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Adicciones con receta

Hay más quejas por salir de una consulta sin receta que por los tres minutos que le asignan al médico para atenderte

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Si eres la cuarta o quinta persona, en la cola de cualquier farmacia española y te fijas en los medicamentos que recogen los y las que van delante de ti, comprobarás que el tramadol es de los más retirados. Actualmente está en la mayoría de las tarjetas sanitarias de enfermos con procesos dolorosos crónicos, lo sé por experiencia propia. A veces, mientras espero, me imagino a esas personas y a mí misma, que no sé seguir el ritmo ni con la cabeza, en un fiestón ruso. En Rusia lo toman junto con la codeína en las fiestas, porque en dosis elevadas les produce un “subidón”. Estos dos opiáceos juntos y en cantidad son excitantes. El prospecto sólo habla de que puede producir adicción psicológica y física con el uso prolongado, pensar eso ya me da la risa, lo que es un poco más comprometido, si me río sola, la gente me mira.

Luego están los sedantes, ¿acaso no han ayudado a sobrellevar la crisis mejor que ningún político? Cómo vamos a pensar entonces en una vida sin ellos. Pueden salir noticias demonizándolos que nadie quiere leerlas. Se ha perdido el derecho al trabajo, el derecho a la vivienda, no podemos permitirnos perder también el derecho a dormir. El Estado tan atento al exceso de gasto no se ha pronunciado respecto a la cantidad de prescripciones, se ve que ha sido muy considerado.

Las listas de espera no se han colapsado en salud mental. Aquí se ha actuado con la mano puesta en el bolsillo, mejor pagar a las empresas farmacéuticas. Cuánto costaría que recibieran terapia todos los españoles que se sienten tristes y angustiados. Si todo esto fuera un problema, habría campañas de advertencia y concienciación; a lo mejor no he estado pendiente pero no he oído ni visto ninguna. Las habrían puesto en los centros de salud y en los hospitales, al lado de los carteles que advierten de guardar silencio. Será que dan a todo el mundo enterado por los prospectos, esas sábanas dobladitas en los envases que los médicos recomiendan no leerse. Hay muchos casos de pacientes, que después de habérselas leído, se niegan a tomarse lo prescrito. No debemos menospreciar a los burócratas de la sanidad, son expertos sociólogos. Hay más quejas por salir de una consulta sin receta que por los tres minutos que le asignan al médico para atenderte.

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