En tierra propia

Publicado: 12/04/2021
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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La aparición de “Poemas escogidos de Judith Wright, aproxima al lector la voz de una de las autoras más destacadas de las letras australianas del pasado siglo
En el lejano abril de 1770, la expedición capitaneada por James Cook navegó y cartografió por vez primera la costa oriental australiana. Aquel nuevo mundo, suscitó gran interés en Gran Bretaña y ayudó, en buena medida, a compensar la pérdida de los territorios de las colonias americanas y el problema de la masificación de los penales británicos. Ocho años después, el propio Cook se convirtió en el primer gobernador colonial de Port Royal -ubicado en la actual Sidney-.

La literatura australiana tiene, pues, una fundación tardía, y su despertar se sitúa en siglo XIX. Su poesía no ha transcendido en exceso y, nombres como los de Henry Lawson, Christopher Brennan, Adam Lindsay Gordon y Charles Harpur, son los más significativos de entonces. La expansión de la lírica en décadas recientes ha sido notable, en un afán, a su vez, de intentar superar una expresión tradicional y algo estática, representada principalmente por la voz de Alec D. Hope.

     La reciente aparición de “Poemas escogidos” (Pre-Textos) de Judith Wright, aproxima al lector la voz de una de las autoras más destacadas de las letras australianas del pasado siglo. Nacida en Nueva Gales del Sur en 1915, dio a la luz doce poemarios, además de cinco ensayos, uno de ellos titulado “Inquietudes en la poesía australiana” (1965).

Las certeras versiones de José Luis Fernández Castillo vienen acompañadas de un jugoso prólogo, donde sabemos más y mejor de su avatares vitales y creativos: “La poesía de Wright persigue la precisión y la transparencia de una palabra que sea `lugar del canto´, enclave desde el que reflexionar en torno al paisaje y paisanaje australianos (…) Un vínculo con el lugar que no excluye el conflicto, sino que interroga las tensiones que originaron Australia con el fin de crear nuevas formas de convivencia e integración”.

   Y, en verdad, su decir recorre territorios reivindicadores de la Naturaleza, de los sitios que antaño fueron pureza, verdad y cobijo para tantos aborígenes a quienes fueron usurpados sus tradiciones y sus espacios. Ese discurso comprometido, dador de una realidad que, en cierta manera, sirva de bálsamo, es una de sus mayores virtudes: “Regresamos al tiempo remoto,/ cuando los claros cerros recorría arrancando/ hojas azules con olor a eucalipto,/ y escuchaba el llamado del chorlo/ en una tierra que pensé siempre mía./ La añoro como añoras/ la rota longitud de playas insulares/ las marismas resecas de niaouli”.

     Además de ese anhelo por restañarlas heridas que la humanidad ha causado a su propio hábitat, por reavivar con su palabra y su mensaje la memoria de libertad que cabe en nuestro entorno, Judith Wright ahonda en la íntima búsqueda de su esencia. Y así, lo efímero de amor, el enigma de la muerte, el fulgor de las deshoras, la acordanza de lo vivido…, van formando un personal caleidoscopio por donde la autora refunda su ayer y su mañana.

Hasta su muerte, acaecida en Canberra en el año 2000, su verso se sostuvo siempreelástico y cercano, preciso y solidario, abarcador en su serena dicción de un ámbito propio, pero eternamente común: “Contemplar los paisajes que amó alguien que acaba de morir/ es entrar en lo oscuro para salir de nuevo./ Cada brillante hoja que vive de la luz/ se desprende y desea el lecho de la tierra”.

 

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