La difícil situación económica de Argentina de los últimos meses, marcada por la debilidad de su moneda, afecta ya al consumo interno del país, lastrado por la pérdida de poder adquisitivo y la restrictiva política monetaria, una coyuntura que previsiblemente se prolongará lo que resta de año.
Aunque los últimos datos oficiales sobre consumo disponibles datan de abril, cuando la debacle del peso solo había comenzado y el Gobierno aún no se había visto obligado a pedir ayuda al Fondo Monetario Internacional (FMI), la encuesta de supermercados de ese mes ya arrojó ese mes una caída en las ventas del 2,1 %, y la cámara empresarial del sector estima un descenso del 5 % en junio.
En mayo, tras más de un año de récords en las compras de inmuebles con créditos hipotecarios (uno de los mayores éxitos del oficialismo), estas retrocedieron un 26,9 % frente al mes anterior, según el Colegio de Escribanos de Buenos Aires, un fenómeno muy relacionado con el encarecimiento del dólar, en un país especialmente dependiente de la moneda estadounidense.
Ese mes, las ventas minoristas de las pymes cayeron un 4,8 % interanual, y en junio la bajada se situó en el 4,2 %, de acuerdo a los datos de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa.
Esta patronal apuntó en un informe que "la incertidumbre cambiaria continuó afectando el consumo", a lo que se sumaron "los mayores problemas de empleo e ingresos, especialmente en los sectores de ingresos medios y bajos".
También en junio, las matriculaciones de vehículos, que ya habían entrado en números rojos en mayo, registraron una caída del 17,2 % mensual y del 18,2 % interanual.
A la hora de analizar las causas de estos descensos en los números del consumo, el economista Fausto Spotorno, de la consultora Orlando Ferreres, apuntó a la caída del poder adquisitivo de los argentinos tras el repunte de la inflación, desbocada por la subida del dólar.
La mayoría de negociaciones salariales cerraron con un aumento del 15 % anual y, aunque el Gobierno está impulsando 5 puntos porcentuales adicionales para recomponer los sueldos, el consenso de los expertos prevé un avance de los precios cercano al 30 %, y los pronósticos más pesimistas elevan esta cifra al 35 %.
Además de la incertidumbre, Spotorno dijo a Efe que uno de los mayores frenos de la economía son los elevados tipos de interés del Banco Central, fijados en el 40 %, pero que suponen una losa para la economía real al atraer buena parte de los capitales hacia las inversiones financieras.
Para el analista, estas dificultades se mantendrán hasta comienzos del próximo año y podrán comenzar a resolverse cuando se estabilice el tipo de cambio, lo que reduciría la inflación y permitiría una bajada de las tasas de interés.
Y es que la caída del consumo, indicó Spotorno, es una consecuencia más del parón del crecimiento económico, difícil de reactivar en el contexto de mayor ajuste que se impone tras el acuerdo con el FMI.
Los consultores privados consultados periódicamente por el Banco Central han rebajado en solo un mes las expectativas de expansión del producto interior bruto (PIB) del 1,3 % al 0,5 % para 2018, y vaticinan un retroceso de la economía del 0,7 % para el tercer trimestre del año.