Close
Ya vemos a Mafalda por la Plaza del Rey. Nos recibe con esa sonrisa que le tapa la cara mientras nos recuerda sus respuestas ocurrentes y conclusiones aplastantes, como la referida a parar el mundo porque deseaba bajarse, conclusión desmentida por Quino, ya que Mafalda pretendía mejorarlo -hoy diríamos optimizarlo- y atribuida a Groucho Marx. Sea quien fuere, el autor nos dejó algo en qué pensar cuando lo demás se tuerce o nos retuerce. Sin embargo, la vida sigue y la lectura ayuda a cargar con las horas y las noticias de la jornada. Por eso, pongámosle empeño y dispongámonos a disfrutar de nuestra Feria del Libro, a ver si suavizamos un poco el nudo de la garganta.
Despega con un programa espectacular para todos los gustos y cuantos devoramos páginas, tenemos una lista preparada de cara al verano, lista que se irá acortando, porque aún no se ha inventado la fórmula para estirar el presupuesto. En cualquier caso, no vamos a dejar de leer no solo porque espante el calor, sino porque quizás sea la única actividad que pueda calmar un rato esta realidad que nos ha tocado sentir. Y aunque la mente se nos vaya, la lectura no deja de empujarnos a volver a las páginas. Cuando las acabemos, si no tenemos a mano otra novedad, podemos retomar esos títulos, esos autores que nos encandilaron hace años. La relectura forma parte de nuestro aprendizaje particular, aunque hay quien piensa que la vida es muy corta para insistir en lo leído cuando hay textos tan interesantes. Dejando a un lado el debate, al retomar una obra la redescubrimos casi con el mismo afán primero, con aquella curiosidad semejante a ir desvelando un secreto escondido entre las páginas por un autor visto en una foto junto a su ejemplar, por sus palabras oídas en la radio o vistas en televisión, aunque este endiosamiento de entonces se nos resquebrajara con derrumbe y consecuente frustración.
Con la relectura comprobamos cuánto ha crecido nuestra mirada al entender e interpretar aquello que leímos y subrayamos, porque hoy nos resulta imposible prescindir del análisis. La pregunta es desde cuándo nos acompaña, en qué momento no recordado empezamos a leer con otros ojos todo cuanto ha ido cayendo en nuestras manos. Esta forma de lectura es la que pone en negrita la línea entre el entretenimiento y la nota en el margen, en las páginas de respeto, en la libretilla, la que realmente nutre y amplía nuestro bagaje literario, porque talla nuestro imaginario. Y todo empezó con los cuentos oídos y siguió con Mortadelo, Filemón, Rompetechos y la propia Mafalda, que estará una semana correteando de caseta en caseta por la Plaza del Rey. Disfrutemos nuestra feria de nuevo.