Close
Al final las obras quedan las gentes se van, otros que vienen las continuarán, la vida sigue igual”. Reconózcanlo, han leído estas líneas con la voz de Julio Iglesias en su cabeza. No se preocupen, yo también reconozco que sonaba así en la mía mientras las escribía. No obstante, aunque la letra sea la misma, no voy a hablar de la famosa canción sino de la actualidad (y un poco del futuro) de nuestro panorama político.
Santos Cerdán ha dimitido y el Gobierno pide disculpas. La sombra de la corrupción se cierne de nuevo sobre las altas esferas de nuestro país. Por más que duela decirlo, esto no es más que una mañana cualquiera en nuestro país. Al final, habrá que tragarse el cuento de que los españoles llevamos la corrupción en el ADN. La realidad es diferente: si los que tienen que dar ejemplo son capaces de quebrantarlo con luces, taquígrafos y muchos ceros a la derecha de la cifra a trincar, se abre una veda para el que coge los folios del trabajo o cambia el desagüe del fregadero sin factura; lo que ya viene siendo más chungo es, precisamente, que es más fácil que le pase algo al fontanero sin IVA que al que sale en la prensa dimitiendo por, presuntamente, haber movido cifras con muchos ceros de forma poco clara.
El panorama presente y futuro, antes de que se dé, ya me lo imagino: la oposición, oliendo la sangre, recordará el caso sin caso de Begoña Gómez, se aferrará a Koldo, Ábalos y Jessica, aprovechará cualquier numerito de Aldama y seguirá pidiendo elecciones. El Gobierno se defenderá como gato panza arriba y tratará de escenificar lo que pueda para dar imagen de pulcritud. Vox, mientras, seguirá en una esquina gritando y agitando banderas: tampoco es que sepan hacer otra cosa. Pero, además, son el único socio que le queda al PP. Y esto nos lleva a dos posibilidades.
La primera, que el Gobierno aún aguante hasta el fin de la legislatura. Se antoja difícil, en tanto la dependencia de los votos de Junts está siendo peor escollo que los propios casos que, unas veces por indicios de su existencia y otras por ruido vano de jueces patriotas, afloran desde hace meses en el entorno de Ferraz. Es cierto que Sánchez está dando una cátedra de supervivencia política, pero creo que lo que está por venir va a ser demasiado incluso para él; El hombre que hace nueve años se vio sin partido y que hace siete llegó a la Moncloa logró sacudir la política española, pero una guerra, una pandemia, dos catástrofes naturales y ahora estos casos desgastan a cualquiera.
La segunda, como pueden imaginar, es que se convoquen elecciones. La polarización y la fragmentación del electorado, la ausencia de una izquierda alternativa, el matrimonio del PP con Vox y el cordón sanitario antifascista contra estos últimos, son factores que nos llevarán a lo que ya conocemos: el bloque de derechas no tendrán más aliados que ellos mismos y Feijóo volverá a no querer ser presidente. De hecho, es posible que su desgana aumente y quiera ser fulminado del liderazgo genovés y relevado por Ayuso. O quizá los propios casos que esta se está encontrando con su pareja y el procesamiento de sus altos cargos por 7291 razones lleven a los populares a tomar otros derroteros. No hay muchas más variables. Desde Ferraz, eligen aguantar mientras calculan como salir de esta sin demasiada erosión. El caso es que volverán a depender de sus socios: con Sumar convertido en el ala blanda del PSOE, todo depende de los nacionalistas e independentistas. O Esquerra remonta en Cataluña o volvemos a depender de Puigdemont. La opción de un gobierno del PP con la ultraderecha prefiero no contemplarla. Lo dicho, la vida sigue igual. Continuará...
