Salió del Ayuntamiento contrariado. La secretaria del alcalde, Miguel Sánchez de Alcázar, le dijo que no le podía recibir, que “era un hombre muy ocupado”. Guardó el regalo que traía alusivo a su antepasado, el insigne rabino Sabetay Djaen, que hoy da nombre a la sede de la Universidad Popular de Jaén, y entró, junto a su hija, en la Catedral. Recordaba lo que le había contado su padre, Sebastián Djaen, cuando vino por primera vez a la tierra donde vivieron sus antepasados. Era el año 1995 y fue recibido por el entonces alcalde José María de la Torre. Dos años antes había escrito en Buenos Aires un poema titulado ‘Jaén’ que terminaba diciendo: “Nada me impide regresar, perdonar y partir / o quedarme un tiempo y exigir / formar parte de la tierra / porque cargo su nombre como herida de guerra”. Su visita y la atención recibida durante toda su estancia reconcilió el alma de Sebastián Djaen con la tierra de sus ancestros. Sin embargo, para su hijo, la primera visita fue tan decepcionante que cuando vio una casulla medieval de la época de la expulsión de los judíos de España en la Catedral no pudo contener un gesto despectivo.
Fue la primera visita de Ricardo Djaen a la capital, descendiente de los más de 1.500 judíos que se vieron obligados en varias oleadas a abandonar la ciudad a lo largo del siglo XIV y XV y que conservan no solo la lengua, sino el apellido de su tierra y el recuerdo, acunado generación tras generación por los brazos del desarraigo y la diáspora judía, hasta nuestros días. “Veo con buenos ojos y entusiasmo todo lo que ha hecho Jaén para recuperar su judería, su legado y su pasado”, asegura Ricardo Djaen, que esta semana volvió por tercera vez a la capital para recibir el premio de la Asociación Iuventa, impulsora de la recuperación del pasado judío y del legado del pueblo sefardí. En esta ocasión fue recibido por las máximas autoridades de todas las administraciones de la ciudad, aunque recuerda que ya en noviembre de 2002, en su segunda visita, Miguel Sánchez de Alcázar, inauguró con él las placas que el Ayuntamiento instaló para señalizar todo el barrio de la judería.
Aprovechando su última visita, Ricardo Djaen, que vive en Buenos Aires ahora, aunque bromea que por su trabajo, arquitecto, aunque dedicado al sector sanitario, más bien es el avión su hogar, ha iniciado el proceso para solicitar la nacionalidad española, como descendiente de los judíos sefardíes expulsados. “He querido hacerlo en Jaén, con un abogado de aquí, aunque me hubiese sido más cómodo en Madrid o Barcelona”. Esta circunstancia no es más que la rúbrica de un sentimiento casi ancestral de recuperar esa tierra perdida, ese hogar negado a lo largo de los siglos, algo que según Djaen es una constante en su familia y en todos los judíos sefardíes que ha conocido.
“Sentí una profunda emoción, un gran orgullo y mucho respeto cuando entré en el edificio que lleva el nombre de mi antepasado, Sabetay Djaen”, comenta. Para la ocasión, el coordinador de las actividades de la UPM, Juan del Arco, decoró un árbol con los títulos de algunas de las obras de teatro que escribió Sabetay Djaen.
“Las referencias con Jaén son constantes en mi familia, por ejemplo, mi abuelo escribió mucho sobre otro ilustre judío jienense, Hasday ibn Shaprut”, explica, al que recientemente se ha recordado con una estatua en plena judería.
La importancia de los judíos en Jaén
Según los estudios y la propia Red de Juderías de España, la comunidad judía de Jaén era una de las más importantes de España. Durante la segunda mitad del siglo XIV se iniciará una época de persecuciones contra los judíos que culminará con su definitiva expulsión por los Reyes Católicos. En 1368, durante la guerra entre Enrique II, al que la ciudad de Jaén era fiel, y su hermano Pedro I, conocido por su papel protector de los judíos, las tropas nazaríes de Granada, fieles a Pedro I, entraron en la ciudad de Jaén y se llevaron prisioneros hasta 300 padres de familia de la comunidad judía a Granada, según escribió Samuel Zarza, en su libro ‘Fuente de Vida’: “Jaén fue tomada por la fuerza y mataron a un número de hombres. Mas en los judíos ordenó el rey don Pedro que no pusieran la mano porque no tenían culpa. Pero que si querían cautivarlos, los cautivasen. Entonces llevaron prisioneros al reino de Granada hasta trescientos padres de familia que vivían en Jaén”. La cifra de 300 padres de familia equivale a unas 1.500 personas, número ciertamente elevado, lo que colocaría a Jaén dentro de las más importantes en la España bajomedieval. Recoge la Red de Juderías de España que durante la segunda mitad del siglo XIV, en parte a causa de las predicaciones del Arcediano de Écija, Ferrand Martínez, se desarrollaron la mayor parte de conversiones forzosas de los judíos y éstos tuvieron que transformar su sinagoga en la parroquia de Santa Cruz en 1391, formándose así con el tiempo la nueva colación o barrio de Santa Cruz. A partir de entonces, la población conversa habitó no sólo el espacio de la antigua aljama sino que se dispersó por los barrios de San Pedro, San Andrés, San Juan o San Ildefonso.
En 1483, los Reyes Católicos establecieron en Jaén el tercer tribunal de la Inquisición, tras los de Sevilla y Córdoba. Este dato demuestra el alto número de conversos que había en Jaén en ese momento, por encima de muchas otras ciudades. Los primeros inquisidores se alojaron en una casa que el Condestable Iranzo poseía dentro de la misma judería. Más tarde, el tribunal de la Inquisición se ubicó en el Convento de Santa Catalina Mártir (Convento de los Dominicos, hoy, Archivo Histórico Provincial) donde permaneció hasta el año de 1526. La Diócesis de Jaén contó durante la Edad Media con dos grandes obispos que ostentaron el cargo de Inquisidores Generales. El primero fue don Diego Deza, hombre de confianza de los Reyes Católicos y tutor de su hijo, el Príncipe Juan. El otro gran Inquisidor fue su sucesor, don Alonso Suárez de la Fuente del Sauz, quien consiguió impedir durante su episcopado el traslado del Tribunal de Jaén a Granada.