Dos días después de que la crisis de los rohinyás estallara a finales de agosto en Myanmar (Birmania) llevando a cientos de miles de miembros de esta minoría a huir a Bangladesh, Kamal Hossain encontró a una mujer llorando cerca del campo de refugiados de Kutupalong, en el distrito bangladeshí de Cox's Bazar.
La mujer había cruzado la frontera la noche anterior y estaba desesperada porque sus hijos habían ido a buscar comida y no aparecían.
El hombre, de 35 años, se buscó un megáfono que alquiló por 30 dólares y durante cinco días buscó a los niños hasta que los encontró. Desde entonces no ha parado y ya ha reunido a más de 700 niños con sus familias.
Hossain es rohinyá y llegó a Bangladesh en 1992. Trabaja como guardia de seguridad de una ONG internacional en el campo de Kutupalong, pero cuando aquella mujer le dijo lo que le había sucedido una sombra llena de pena volvió desde el pasado para golpearle el alma.
"Yo perdí a mi hermano mayor en mi infancia y vi cómo mis padres sufrieron", dijo.
"Sentí que debía hacer algo no solo por ella sino por otros que acababan de llegar", añadió.
Para ello, Hossain se buscó un megáfono que arrendó durante los cinco días en que buscó a los hijos de la mujer y de otras familias que se le acercaron pidiéndole ayuda.
Los representantes del Alto Comisionado de los Derechos Humanos para los Refugiados (ACNUR) le pidieron que continuara su tarea y poco a poco su nombre se ha convertido en sinónimo de esperanza para cientos de madres y padres desesperados, en un campo en el que ya hay más de 400.000 refugiados viviendo de manera improvisada.
"Está haciendo un trabajo encomiable por los rohinyás, y nos dimos cuenta de que su forma de encontrar a los niños estaba siendo muy efectiva", dijo a Efe el portavoz de ACNUR en Bangladesh Joseph Surjamoni Tripura.
De acuerdo con Unicef más de 1,600 niños han llegado sin acompañante a los campos o han perdido a sus padres en el medio de la crisis que ha llevado a más de 600.000 rohinyás a huir de la violencia en el estado Rakhine, en el oeste de Birmania.
Hossain dice que en los últimos dos meses ha encontrado a 743 niños a los que ha devuelto con sus familias en Kutupalong y los alrededores.
"Hemos preguntado por 1.483 niños, algunos de ellos encontraron a sus padres antes de venir aquí, y hemos devuelto a sus familias a 743", explicó.
El último de ellos fue Jamal Hossain, de 11 años, y que se había perdido el viernes en Balukhali, un campo de refugiados cuyo crecimiento prácticamente le ha llevado a unirse a Kutupalong.
"Su familia lo buscó durante tres días y el domingo un hombre lo encontró en Kutupalong y me lo trajo. Al día siguiente volvió con su familia", dijo Hossain.
Hossain es uno de los alrededor de 300.000 rohinyás que ya antes de la crisis del pasado 25 de agosto se encontraba en Bangladesh y sabe bien lo que es estar separado de su familia.
Huyó de Birmania cuando tenía nueve años con un amigo, cansado de que los budistas locales le pegaran cada vez que iba a la escuela.
"Tenía que caminar mucho para ir a la escuela, muchas veces (los budistas) me obligaban a llevar sus cosas por el camino. Un día me negué y me pegaron sin piedad. Entonces decidí irme de Birmania", relató.
Abandonó su casa sin decírselo a su familia y se fue a un país que conocía porque su padre solía hacer negocios con bangladeshíes y donde incluso Hossain tenía conocidos.
"Pasé un año con uno de ellos hasta que fue registrado como refugiado", indicó.
De esta manera, se convirtió en uno de los apenas 34.000 rohinyás con estatus de refugiado reconocido por Bangladesh.
Hoy casado y con tres hijos, la vida le dio oportunidad de enmienda y en octubre otra crisis de refugiados le trajo a sus padres entre los alrededor de 87.000 rohinyás que entonces abandonaron Birmania.
"Cuando les volvía a ver después de 26 años, me quedé sin palabras. Sentí que empezaba una nueva vida", excalamó.