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Ahmadineyad advierte de su cambio de relaciones con Occidente

El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, advirtió ayer de que la relación con Occidente ha cambiado después de su polémica reelección, mientras la oposición busca vías alternativas para proseguir con las protestas.

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El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, advirtió ayer de que la relación con Occidente ha cambiado después de su polémica reelección, mientras la oposición busca vías alternativas para proseguir con las protestas.

Envalentonado, el mandatario iraní aprovechó la inauguración de un proyecto petroquímico para lanzar un mensaje a su colega norteamericano, Barack Obama, y a la Unión Europea, que acusan a Irán de ocultar un programa nuclear bélico.

“Los occidentales pensaban que podían destruir la autoridad del pueblo iraní con propaganda falsa. Deben saber que a partir de ahora Irán hablará desde otra posición, tratará a los enemigos desde una nueva perspectiva”, amenazó.

“Han acabado los tiempos en que los países arrogantes sometían a otros países del mundo. Occidente debe abrir los ojos ya que Irán se ha preparado para cualquier eventualidad”, agregó Ahmadineyad.

El presidente, cuya polémica reelección ha levantado una oleada de protestas y disturbios en su país, violentamente reprimidas por las Fuerzas de Seguridad, arremetió contra Obama, al que acusó de interferir en los asuntos de Irán.

“Obama ha cometido un error diciendo esas cosas. Nuestra pregunta ahora es por qué ha decidido seguir la senda de Bush”, afirmó Ahmadineyad.

“Si ese es el tono que se pretende emplear, entonces no hay nada de que hablar. Espero que deje de interferir y que se disculpe de una manera clara que la entienda el pueblo iraní”, apostilló.

Desde que el pasado 13 de junio el Ministerio de Interior concediera a Ahmadineyad una sorprendente y polémica victoria electoral, Irán ha sido escenario de protestas en las que han muerto al menos una veintena de personas y centenares han sido detenidas.

Obama pidió días atrás que se permitieran las protestas, que han sido reprimidas con excesiva crudeza por la Policía y la fuerzas de milicianos islámicos Basij.

Sin embargo, Irán ha acusado a Occidente, y en especial a Estados Unidos y el Reino Unido, de espolear los disturbios para propiciar lo que denomina “una revolución de terciopelo”.

Teherán y Washington rompieron sus lazos diplomáticos en abril de 1980, una vez consolidado el triunfo de la revolución islámica que desalojó del poder al último Sha de Persia, el pro occidental Mohamad Reza Pahlevi.

Desde su llegada a la Casa Blanca, Obama ha tratado de cambiar el rumbo de las relaciones con Irán, pero se ha topado con las reticencias del sector más duro del régimen teocrático iraní.

En uno de los varios gestos de apertura, Washington incluso invitó a los diplomáticos iraníes a participar en las recepciones por el 4 de julio, oferta que ha retirado ante la nueva situación creada.

Mientras, la oposición busca vía alternativas para proseguir las movilizaciones y evitar la represión de la Policía.
En la cruenta represión de las manifestaciones han muerto al menos una veintena de personas, según cifras oficiales, entre ellos ocho milicianos islámicos Basij.

Musaví, por su parte, advirtió de que las amenazas no podrán impedir que el pueblo iraní logre sus derechos.

En un comunicado ayer de la página web Kalameh, el ex primer ministro insta a sus seguidores a seguir con las protestas pacíficas contra los resultados de las elecciones presidenciales del pasado 12 de junio, que la oposición considera fraudulentos.

“Ni las amenazas ni los intereses personales podrán impedir que el pueblo iraní consiga sus derechos. Estoy seguro de que al final se conocerá a quienes han robado las elecciones y han instigado los cruentos disturbios”, afirmó. En este sentido, Musaví instó a los iraníes a proseguir las protestas, pero siempre “dentro del marco de la ley”.

El líder supremo de la Revolución, ayatolá Ali Jameneí, exigió el pasado viernes a la oposición que pusiera fin de forma inmediata a las marchas de protesta y advirtió a sus dirigentes que serían responsables de cualquier derramamiento de sangre.

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