Es evidente que el turismo supone beneficio para la ciudad -en nuestro caso, Sevilla-, pero el turismo de calidad. Nunca aceptamos fomentar la disminución o extinción del turismo, “porque la ciudad necesita industria, comercio “
en vez de…”. En vez de… no. La respuesta es “
además de…” No son conceptos contrapuestos, al contrario, son complementarios y conviven si no se desnivelan ambos tipos de turismo. Ese es el problema. Que los últimos alcaldes han confundido turismo con riqueza y está creciendo como la espuma el número de visitantes “de mochila” por lo tanto de alojamiento turístico. Pero los alojamientos turísticos no son la forma ideal de turismo, cuando la mayoría de los arrendatarios llevan en su mochila comidas precocinadas o elementos suficientes para preparársela, con lo que el beneficio puede ser notable para los propietarios arrendadores y en especial para la empresa intermediaria que tiene su sede en algún lugar, da igual cual, pues es en ese lugar dónde repercute el beneficio. Pero para Sevilla los “apartamentos turísticos” no aportan beneficio alguno. La libertad de horarios podrá ser beneficiosa para los ruidosos, pero es un perjuicio claro por molestar a los vecinos.
El turismo “de mochila” suma
número a las estadísticas, suciedad y ruido pero beneficio solamente a los propietarios y a la empresa intermediaria, todo lo contrario del turismo de calidad el que viene a
vivir Sevilla, sus costumbres, su estilo arquitectónico, sus servicios, el que come en restaurante, el que se detiene a ver espectáculo en el Alcázar y en otros lugares emblemáticos o para visitar tantos y buenos lugares de interés de los que Sevilla es generosa.
Estas son las razones por las que Sevilla se conoce y reconoce en el mundo y por eso es visitada desde hace mucho tiempo. Eso sí beneficia a la ciudad. El Ayuntamiento no sabe lo que hace si no lo hace para perjudicar a la ciudad cuando da licencias sin freno para el lucro de unos cuantos propietarios de los que otra vez están vaciando el centro histórico al mismo tiempo que hacen subir los alquileres hasta cantidades irracionales, a sabiendas de que quienes realmente necesitan alquilar una vivienda ni de lejos pueden pagar cantidades tan abultadas, tan ajenas a la economía normal.