Habiendo escrito ya sobre las dos cuestecillas, sería injusto no dedicarle unas letrillas al Mercado Central de La Isla, conocido también como la Plaza, cuando es la que más lo necesita. Según dice la historia, la Plaza se ubicó detrás del Ayuntamiento para resguardarlo de las bombas que tiraban los fanfarrones. En su entorno pasó la infancia este loco. ¡Cómo olvidarme de los pavos reunidos en la puerta trasera del Ayuntamiento esperando que llegara algún individuo sin piedad y señalara con el dedo fatídico al más gordo de la reunión.También recuerdo al hombre que se ponía con un organillo de verbena de manivela y luego pasaba al público un plato de aluminio, que no podía tener más abolladuras. Parece que estoy viendo al que llevaba en lo alto de la cabeza un cestito de ¡Moras de La Isla, moras! Así pregonaba, como el de las ¡Caballas p´asarlas! Para mí era una cosa sorprendente acompañar a mi padre muy tempranito a ver cómo subastaba Román los lotes de frutas y hortalizas que solían venir de Chiclana a lomos de bicicletas. ¡A 10 pesetas el lote de tomates! A 9, a 8…, ¡Mío! saltaba uno de entre el público que rodeaba las mercancías, ¡Para fulano!
La Plaza gozaba de vida, todos los puestos estaban abiertos y un sin fin de gente permanecía volcada en sus negocios. Decir que hoy la Plaza está muerta no es ninguna calumnia. Es verdad que tiene muchos competidores, pero tal como está no puede seguir. Da mucha tristeza contemplar tantísimos puestos cerrados. En cambio, la Plaza de Chiclana, por ejemplo, es fabulosa; una vez dije que daba gusto ir allí a comprar pescado o fruta, que era una Plaza que estaba viva, no como la nuestra, que estaba lista de papeles. Pues hubo quien me contestó diciendo que me fuera a vivir a Chiclana. Hay gente a la que le sienta fatal la bebida. En todo caso, el Ayuntamiento de La Isla podría mandar allí alguno de los asesores a tomar nota.
Y ¿cuales son las soluciones que tiene la Plaza de La Isla? Antes que nada, darle ambiente. Se puede conseguir si, como ocurre en todas las plazas que conozco, hay varias cantinas en su interior con tapitas calentitas. Pregunto: ¿qué se espera hacer con la antigua pescadería? ¡Qué sitio más bueno para que en su interior corra la alegría que da el buen vino de esta tierra y esas tapas gloriosas que acarician el paladar! De camino también habría que intentar una mayor unión de los vendedores, buscar el gancho de unos precios más populares, y que el Ayuntamiento se mojara mucho más en el tema. Siempre se ha ido a remolque, sirva como ejemplo la tardanza en colocar el aire acondicionado. De pescado, mejor ni hablar. Resisten unos cuantos héroes, cuando en La Isla se podría ofrecer una pescadería mucho más completa que en el resto de la provincia. La fruta está bien presentada en los pocos puestos que quedan en pie, pero se nota la tristeza de tantos puestos vacíos.
En fin, habría que convencer al público de que en la Plaza es donde podría encontrar productos de calidad, más frescos y a mejor precio. Y eso se demuestra ofreciéndolos de verdad todos los días.
Hoy por hoy, la Plaza sirve solamente para el recuerdo de lo que fue y no es. Yo con estas cosas es que no puedo. Hoy me voy a tomar las pastillas de hoy y las de mañana, aunque los locos tenemos una esperanza ciega en que la Plaza algún día resucitará y volverá a recobrar la vida que fue perdiendo hasta desangrarse.