Un estudio revela que el cambio climático merma la actividad de los enemigos naturales de las plagas de cultivos como el aguacate y podría hacer que los agricultores regresen al uso de insecticidas, con negativas repercusiones en el sabor de la fruta y en el medio ambiente.
Se desprende del estudio de la científica titular de la Estación Experimental La Mayora del CSIC, situada en Algarrobo (Málaga), la ecóloga Marta Montserrat, que concluye que las condiciones ambientales adversas derivadas del cambio climático afectan la acción de los enemigos naturales de las plagas del aguacate.
La científica explica, en una entrevista con Efe, que el aumento general de las temperaturas ha originado que no prolifere la población de enemigos naturales, mientras que acrecienta la reproducción de los ácaros.
De continuar esta tendencia, el sistema biológico de control de plagas que se lleva a cabo en numerosos cultivos de la zona deberá sustituirse por insecticidas, que como ya se ha demostrado en épocas pasadas, sus residuos químicos afectan a la calidad del producto y al medio ambiente, argumenta la ecóloga.
Si esto ocurre, el aguacate de la comarca de la Axarquía malagueña perdería su condición de producto ecológico, un factor que podría afectar a su volumen de ventas, que el año pasado alcanzó las 46.700 toneladas con una facturación de 75 millones de euros, según datos de la Asociación Española de Productores de Frutas Tropicales.
El grueso de la producción de aguacate en Europa se concentra en Málaga y Granada, desde donde se exportaron a otros países de la Unión Europea 31.000 toneladas en 2014, si bien hay cultivos de esta fruta en Cádiz, Almería y el sur de Portugal.
La investigación de Marta Montserrat se concentra ahora en crear microclimas que simulen futuros escenarios perjudicados por el cambio climático para así intentar obtener nuevas cepas que en un futuro puedan liberarse en el agrosistema y ejercer de enemigos de las plagas.
La científica avisa de que el cambio en las temperaturas no solo afectaría a los enemigos naturales de los ácaros, sino que también acarrearía la llegada de posibles nuevas plagas que podrían instalarse en el ecosistema y ante las que no hay enemigos naturales.
Esta experta en el control biológico de plagas por conservación, método que busca enemigos naturales autóctonos para combatir las plagas y así minimizar el impacto ecológico, postula que volver a los insecticidas "sería un paso atrás".
No en vano, y aunque al principio los agricultores creían "haber encontrado la panacea", a los veinte años del uso de insecticidas se comprobó que "era peor el remedio que la enfermedad", pues al impacto agresivo en producto y ecosistema se le suma el hecho de que las plagas desarrollaron resistencia a este remedio químico.
El calentamiento global podría afectar por estos mismos motivos a la calidad y sabor de otros productos de cultivo ecológico, alerta Montserrat.
Así, además de la subida de temperaturas y del nivel del mar, el deshielo de los polos, la proliferación y aumento de la intensidad de catástrofes meteorológicas y el riesgo de extinción de varias especies, el cambio climático puede acarrear, a medio plazo, una alteración en el sabor de alimentos cotidianos.
Ante este panorama, Montserrat considera que la sociedad ya se está dando cuenta de que al referirse al cambio climático no habla de algo abstracto, sino de un hecho que ya está ocurriendo.