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El jardín de Bomarzo

Más sombras que luces

Los últimos días de campaña se respiran con preocupación en Moncloa, donde seguro alguno se arrepiente de haberse metido en un laberinto con salida incierta

Publicado: 08/11/2019 ·
11:20
· Actualizado: 08/11/2019 · 11:20
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Bomarzo

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El jardín de Bomarzo

Todos están invitados a visitar el jardín de Bomarzo. Ningún lugar mejor para saber lo que se cuece en la política andaluza

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Los últimos días de campaña se respiran con preocupación en Moncloa, donde seguro alguno se arrepiente de haberse metido en un laberinto con salida incierta. Los datos que manejan de estos últimos días sitúan a PSOE en torno al 27 por ciento de intención de voto, lo que le coloca entre 117 y 121 escaños, seguido de PP con el 20 y entre 88 y 90 y, tras ellos, Vox, con el 13,5 y los 44-45 escaños. Ciudadanos se desploma al 9 por ciento para conseguir 18-19 escaños, mientras que Unidas P resiste con el 12 para conseguir entre 38-40 y Más País lograría entre 3-5, lo que refleja un panorama que de entrada pondrá sobre la mesa dos preguntas: quién ha ganado y cuál es la aritmética de los bloques. Pese a que el bloque de la izquierda sume por encima del de la derecha, lo que se consigue con todo este embrollo es que Vox entre con fuerza y pueda llegar a marcar el rimo político del país. Lo normal sería que PP posibilitara la investidura de Sánchez para un gobierno débil y corto y de este modo evitar unas terceras elecciones que podrían engordar aún más a esa ultraderecha a donde se le está yendo voto y que lo haga poniendo un elevado precio porque, no hay que olvidarlo, la ultraderecha, como la ultraizquierda, parten de posicionamientos extremos y aunque se blanqueen en campaña para parecer simpáticos, cuando llegan a las instituciones lo normal es que actúen en base a la radicalidad de sus principios y en el caso de Vox ya se habla de ilegalización de partidos y de un mantra donde se olfatea que los negros y los moros son segunda clase y las mujeres, mujeres.

El NO debate. Uno de los temas que no se abordaron en el no debate televisivo del pasado lunes lo apuntó el candidato de Vox Santiago Abascal referente al estado de las autonomías y como éstas habían supuesto un doble perjuicio para todos; de un lado, la fragmentación del país en diecisiete territorios y la división que esto ha podido provocar entre estos, de ello las distintas nacionalidades que desde hace años se han convertido en el asunto principal político del país, y, de otro, el elevado coste que esta división ha supuesto ante servicios públicos prestados al ciudadano que muchas veces están duplicados, triplicados o hasta cuadriplicados sin que exista una justificación ni económica ni práctica para ello. La corrupción es otra clara consecuencia, sobre esto dan fe conocidos casos en Cataluña con el tres por ciento de Pujol, Valencia con toda la trama en torno al ex presidente Camps o la misma Andalucía con los ERE fraudulentos y, estos días, la Faffe.

Nadie quiso entrar a discutir de esto en el no debate porque hacerlo hubiera sido como reconocer que Abascal estaba allí presente y su imagen no era fruto de un reflejo virtual tipo princesa Leila en La Guerra de las Galaxias, en realidad nadie quiso debatir sobre nada salvo exponer su libreto midiendo siempre no salir mal parado del envite por encima de proponer cosas que captaran el interés del espectador -se tiene bien interiorizado que en estos debates se gana poco, pero se puede perder mucho-. La pregunta: ¿Cómo sería este país sin el actual estado de autonomías? ¿Mejor? ¿Peor? ¿Es esto posible?

Obviamente esto es imposible por dos claras razones: la primera es que para eliminar las autonomías habría que poner en la calle a tal cantidad de funcionarios que ni la sociedad ni ningún partido político podría asumir un coste tan elevado, pero incluso siendo este motivo suficiente de peso no lo es tanto como el hecho de que a todas las formaciones políticas les encanta manejar un chiringuito de proporciones tan elevadas como son la Junta de Andalucía, La Generalitat, la Comunidad Valencia o la Xunta en Galicia y, por ello y aunque las critiquen cuando están en la oposición, se frotan las manos y se relamen cual niño salivando toffee cuando las gobiernan. ¿Cuántas instituciones son realmente útiles y, en consecuencia, cuántas verdaderamente inútiles? Lo de menos es si lo expuso Abascal en el no debate, lo importante es que tras un no debate los españoles seguimos sin tener muy claro qué defienden las diferentes formaciones políticas sobre el modelo autonómico, sobre la reforma de la administración pública, sobre si España es una nación de naciones o un estado multinacional o, sencillamente, aquel extenso territorio que rodea a Cataluña y País Vasco. Llevamos años escuchando sobre el modelo autonómico y su financiación y es evidente que hoy este asunto se ha convertido en principal a nivel nacional y solo Vox expone una posición clara, que las eliminación de las autonomías. La lástima es que para uno que propone algo claro se trata de un imposible.

Hubo otros temas en el no debate, apuntados por unos y otros en la idea de citarlos sin debatirlos para, con ello, mantener vivo ese estado de incertidumbre general en el que viven los españoles y que, parece, es muy lucrativo electoralmente -no sea que de verdad se pongan a debatir cosas que importan y, acto seguido, los españoles a pensar, lo cual sería sumamente peligroso...-. De entre ellos especialmente significativo fue la aguda puntualización de la periodista Ana Blanco ante la ausencia de la mujer en el liderazgo de alguna de las cinco formaciones mayoritarias, esas mismas que se pasan la vida defendiendo la igualdad de derechos de la mujer en todos los órdenes de la vida y bla, bla, bla y que a la hora de la verdad lo más que las dejan es ser segundas; de hecho, en el debate de portavoces eran cuatro mujeres de los siete y resultó bastante mejor que el debate de los cabezas de cartel. El que sobre esta materia habló fue Pablo Iglesias, pero no se le ocurrió nada mejor que decir que ojalá fuese la última vez sin una candidata mujer cuando bien él mismo pudiera quitarse dejándole el puesto, por ejemplo, a su pareja Irene Montero -es como lo de su chalé, practica lo contario a lo que dice-. Se echó en falta una mujer en el debate estrella y, quizás, esta ausencia es lo más notorio tanto en el pobre espectáculo televisivo como en este bloqueo político nacional que requiere quizás de ese sentido especial femenino tan necesario para que las familias, las sociedades y, en este caso, la política funcionen. Pero igual estos chicos de estilismo revista moda hombre otoño de El Corte Inglés y su masculino ego no soportarían que una chica les discutiera y ganara y, sinceramente, cuán distinto hubiese sido el no debate con al menos un par de mujeres. En definitiva, modelo autonómico e igualdad real entre géneros, dos asuntos que no se debatieron ante unas elecciones que este lunes nos dejaran, seguramente, en un lugar con más sombras que luces. Otra vez.

Bomarzo

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