El Ateneo Republicano y Memorialista de La Isla (ARMI), aporta datos para que los familiares puedan exigir -como lo hicieron el pasado jueves en el cementerio de San Fernando- que el Ministerio de Defensa se involucre en la recuperación de los militares asesinados tras el golpe.
En un escrito leído por Antonio Olvera -lo iba a leer Miguel Ángel López Moreno, que estaba enfermo- se cuenta que el 18 de julio de 1936 se subleva contra la II República el jefe del Departamento Marítimo de Cádiz, almirante José María Gámez Fossi. Se subleva así mismo el almirante de la Carraca, Manuel Ruiz Atauri y con ellos la inmensa mayoría de los jefes y oficiales del Departamento Marítimo, dice el escrito.
Se suponía que estas adhesiones a la rebelión arrastrarían a toda la cadena de mando, hasta el último marinero. “Y, salvo excepciones, eso fue lo que ocurrió”.
“Tal vez la primera disidencia conocida ocurre el mismo 18 de julio a las 15 horas, cuando el almirante Gámez Fossi ordena al comandante del Batallón de Infantería de Marina, Manuel de Sancha Morales, sacar la calle tres compañías de Infantería de Marina para tomar la ciudad y declarar el Estado de Guerra”.
De Sancha se niega a sacar las tropas y pide la orden por escrito. Es arrestado, encarcelado y un mes más tarde, sin causa judicial, ejecutado contra el muro del cementerio, relataba Olvera.
El militar golpista que sustituye a Manuel de Sancha en la comandancia de la Infantería de Marina, es el teniente coronel Ricardo Olivera Manzorro, nombrado, además, Comandante Militar de la Plaza de San Fernando.
Olivera Manzorro es declarado en marzo de 1937, y con todos los honores, hijo predilecto de la ciudad. “Mientras estuvo en su puesto son asesinados en este pueblo más de doscientas personas. Por contra, de Sancha Morales, cuya lealtad al gobierno de la república le costó la vida, no tiene memoria en San Fernando. Recibió las balas gritando ¡Viva España! Su cuerpo fue arrojado de forma irrespetuosa y anónima en una fosa común. No registraron su muerte porque hacerlo habría sido reconocer su asesinato. Sólo su familia mantuvo viva su memoria”, dijo Olvera.
106 militares en la fosa
Una de las singularidades de la fosa del franquismo en San Fernando es que contiene numerosos militares que permanecieron leales a la República o, simplemente, se mantuvieron a la espera para decidir qué autoridad era a la que había que obedecer. “Su lealtad al juramento hecho al gobierno republicano, o la simple duda a seguir a unos jefes desleales, les costó la vida, el silencio y el estigma para sus familias”.
El 21 de julio de 1936, tres días después de la rebelión militar que triunfó en San Fernando, la marinería del Arsenal de la Carraca, junto con las dotaciones de varios buques surtos en su puerto, intentaron recuperar el Arsenal para la obediencia del gobierno republicano. Fueron delatados por sus propios compañeros. La intentona fracasó. El 23 fueron encarcelados en el Penal de Cuatro Torres y el día 25 fusilaron a los tres primeros militares que se opusieron al Glorioso Movimiento Nacional.
El resto, parte fueron ejecutados como consecuencia de consejos de guerra sumarísimos, otros fueron asesinatos extrajudiciales con la estética de fusilamientos, entre estos Manuel de Sancha Morales, Virgilio Pérez Pérez, Francisco Javier Biondi Onrubia... Hasta un total de 106 militares muertos.
Entre ellos, el día 30 de diciembre de 1936, fueron fusilados 22 marineros náutraqos, que sobrevivieron al hundimiento del destructor republicano Almirante Ferrándiz. Una vez sanados, fueron sometidos a consejos de guerra sumarísimos y ejecutados, siempre según el relato del representante de ARMI.
La nieta de Manuel Sancha Morales estaba presente en el acto. Fue ella la que pidió al Ministerio de Defensa que pusiera su grano de arena en rescatar los cuerpos de los militares que fueron ejecutados cumpliendo su obligación con el Gobierno legalmente constituido. "Nadie mejor que ellos, que son militares, saben lo que es la lealtad y la obediencia y llevarlas hasta sus últimos extremos, que es la muerte”, dijo. O como se dice en esta bendita tierra, “la Marina nunca olvida a los suyos”.