Las vísperas ya lo presagiaban y se intuía que Sevilla se echaría a la calle este Domingo de Ramos. El tiempo acompañaba y mucho, con un sol radiante que por momentos llegaba a ser asfixiante y que incluso llevó al Cecop a anunciar, desde muy temprano, los puntos de avituallamiento de agua para evitar desmayos y deshidrataciones. Todo era un aliciente más para disfrutar de un Domingo de Ramos de esplendor, apoteósico que dirían algunos, con un centro histórico que si con la salida de la Borriquita estaba casi repleto, se llenó por completo a media tarde, cuando casi todas las hermandades ya estaban en la calle.
El Domingo de Ramos habían comenzado con el ir y venir de palmas y olivos en los templos y también en las calles, porque los sevillanos siguen cumpliendo con la tradición de rememorar la entrada de Jesús en Jerusalén y también con la de recorrer los templos, en especial los que preparaban a sus hermandades para inaugurar la semana grande sevillana.
Como es tradicional, la iglesia del Salvador congregaba a las primeras bullas cofrades para iniciar la estación de penitencia de la Hermandad de la Borriquita acompañada de cientos de niños. Y era una pequeña nazarena la encargada de pedir la venia en el palquillo de Campana e inaugurar oficialmente la Semana Santa de Sevilla. Por cierto que se estrenaba en el palquillo el presidente de la Junta, Juanma Moreno, acompañando al obispo auxiliar Santiago Gómez Sierra, encargado de dar la venia a las cofradías, mientras la Policía Local de Gala abría carrera con su desfile inaugural.
Antes de abrirse las puertas de la Iglesia Colegial del Divino Salvador lo hacía la parroquia de San Sebastián para que iniciase su estación de penitencia la Hermandad de La Paz, la que más horas estaría en la calle en este Domingo de Ramos. Como es tradicional, impresiona su paso por el Parque de María Luisa y el blanco de sus más de dos mil nazarenos acompañando a Jesús de la Victoria y María Santísima de la Paz.
De la Capilla del Mayor Dolor partía Nuestro Padre Jesús Despojado, con su medio millar de nazarenos, que iban abandonando poco a poco la céntrica plaza del Molviedro para enfilar por Fray Bartolomé de las Casas su estación de penitencia.
Algo más lejos, la alcaldesa honoraria, la patrona del Ayuntamiento, comenzaba su estación de penitencia desde San Julián acompañada por una nutrida representación municipal, encabezada por el alcalde Juan Espadas. Cuando la Hiniesta entornaba por la calle Feria, los sevillanos ya se habían hecho dueños de las calles y se afanaban por ver las cofradías por las céntricas calles, mientras en el otro extremo del centro, eran las Setas las testigos del paso del impresionante misterio de la Sagrada Cena, una hermandad que ya confirmaba que el Domingo de Ramos iba a ser más que pleno.
A esa hora ya estaban en la calle tanto la Hermandad de San Roque, cuyas tallas de Antonio Illanes habían enfilado la Puerta Osario casi persiguiendo a La Cena, como La Estrella, con un mar de trianeros acompañando a la Valiente en su caminar hasta Sevilla, “trianeando” como Ella sólo sabe.
Caía la tarde, se acumulaba algo de retraso, refrescaba el ambiente y sólo quedaban las más antiguas del día. La Amargura, cuyas tallas Nuestro Padre Jesús del Silencio y María Santísima de la Amargura están atribuidas a Pedro Roldán y a su círculo, además iba acompañada de la Banda del Cristo de las Tres Caídas, que entraba en carrera homenajeando a Rafa Serna con una de sus marchas.
El Salvador había recogido la Borriquita para abrir de nuevo sus puertas y que El Amor iniciara su estación de penitencia, con ese impresionante Cristo de Juan de Mesa cerrando un Domingo de Ramos pleno, radiante y con Sevilla volcada en su Semana Santa.