Mi educación musical no es la más adecuada, pero tampoco soy un especialista en jamón y cuando saboreo un trozo de maza de Jabugo o Bellota, mis sentidos son capaces de interpretar la calidad de la pieza.
Lo mismo me ocurre cuando escucho a la banda municipal de música de Jaén. Ese colectivo, forma parte del patrimonio de la ciudad y como tal así hay que cuidar, como si fuera uno de los lienzos de la fachada de la Catedral.
Me acomodo en una poltrona, porque me siento como un rey, para escuchar el amplio programa que ofrece en el día de hoy. Al principio, murmullo de los asistentes, los músicos afinando sus instrumentos y una paloma se posa sobre una rama, tampoco quiere perderse el concierto.
Asoma, por un lateral, Juany Martínez, la directora de la agrupación. Saluda, cariñosamente, al público y a los integrantes de la banda. Coge su batuta y suenan los primeros compases. Inhalo las notas que vuelan sobre nuestras cabezas.
En un momento dado, es tal la relajación, motivada por la música desprendida de los instrumentos allí presentes, que desapareció el dolor de testa, que me acompañaba desde primera hora… ¿Estas melodías podrían convertirse en remedio natural de ciertos males?...
Una señora mayor, sentada a mi espalda, refería a su nieta, que acudía por primera vez a un concierto de la banda municipal, que su primer director fue Rafael de la Torre Brieva, allá por el año 1901.
Desde entonces, ha sido muy variado el programa ofrecido por este grupo de profesionales, aunque la dificultad en algunas obras les haya obligado a emplearse de una manera sobrenatural, como aquella zarzuela que escuché, coincidiendo con la celebración de la feria de San Lucas. Es un género creado para orquesta y de ahí la complicación de su adaptación para banda de música.
De nuevo, la señora mayor interviene, para avisar a su nieta que no debe perderse las actuaciones de los músicos municipales en el festival de otoño, otro alarde de preparación.
Desde mi asiento atisbo la partitura de uno de los músicos. Dos líneas verticales, tanto en la línea rítmica como en el pentagrama, creo que anunciaba el final de la obra.
Bonitos recuerdos en la escuela de educandos municipal cuando estuve aprendiendo lenguaje musical y saxofón, con Sebastián, un excelente profesional.
Tras el consiguiente reconocimiento del público a la banda municipal, la niña que ocupaba el asiente de detrás, mientras se levantaba, expresó a su abuela: ¡qué afortunados somos con disponer de este tesoro!