas puso las bases de lo que el Estado social en manos del pueblo era capaz de hacer para la felicidad de las personas, que tienen siempre garantizada la Libertad como principio, el bien común como objetivo y la cooperación como instrumento.
Por otra parte el capitalismo está siempre en continua crisis porque, como dice el sabio aserto: “La avaricia rompe el saco”. Sin embargo, paradójicamente, los grandes capitalistas saben de los beneficios que les reporta la “cooperación” y se unen en grandes corporaciones, fondos de inversión, carteres…, para extraer mejor las riquezas a toda la población, para convertir en oro los recursos naturales, aunque el veneno y la destrucción que ello puede acarrear destruyan los ecosistemas. Cualquier capitalismo, liberal, de estado, de partido único, neoliberal, utiliza solo una terrible lógica: Privatizar el beneficio, socializar las pérdidas. Y con el poder del Estado es esto ¡tan, tan fácil! Parasitan, a la humanidad y planeta Tierra, siguiendo la terrible lógica de hacerlo hasta la muerte de los huéspedes. Parecen inteligentes, pero su ADN determina su irracionalidad. ¿Cómo puede explicarse que haya algún ser humano que defienda el modo de producción capitalista a la vista del holocausto al que conduce?
Quienes elaboran discursos contra el socialismo o el comunismo, enalteciendo la bondad del Capitalismo, tampoco hacen alarde de inteligencia ya que, por unas monedas, son capaces de “vender a su madre”. Sí, porque la madre tierra, que todo lo da por sus criaturas, recibe del capitalismo heridas mortales. ¿Acabará cansándose de tanta bondad y abandonará la custodia de los pocos ecosistemas naturales que aún sobreviven? No es un cuento infantil. Es el constante llamamiento de la comunidad científica para que la maquinaria capitalista detenga esta orgía destructiva. Mientras tanto, el capitalismo, en todas su formas, hasta el chino, se apodera del Estado para imponer a las gentes, mediante el monopolio de la violencia, sus leyes irracionales. Y detentando el poder del Estado, en buena parte del mundo por graciosa concesión de los votantes, allá donde ven negocio lo parasitan hasta agotarlo.
Quienes detestan el socialismo o el comunismo pretenden engañar a las audiencias manifestando que han sido un fracaso histórico. Difícilmente puede analizarse algo que nunca ha existido. Porque ninguna de las realizaciones históricas de los países autodenominados socialistas o comunistas no han pasado de ser experiencias lamentables de capitalismos de Estado. Nunca los pueblos han podido ejercer poder alguno, ya que los partidos políticos totalitarios, mediante el control del Estado siempre autocrático, se lo han arrebatado. Ni siquiera, cuando se presentan como democracias que permiten elegir a los tiranos cada 4 años. No obstante la lógica cooperativa ha superado en bastantes ocasiones a la “competitiva”, porque la inteligencia ha permitido comprenden a las personas que juntas pueden resolver grandes dificultades, que por sí solas no son capaces. Y esta lógica cooperativa esencial del socialismo, del anarquismo, del comunismo, ha llevado a hacer realidad grandes logros en el ejercicio de los derechos humanos, evitando que se conviertan en “mercancía”. Aquellos países que han socializado la sanidad, la educación, el cuidado de sus mayores, personas dependientes, el acceso a la vivienda, al trabajo… gozan de un nivel de bienestar mucho más beneficioso que si se compara con aquellos países donde la lógica de la “iniciativa privada” mercadea con estos derechos. Igual ocurre con aquellos países que defienden el patrimonio y recursos naturales de la explotación avariciosa del capitalismo.
Parece llegado el momento de superar falsas dialécticas y asumir algunas consecuencias del análisis de la evolución histórica de los últimos dos siglos. No es posible establecer bondad alguna al Capitalismo en cuanto sistema económico que justifica la destrucción de los ecosistemas y la explotación de las personas y cualquier forma de vida. El Capitalismo es “intrínsecamente perverso”, lo dijo en el S XIX y lo sigue manteniendo hasta la Iglesia Católica. Aunque muchos de los grandes capitalistas se definan como católicos y apostólicos e incluso financien obras de la iglesia u otras obras sociales.
Un camino para superar la falsa dialéctica bien pudiera pasar por formular algún que otro interrogante. ¿Todos los bienes naturales pertenecen a la humanidad en su conjunto? ¿Miles de millones de seres humanos y decenas de miles de millones de otras formas de vida, viajan por el universo en una única y extraordinaria nave: La Tierra? Y si las respuestas son SI, ¿Quién puede atribuirse la propiedad de una parte de ella, para devastarla, angostarla y contaminarla? Otro aspecto a concretar: La Vida, en todas sus formas, y especialmente la humana, es sujeto de derechos inalienables. Si esto es así ¿Pueden estos derechos convertirse en mercancía? ¿Será posible mercadear, vender y comprar, con ellos? Cualquier capitalista de turno tendría, necesariamente obligado por su agónica avaricia, que contestar que SI. Para el Capitalismo todo lo que permita acumular plusvalía, riquezas, está permitido. El planeta Tierra y la vida que soporta son el único escenario donde el capitalismo depreda porque su lógica es irracional. Sorprende que, incluso desde instancias religiosas a pesar de calificarlo de perverso, se siga planteando la posibilidad de un “diálogo” con el capitalismo. La tesis principal aún por definir tendría que asumir que la Libertad, atributo de momento asignado a lo humano, es un valor incuestionable. Y también que el único límite de esa Libertad individual es el bien común. Y que ese bien común se define mediante el ejercicio de la libertad de todas las personas. Si mi libertad es inviolable la de mi prójimo también lo es. Consecuentemente lo que debe ser respetado para una persona en idéntica medida (justicia) debe ser respetado para otras. Afortunadamente las comunidades generan conciencia comunitaria y por ello la máxima de la cooperación acaba siempre imponiéndose, aunque sea por necesidad.
Fdo Rafael Fenoy