Carmen tiene 14 años, debe estar en tercero de la ESO y vive en Jerez. Ella no lo sabe, pero podría haber sido guionista de un programa de televisión que se emitió a mediados de los años ochenta en TVE que se llamaba
Si yo fuera presidente. Cada semana, su presentador, Fernando García Tola, recomendaba al Gobierno las medidas que podría adoptar a partir de su propia visión de la realidad española o de las demandas ciudadanas que le llegaban. Es lo que ella ha hecho, salvo que sin televisión de por medio, remitiéndole una carta al propio presidente del Gobierno en la que le traslada su preocupación por la situación que atraviesa el país a causa de la pandemia y en la que le reclama que decrete un nuevo confinamiento como la pasada primavera, puesto que se comprobó que fue la medida más efectiva para derrotar al virus. Carmen le relata al presidente que no entiende las actuales restricciones, ni las que nos aguardan para las navidades, a tenor de la libertad de movimientos, los contactos a diario en el patio del colegio o la afluencia a los centros comerciales. Y no lo entiende en contraposición con las cifras de contagios y muertes que se siguen produciendo a diario. Tampoco hace falta tener 14 años para no entenderlo, puesto que, como concluye en su carta, su opinión es similar a la de otras muchas personas.
No es mi intención empujarles al precipicio de la lágrima fácil, ni hacer un retrato victimista acerca de la adolescencia en tiempos del Covid, ni conjeturar sobre el argumentario con el que se ha dirigido al presidente del Gobierno. Entre otras cosas porque el principal interés no está en la propia carta, ni siquiera en la admirable iniciativa de la joven estudiante, sino en la respuesta que le han hecho llegar desde el Gabinete de la Presidencia del Gobierno, a través del Departamento de Comunicación con los Ciudadanos, que es donde los asesores de Pedro Sánchez le toman el pulso al país y le recetan paracetamol o una leche caliente antes de irse a dormir.
Y lo que le han recetado en su caso es que, en primer lugar, se lea el Real Decreto con el que se ha prorrogado el Estado de Alarma y, a continuación, que se dirija a la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía a trasladarle sus quejas y sus propuestas, puesto que es quien tiene las competencias en este momento para tomar decisiones en torno a la pandemia. Hasta en cuatro párrafos distintos la remiten al ámbito autonómico, ya que disponen de seis meses para adoptar las medidas que resulten necesarias, para poder fijar limitaciones de movilidad y de contactos, son los presidentes autonómicos las autoridades competentes delegadas en sus territorios, y es la Consejería de Salud el organismo competente en la materia, por lo que la invitan a hacer llegar sus observaciones al gobierno andaluz.
La cosa no queda ahí, puesto que siguió la sugerencia del Gabinete de Sánchez y remitió una segunda carta al presidente de la Junta de Andalucía, de cuyo Gabinete de Relaciones Institucionales y Ciudadanas también ha recibido respuesta. El tono, en este caso, es más atento -lamentan y entienden su malestar, e incluso se comprometen a trasladarlo a los foros correspondientes-, pero, igualmente, se limita a echar balones fuera; por supuesto, al Gobierno central, que es quien ha aprobado el Real Decreto 926/2020 que declara el actual estado de alarma y quien decreta el “toque de queda”, aunque también se escuda en el Consejo Asesor de Alertas de Salud Pública de Alto Impacto, que es quien informa tras evaluar el riesgo sanitario, de manera que son las autoridades sanitarias quienes toman las decisiones respecto a las medidas adoptadas.
Pese a todo, ninguna de las dos respuestas falta a la verdad, es cierto; pero olvidemos que Carmen tiene 14 años, aunque debería ser punible invitar a una niña a leerse un real decreto. Mejor aún, imaginemos que tiene 30. ¿Es que no encuentran mejores argumentos, incluso en lenguaje administrativo, que eviten remitir en segundo plano a la eterna pelea de siglas y a la alergia a la culpa, o a cierto desprecio a la responsabilidad política? Lo peor es que son ellos los que tienen que ponerse de acuerdo para resolver cómo vencer juntos a la pandemia.