Rara vez he visto en una misma tarde dispensar a los diestros uno tras otro una buena muerte a los toros, rápida y efectiva, y sin embargo eso ocurrió ayer en el ruedo de la Maestranza. A la suerte suprema hay quien le quita importancia y sólo se acuerda de ella cuando la tardanza del toro en caer le hace ir a por el descabello y la posibilidad de ‘tocar pelo’ se disipa en un mar de incertidumbre. Pero sobre el albero de la Maestranza ayer vi una de las mejores estocadas en mucho tiempo, la que el jerezano Juan José Padilla le dispensó al cuarto, ‘Conducido’, que encontró la muerte de buena mano y manera.
Al primero, Padilla lo fijó pronto en el capote y lo lanceó en el recibo llevándolo al centro, mientras el toro se entretenía en doblar las manos. El público pidió el cambio. No estaba dispuesto a aguantar lo que se vio estos días atrás. Pero el presidente cambia el tercio, y tampoco fueron tantas las protestas. Para levantar los ánimos, Padilla hace que suene la música decidiéndose a poner las banderillas, nada destacable en este tercio. Con la muleta, el toro se cuela por la derecha, y si le bajas un poco la muleta, dobla. Difícil hacerle faena. El diestro jerezano lo intenta, le echa la muleta al hocico, pero no embiste. Camina y encima repone pronto. En definitiva, un ‘regalo’ de animal con el que nada se puede hacer.
Con el cuarto despegó la tarde. De salida Padilla lo fijó en su capote y le dispensó en el recibo dos medias memorables. Insistió con el segundo en poner banderillas. Otra vez nada que resaltar. Terminado el tercio, el toro se quedó sin fuerzas, parado. El torero lo intenta y liga una tanda por la derecha que no dice nada debido a la embestida cansina del astado. La gente, después de varias tardes infructuosas, y visto lo visto, pide brevedad y Padilla se va a por la espada. El de Jerez se perfiló con el estoque en la mano y le suministró una gran estocada al animal que cayó redondo en cuestión de segundos. Hubo quien apuntó en el tendido: “Esto en su día valía una oreja”.
El primero del Cid, el segundo de la tarde, dio una voltereta en el recibo de capa al humillar y clavar pitones en el albero. Hubo un segundo intento, pero todo quedó en una torsión de cuello. Le sobraban por tanto al astado los dos picotazos que el del ‘castoreño’ le propinó por puro trámite. Hay que destacar en la brega de este toro la labor de Rafael Perea ‘Boni’, siempre eficaz y eficiente. El de Salteras brinda al público, saca el toro al centro y comienza la faena con la derecha. El animal lo busca al final del cada pase, en una de esas lo sorprende y pierde el pie por un momento rodando por el albero sin consecuencias. Por la izquierda el burel tiene algo más de recorrido y Manuel logra hilvanar algunas tandas que dicen algo, pero no lo suficiente, al igual que el toro.
Al quinto, de recibo, el Cid le propina tres medias verónicas muy jaleadas, pero les faltaba sabor. El toro se queda parado tras los puyazos. Tampoco venía de antes con mucha fuerza. En banderillas hay que volver a destacar la labor del ‘Boni’ quien ante la arrancada tardía y forzada del toro llegó a acecharlo en distancia muy corta para conseguir clavarle el par en buen sitio.
Con la muleta, el Cid, se convenció a sí mismo y quiso hacer faena, pero no había de donde sacar. Aún así lo intentó con un toro soso y parado, lo que le granjeó protestas de la grada.
El tercero echó la cara arriba y las manos por delante en el capote. Después de una mala lidia, con pánico en banderillas incluido, el animal marcó las distancias. Era un toro en los medios y otro en los tercios. Salvador Cortés se acopló a la embestida sin brío del animal, y le dispensó tres buenas tandas de derechazos que hicieron sonar la música. Por la izquierda no se dejó.
En los medios no quiso faena y ahí se acabó todo.
El sexto fue protestado por el público desde el comienzo y sin embargo Cortés supo entenderlo. Fue con el que el de Mairena lo vio claro, tanto como para brindárselo a su hermano, quien salió a por la montera al ruedo. Apostó Salvador desde el principio y encarriló por el derecho al toro dejándosela puesta. Al toro le costaba embestir, pero seguía la muleta hasta el final. Fue en la segunda tanda por la izquierda cuando sonó la música. Los naturales de trazo largo, suave y lento, ameritaron a Cortés para pasear una oreja, pero el pinchazo previo a la estocada y el desánimo, que ya se había apoderado del tendido, lo impidieron.
Remontó la semana en manos de Salvador, o eso parece, pero me quedé con ganas de ver a los ‘victorinos’ y al Cid de otros años. O tal vez será que el hastío de esta mala racha ganadera me hace pensar que cualquier temporada fue mejor que está que nos ocupa