Por lo que se refiere al panorama nacional las cosas no son diferentes. Mientras que se anuncian medidas extraordinarias contra la crisis, como el aplazamiento parcial a desempleados de los pagos de hipotecas de viviendas no superiores a 170.000 euros o la ayuda de 1.500 euros para los empresarios que contraten a parados o a mujeres maltratadas, los partidos aumentan sus asignaciones por encima del IPC e inflan a impuestos a los ciudadanos con nuevas revisiones, desde el recibo de la luz hasta el transporte público. Ya no hay excusa ni más margen para mantener un sistema en el que el ciudadano no pinta nada, en el que la clase dirigente medra y obtiene beneficios sin que nadie cuestione sus acciones. Si nadie lo remedia, será el ciudadano el que solucione el problema creado no sólo en EEUU, sino también en el resto del mundo, incluida España. Con una sangría laboral sin precedentes, batiendo el récord mundial de despidos en un mes, con empresas que no pueden hacer frente a los pagos de la Seguridad Social y millares cerrando mes a mes, con familias acudiendo a los comedores sociales y esquivando a los acreedores, el presidente Zapatero, que acude a la cumbre de Washington por la benevolencia de Sarkozy, habla de acudir al G-20 para hablar del hambre en el mundo y del cambio climático... Las facturas de la luz de La Moncloa, la lista interminable de asesores y otras actitudes lejanas al mínimo decoro y ejemplo de austeridad en muchos políticos, con lo que da la impresión de que ésta no es su crisis, remarcan el nivel de injusticia al que se ha llegado. La nula participación de los ciudadanos hace que cada vez estén más indignados con los partidos, sin excepción, lo cual crea un estado de pesimismo que empieza a invadir el ambiente. Ojalá nos equivoquemos en el diagnóstico.
España
El alarmante paro en la ciudad y la crisis nacional
La situación económica se está poniendo complicada, no hay que irse lejos, lo estamos viendo muy cerca...
Por lo que se refiere al panorama nacional las cosas no son diferentes. Mientras que se anuncian medidas extraordinarias contra la crisis, como el aplazamiento parcial a desempleados de los pagos de hipotecas de viviendas no superiores a 170.000 euros o la ayuda de 1.500 euros para los empresarios que contraten a parados o a mujeres maltratadas, los partidos aumentan sus asignaciones por encima del IPC e inflan a impuestos a los ciudadanos con nuevas revisiones, desde el recibo de la luz hasta el transporte público. Ya no hay excusa ni más margen para mantener un sistema en el que el ciudadano no pinta nada, en el que la clase dirigente medra y obtiene beneficios sin que nadie cuestione sus acciones. Si nadie lo remedia, será el ciudadano el que solucione el problema creado no sólo en EEUU, sino también en el resto del mundo, incluida España. Con una sangría laboral sin precedentes, batiendo el récord mundial de despidos en un mes, con empresas que no pueden hacer frente a los pagos de la Seguridad Social y millares cerrando mes a mes, con familias acudiendo a los comedores sociales y esquivando a los acreedores, el presidente Zapatero, que acude a la cumbre de Washington por la benevolencia de Sarkozy, habla de acudir al G-20 para hablar del hambre en el mundo y del cambio climático... Las facturas de la luz de La Moncloa, la lista interminable de asesores y otras actitudes lejanas al mínimo decoro y ejemplo de austeridad en muchos políticos, con lo que da la impresión de que ésta no es su crisis, remarcan el nivel de injusticia al que se ha llegado. La nula participación de los ciudadanos hace que cada vez estén más indignados con los partidos, sin excepción, lo cual crea un estado de pesimismo que empieza a invadir el ambiente. Ojalá nos equivoquemos en el diagnóstico.
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