Resulta que cuando la sociedad tiene interés real, y el legislador sabe percibirlo y destinar los fondos públicos necesarios,se produce un esfuerzo común en la consecución de un objetivo que rara vez funciona mal. Así sucedió a principios del siglo pasado en Sevilla con la Exposición Iberoamericana.

Será un gran acontecimiento el que rememore este hito histórico sevillano de 1929, y hará visualizar tan trascendente evento a nivel arquitectónico y cultural, que elevó a Sevillauna vez más al máximo exponente del preciosismo, en base a la vinculación existente entre Hispanoamérica, Portugal, Brasil, EEUU y España.

Resulta asombroso asomarse a su nacimiento y desarrollo, que merece la pena conocerse. Dicha exposición supuso desde una remodelación urbanística sin igual hasta un periodo creativo arquitectónico sumamente trascendental en la historia de la capital hispalense, encarnado entre otros por el conocido arquitecto Aníbal González.

Sus vestigios son aún muy relevantes en la visión de la ciudad; Ensu gestión, que duró más de dos décadas,participaron personas y autoridades vinculadas con la localidad y cuyos nombres son hoy día parte del viario público sevillano.

Maravillas como el parque de María Luisa, la Plaza de España, la Plaza de América, los ensanches de la hoy llamada Avenida de la Constitución y la Campana, la Puerta de Jerez, el Hotel Alfonso XIII, el puente de hierro (de Alfonso XIII), actuaciones de pavimentación y ensanchamiento de calles como Mateos Gago, Santa Catalina, San Jacinto, Avenida de las Razas,etc, fueron promovidas en gran medida por el impulso de la motivación que supuso la Exposición.

A ellas se han de añadir numerosos edificios de los que aún hoy se pueden disfrutar paseando por la ciudad, sin mencionar otras edificaciones y chalets que trajeron causa e inspiración en la misma, por zonas cercanas al río, al parque de María Luisa, al Prado de San Sebastián y al barrio de Heliópolis.

Obviamente son reconocibles los pabellones iberoamericanos y otras expresiones artísticas que se ubicaron en los alrededores del parque de María Luisa, tales como el Pabellón de Portugal, la glorieta de San Diego, la estatua a El Cid, los jardines del palacio de San Telmo, lo que fue el Teatro Lope de Vega, y un salón anejo que se denominaría posteriormente el Casino de la Exposición, siendo que se construyeron alrededor de 120 edificios.

Salpican la ciudad de cultura, arquitectura y confraternidad los pabellones de Argentina, Guatemala, Colombia, Chile, Estados Unidos, el pabellón Domecq, de Brasil, Uruguay y México, Perú, Cuba, Santo Domingo, con distintos usos y desiguales estados de conservación.

Deberán Sevilla y sus dirigentes estar a la altura de ensalzar esta conmemoración, pues todos sus vestigios son la mejor muestra de nuestra cultura y disposición para con el mundo.