El tiempo en: Antequera
Publicidad Ai
Publicidad Ai

Torremolinos

La Feria de Torremolinos

Torremolinos no es sólo turismo, fiesta, deportes, playa y sol. Es también arte, cultura, crisol de civilizaciones. En estas crónicas, Jesús Antonio San Martín, desarrolla lo más representativo del ayer y el hoy de Torremolinos.

Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad Ai Publicidad Ai
En 1801, hace más de doscientos años, Torremolinos consiguió su primera autonomía como pueblo, al separarse del municipio de Churriana. Hasta entonces es posible que Torremolinos, como barriada de Churriana, celebrase las consabidas fiestas anuales bajo los auspicios del patrón del municipio al que pertenecía, a saber, San Antón; aunque también es probable que estuviera acogido ya al patronazgo de San Miguel Arcángel como protector de la barriada. Hoy día también cada uno de nuestros barrios venera, independientemente de los patronos comunes de la localidad, al santo o virgen que consideran de más apropiada devoción (San Juan Bautista en Montemar Alto, San Joaquín y Santa Ana en Los Palacios, etc.). En Torremolinos, aparte de las de la Virgen del Carmen, Patrona de La Carihuela y del entero pueblo torremolinense, las fiestas y la feria que brillan con singular dinamismo son la de San Miguel.
Hacia mediados del siglo dieciocho se construyó en Torremolinos una ermita dedicada a San Miguel, presumiblemente sobre el lugar que hoy ocupa la iglesia del mismo nombre. Ello está de acuerdo con las tradicionales construcciones de ermitas y templos que desde el siglo quinto de nuestra era se dedicaban al Arcángel. Tales edificaciones se levantaban sin excepción en lugares altos, sobre cerros y montículos. En un principio, la mayoría de los nuevos templos sanmigueleños se edificaban, al objeto de sacralizar el lugar, sobre otros que ya existían desde tiempos anteriores al cristianismo romano del siglo IV, los cuales se erigían en honor del dios Hermes o Mercurio, del que el San Miguel católico adoptó sus atributos e indumentaria.
La iglesia de San Miguel se levanta en Torremolinos precisamente sobre el acantilado o tajo de El Bajoncillo, que es el lugar más alto del núcleo popular, donde otrora se concentraban los molinos, al amparo de la batería de cañones que en un tiempo funcionó bajo la Torre de Pimentel y en los aledaños de las instalaciones militares que ocupaban esa precisa parte del pueblo por la que pasaba la vieja acequia hoy seca y soterrada. No muy lejos se alzaba el ya desaparecido fuerte o castillo, en el morro de Torremolinos. Era San Miguel, pues, el santo supremo de las defensas, por lo que no es de extrañar que el antiguo pueblo agrícola y harinero, temeroso de marítimas incursiones sarracenas, se encomendase junto con su guarnición soldadesca a quien consideraba el más fuerte comandante de las huestes celestiales.
Devoto el pueblo de San Miguel Arcángel, cuya festividad se celebra a finales de septiembre, finalizado el verano y la cosecha, fue natural que la fiesta local anual se colocara bajo la soberana advocación del Arcángel. La primera mención que tenemos de esa fiesta o feria es la que figura en el diario El Regional del viernes 28 de septiembre de 1917. A partir de esa fecha, con excepción de algunos años, no dejan de dar fe de la misma los distintos programas publicados en los periódicos, particularmente en el diario Sur a partir de 1939.
La Feria de Torremolinos se desarrolló entre los años 1917 y 1954 en la que hoy es Plaza de la Costa del Sol, bautizada con distintos nombres según el régimen político o militar existente. A partir de 1955 va ocupando diferentes plazas y calles del pueblo, cuales fueron: el lugar conocido como "el campillo", junto al Colegio de Huérfanos; la huerta de la Nogalera; la plaza del antiguo mercado que después fue sede del emancipado Ayuntamiento; el camino y avenida de los Manantiales; la calle Casablanca; el descampado de El Congreso; el huerto Guerra; la avenida Imperial, hoy Isabel Manoja; y, finalmente, en 1982, el descampado frente a Los Palacios. En 1983 se instala definitivamente en el Recinto Ferial, emblemático y perenne monumento a la gracia y alegría del pueblo torremolinense y el generoso compartir de sus gentes.
La Feria de Torremolinos, que cada año se supera a sí misma en esplendor y concurrencia, es sin lugar a dudas una de las más animadas y cosmopolitas de España.

La Feria de Torremolinos

De nuestra Feria es pena conocida
que el tiempo no la guarda en su memoria,
cual si una mano cruel su bella historia
desgajara del libro de la vida.

Es patente que feria tan querida
siempre fue de las gentes gran euforia,
pues las fiestas del pueblo son su gloria
y jamás ese pueblo las olvida.

Desde que el pueblo es pueblo se evidencia
que el gozo y el trabajo van unidos
y jamás se desvían sus destinos.

Así, pues, es de lógica creencia
que desde arcaicos tiempos ya perdidos
late la Feria de Torremolinos.

Jesús Antonio San Martín

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN