En las tres corridas de abono, se abrió la puerta grande. Balance positivo en el plano artístico, no así en cuanto a la asistencia de público. En la llamada del “taquillazo”, faltó público en dos tendidos altos de sol, cubriéndose algo mas tres cuartos de aforo. En las corridas siguientes, tan tradicionales, con la recuperación de la concurso de ganaderías, el descenso de espectadores resultó preocupante. La del sábado con Ponce, Padilla y El Fandi, apenas hubo poco más de media plaza. Le “marcaron” a la empresa un gol por toda la escuadra, al coincidir con el partido de fútbol, final de la liga. En cuanto a la que cerraba abono, dedicada a exaltar la corrida del arte del rejoneo, no se llegó a la media entrada.
Ante este panorama sombrío, la empresa debe analizar las causas, en una ciudad y comarca inmersa en una tasa de paro muy alta, como consecuencia una crisis económica aún mas profunda… y lo que te rondaré morena.. ¿Se impone reducir algún festejo ó una revisión de la política de precios de la localidades?, teniendo en cuenta los altos costes de organización de espectáculos y los altos cachet, que exigen las figuras. ¿Por otra parte existe afición en Jerez, a las corridas concurso de ganaderías y rejones?. La nueva generación es escasita. Por ley de vida quedan pocos aficionados antiguos y con solera. Se cumplen 120 años de la inauguración de la plaza, y el futuro se nos antoja incierto, en cuanto a festejos que anuncien.
Buen ambiente en el inicio del abono, bajo una luz luminosa, y la esperanza de disfrutar de lo que aconteciera en el ruedo. Lástima que se coló, si estar invitado, un malage. Llegó desde el Levante vía el Estrecho. A los toreros no les hace gracia. A los artistas menos. Es molesto. Coarta la creatividad. Trastoca la mente. Con esta” guasa” es complicado concretar lidia. No deja relajarse. .Morante que abrió plaza, sufrió el vendaval, No fue posible apreciar cuanto lleva dentro, “retratarlo” todo a color. Un racimo de mágicas verónicas, un quite por chicuelinas, esculturas efímeras, algunos derechazos en el tercero de su lote, con media belmontina de ensueño y pare de contar. Nos quedamos sin compás y sin su “música” callada.
Manzanares resultó distinto. Sobre su eje de inteligencia gravitó sus faenas de muleta con hondura y temple. No se despintaron las imágenes de la mente. El sonido tan peculiar en esta plaza de las palmas por bulerías, llegaron al alma como su excelsa faena, al corrido en cuarto lugar, el mejor toro de la tarde, de un descastado encierro de Juan Pedro Domecq. En esta corrida faltó, por parte de los maestros, el gesto de cortesía torera. El sobresaliente Antonio José Blanco, matador de Sanlúcar, se quedó sin desplegar el capote. No fue invitado hacer algún quite. Parece que es la moda imperante. Una oportunidad merece quien está hundido y busca un salvavida para salir a flote.
Tras la tempestad vino la calma y la esencia de la fiesta, el toro. Tres buenos ejemplares bastaron para encumbrar la corrida concurso de ganaderías, todos de sangre Domecq La estampa del toro de nombre Guajiro de Jandilla, arrancándose de largo por tres veces desde el platillo de la plaza , fue espectacular, haciéndonos recordar aquel “Cubanosito”, de la ganadería de Antonio Ordóñez, lidiado por Antonio Bienvenida., a principio de la década de los años 60. A este Guajiro, le dieron con todos los honores, la vuelta al ruedo, al igual que a Rebeco, de Santiago Domecq, que se arrancó por dos veces , tomando sendos puyazos. Fue una máquina de embestir a la muleta de Ponce, que para suerte del ganadero, cayó en las manos del maestro de Chivas. Toro de extraordinaria bravura y nobleza. Acertó el ganadero, ya que tenía una gran confianza. En último lugar saltó otro toro de mucha calidad. Se llamaba “Pinazo” de la ganadería de Fuenteimbro. El Fandi descubrió sus virtudes, de fijeza, movilidad y nobleza.
Para el recuerdo, el sabor añejo y clásico del toreo de verdad de Enrique Ponce. Se sintió, toreó muy despacito y caló en los tendidos. Las “poncinas” finales a cámara lenta, flexionando las rodillas y el abaniqueo postrero, una delicia llena de torería. Mereció un premio. Juan José Padilla, jugaba en casa. Se entregó de principio a final. Valiente con tres largas cambiadas espeluznantes, estatuarios sin moverse, series eternas en redondos, desplantes y estocadas en sus dos toros, hasta el puño. Dio fiesta en banderillas, con pares muy reunidos, al igual que El Fandi, quien derrochó impresionantes facultades físicas. Al final la terna a hombros y todos contentos. Se entregaron los catavinos correspondientes al ganadero Borja Domecq, maestro Juan José Padilla, picador Antonio Montoliú y Daniel Duarte, como mejor peón de brega , pertenecientes ambos a la cuadrilla del diestro jerezano. Había resucitado la corrida concurso, tras 24 años olvidada en el baúl de los recuerdos, aunque conviene recordar que el jurado que otorgaba los premios taurinos del Hotel Jerez, cada año reivindicaba en el acta el regreso de la corrida concurso, así como cuidar la presentación del ganado.. El entonces presidente del jurado y director del Hotel, Antonio Real, hoy delegado de Turismo, Fiestas y Cultura, es testigo excepcional de ello
Por otra parte se ha echado en falta en esta corrida, la información al público asistente, mediante una octavilla, como se hacía anteriormente, de las normas por las que se rigen este tipo de espectáculos.
El cierre protagonizado por Hermoso de Mendoza, Diego Ventura y Manuel Manzanares, que va progresando este joven rejoneador de dinastía , además de llegar al público, resultó una tarde entretenida con buenos momentos, que encandilaron al público, con la colaboración de un buen encierro de Fermín Bohórquez, con dos toros aplaudidos en el arrastre, mientras los caballeros en plaza salían por la puerta grande..