Vacaciones de agosto en Torremolinos

Publicado: 20/08/2011
Todo se lo merece Torremolinos por su dedicación consagrada en largos años a servir a los visitantes siempre con fidelidad
No hace tanto tiempo que estábamos lejos de imaginar el fenómeno social de las vacaciones. Yo lo viví en zona rural y puedo atestiguar de aquel amo cerrado a los modernismos. Las madres parían en medio de la siega y la mortandad infantil está recogida en negras estadísticas. Cuesta trabajo imaginarlo. Hoy sin embargo está considerado como elemental este reconocimiento al descanso del trabajador porque las pautas sociales de cada época pueden admitir giros de muchos grados.

Con el nacimiento de estos derechos humanos surgieron zonas dedicadas a la honrosa industria de dar satisfacción a esas aspiraciones. Todo esto es sabido y también lo es el hecho de la emergencia del Torremolinos que conocemos. Todo fue espontáneo y pionero; ya se daban centros muy concretos de veraneo de las clases altas y sus aledaños, a los que no nos referiremos; este turismo social de clases medias primero y trabajadoras después estaba inédito y vino a aparecer, como digo, en este Torremolinos del que disfrutamos.

Este es el misterio del gran renombre que adquirió esta población y que todavía conserva; no era el disfrute de un clima y un entorno urbano sencillo y acogedor, que también, sino algo más profundo que se registraba en la historia de occidente como un cambio que comportaba un orden social nuevo.
Y
o lo visité con mis veintitrés años y con cierta experiencia de ambiente obrero en lo que cabía en el franquismo, HOAC y Rama Obrera en el estudiantado de la Universidad de Comillas, y supe valorar mi contacto con esta tierra dedicada a lo que andando el tiempo se llamaría "restauración" humana. He conocido después a muchos, notorios algunos en el mundo obrero, con un grado de compromiso menor que el que ya entonces nos embargaba; descentrados, sobre todo, en la reivindicación del bien común como prioridad a las de clase, que es un concepto sutil y no poco trabajoso. Torremolinos con mayores o menores altibajos ha permanecido siempre fiel a esta dedicación con una buena parte del occidente obrero.

Ayudar a la clase media baja no se consigue con el discurso, más bien con una praxis dirigida por unas ideas claras que invitan a la consagración. Hoy es más difícil mantener la tensión de lucha dadas las conquistas sociales conseguidas y conviene una clase dirigente atenuada hasta donde cabe, algunos son un estado constante de queja, y un discurso dirigido a un sector menos desproporcionado. Gracias a Dios Torremolinos siempre se ha prestado, y lo sigue haciendo más si cabe, en la recepción de una mayoría turística cada vez como decimos más obrera. Un obrero con mayor poder adquisitivo, aunque sometido como es natural a los vaivenes de toda política económica.

Nadie podía predecir, digo, que llegara un día en que se relacionasen hoteles con el pueblo en este país en que se partió de cero tras la devastación de nuestra guerra incivil. Es verdad que vivimos en un régimen de mercado libre en cuyo liberalismo predomina la espontaneidad, pero no está por demás hacer hincapié en que la administración municipal se organice lo más posible en función de un poder adquisitivo humilde para servir mejor a los intereses que estamos exponiendo. El pueblo constata con sus votos que así se está cumpliendo aportando el sector un régimen de precios hasta donde cabe competitivos, sin altibajos que tanto perjudican la cartera de los menos afortunados.

Es por todo esto que Torremolinos necesita un gobierno municipal moderado; el turismo no se presta a ensayos que expongan a tensión a su población por ideas políticas, tan tocadas de subjetivismo, ni mucho menos a una protección de élites en función del poder adquisitivo sin caer por ello en un pardillismo de baja consideración. El turismo quiere un ambiente distendido, cómodo, limpio, de buen tono, agradable hasta en el clima y ajeno a toda salida de tono. Donde el alma se expansione, se relaje y cure las heridas de una convivencia moderna en la complejidad de la urbe. Más que elegante, funcional, y más que hortera, de buen tono en la convivencia. Sobre todo, alegre. El alma, ya digo, tiene que cicatrizar heridas en muy poco tiempo y eso se consigue conviviendo con los ciudadanos del sitio, los que tienen que ser reflejo de una comunidad distendida; puede que hasta feliz, que suena a novela progresista.

Un centro turístico cura por mimética, algunos no lo valoran, ofreciendo la propia vida como ejemplo, y esto no se consigue con engaño sino al contrario, con una apertura total del alma a los visitantes. Los centros turísticos de primera línea son modélicos ofreciendo un relajo hueco como las clases que los vistan; son elegantes, de etiqueta, pero quizás fríos como son los cosificados por el dinero. Esta no es la vocación de Torremolinos ni su nacimiento se parece a esto en nada. Nació para una clase media y media alta muy interesante porque es la que llena el gran hueco en la sociedad civil. Gente que busca el buen vivir pero de costumbres sanas. Aquí no se divierte al cliente con la droga o la borrachera, o los bajos impulsos o la astracanada fuera de tono. Esto está al servicio de la familia; nuestra Romería es el paradigma de la alegría familiar, de la risa clara que filtra el alma y de la moderación inteligente. Los dirigentes chirriantes o estúpidos nunca deberán tener cabida entre nosotros; sólo los que saben medir el dinero y el buen ánimo en platillos diferentes.

Que Dios dé luces a los habitantes libres de este pueblo para manejar el acto democrático de manera reflexiva. Se lo merece Torremolinos por su dedicación consagrada en largos años a servir a los visitantes siempre con fidelidad y con el protagonismo del pueblo. La comunidad humana lo necesita también, que aquí repone las fuerzas del cuerpo y del alma. Desde este rincón de la Costa se consigue que la hostelería sea hoy un oficio social y trascendente.

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