Es la tercera entrevista que el alcalde de la ciudad, José Loaiza, concede a este periódico coincidiendo con el final de año, y nadie va a poner en duda que se haya hecho una labor callada para acabar con esos “reinos de taifas” por todos conocidos y que han minado la organización y la coordinación del trabajo municipal.
Tampoco se va a poner en duda que el pago de 20 millones de euros en facturas arrambladas en los cajones ha supuesto un alivio para empresas y particulares e incluso que el Ayuntamiento esté gastando menos ahora que antes, porque también las empresas cobran menos que antes, incluso a los ayuntamientos que no pagan de un día para otro.
Puede llevar razón el alcalde cuando habla de que hay margen de endeudamiento para trece millones de euros más -que todavía no están concedidos- que se suman a los 20 millones del pago a proveedores, que también hay que pagarlos a los bancos, no fueron gratis y de alguna forma tienen que computar.
Nada de eso se pone en duda, trabajo callado que no llega a la opinión pública, a la que sí llega una raya mal pintada en la carretera y trescientos boquetes en las calles, farolas que no encienden y Pascual Junquera que no da abasto a todo. Sin incluir que la ciudad está sucia. ¿Un pelín menos?
Todo está muy bien, todo es muy creíble y todo es, incluso, elogiable. Pero volviendo la vista atrás se puede comprobar que el Janer, los Polvorines, el castillo San Romualdo, la playa -sobre los terrenos militares ya dijo Loaiza que nada, que no va a perder el tiempo pidiendo lo que no le van a dar- y ahora el Museo Camarón, es lo mismo que se ha pregonado siempre y que sigue estando parado. O sea, que se pretende construir el pasado desde el futuro fracasado. Ni una idea nueva. Y las que hay, deshilachadas e infladas de ensoñaciones.