La democracia de andar por casa comienza en la comunidad de propietarios. Esas juntas de vecinos en las que los votos valen su peso en rencillas y metros cuadrados. Estampas que han dado momentos tragicómicos categoría aquí no hay quien viva. La que se avecina en estos días de vuelta al cole es el accidentado proceso electoral en el muy Ilustre Colegio Territorial de Administradores de Fincas de Málaga y Melilla. Una institución que está de comicios ejemplares, pues son viva semblanza berlanguiana del escopetazo nacional. Se convoca el sufragio y por arte de birli birloque a la candidatura regeneradora, le interrumpen el asunto por sobrevenidos defectos de forma.
Todo para que una junta directiva pastoreada con intereses presuntamente lobunos siga a cargo del redil. Poco es tan turbulento y convulso como el acceso al poder de una asociación cívica. Ya sea colegio profesional, peña, hermandad cofrade o institución cultural donde abundan los recursos bandoleros. En el caso de los partidos políticos, esos sí que son profesionales de la papeleta y lo que sucede ahí no lo queremos ni imaginar. Lo surrealista de esta vuelta al cole, en el colegio de administradores de fincas de Málaga, y Melilla es que unos creen que el “colegio es de todos” y otros colegiados piensan que la institución es suya por los siglos de trapicheos y amén.
Toda una lección de democracia casera.
