¿Nos estamos hundiendo?

Publicado: 14/05/2023
Autor

Paco Melero

Licenciado en Filología Hispánica y con un punto de locura por la Lengua Latina y su evolución hasta nuestros días.

El Loco de la salina

Tengo una pregunta que a veces me tortura: estoy loco yo o los locos son los demás. Albert Einstein

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Voy por las calles, y, hablando solo, me voy preguntando si estaré seguro en algún sitio
En el manicomio están de continuas obras porque se vienen hundiendo los techos y allí no hay quien pare. Es lo que nos faltaba, que nos caigan unos cuantos pedruscos gordos sobre el coco con lo averiado que lo tenemos. Por eso a todos los locos nos han dado unos días de vacaciones para que las variadas pamplinas que decimos aquí las digamos en casa. Incluso nos han dado una bolsa con nuestras pertenencias, entre las que va una camisita de fuerza por si las moscas, un montón de pastillas y la calle para correr. Así que para distraerme no paro de dar vueltas por La Isla y de mirar hacia arriba no vaya a ser que también el cielo se me desplome sobre la cabeza. Voy por las calles, y, hablando solo, me voy preguntando si estaré seguro en algún sitio.

Se divisa un avión en el cielo, pero no creo que se caiga ahora y me coja de lleno a mí que acabo de llegar. Doy un rodeo para no aplastar una inocente hormiga, porque no quiero que a ella también se le venga el mundo encima como se me puede venir a mí. Escucho en mi interior el aplauso sordo de unos animalistas que están chupeteando unas tazas de caracoles. Llego a San Francisco, tiro por San Fernando Plaza y un poco más adelante, de pronto, me refriego los ojos porque no me lo puedo creer. Veo en el suelo un papel amarillo fluorescente en forma de triángulo llamativo, y otro y otro. Parece que son avisos terminales para coches mal aparcados. Voy leyendo textualmente: “El hundimiento de la acera cuesta dinero a los vecinos. Inundaciones en garajes”, “¡Cuidado! Ya varios vecinos se han caído”, “¡Cuidado, la acera se hunde. ¿#San Fernando funciona?”, “¡Atención! Riesgo de rotura de tubería de gas”, “El arreglo de la acera para cuándo?¿#San Fernando funciona?”…

Prácticamente en su conjunto anuncian el fin del mundo conocido tragado por la tierra. Tuve la sensación de que iba en el Titanic y de que en cualquier momento la calle se hundía con la orquesta y todo.

Me quedé pensando con mis escasas células grises. ¿Se hunde La Isla? ¿Son solamente avisos de una posible catástrofe? ¿Ya está aquí el sunami y no nos habíamos enterado? Si alguien se cae en el boquete, ¿podría llegar al mismo centro de la Tierra con el calor que tiene que hacer allí? ¿Iría alguien al rescate? La verdad es que me entró por el cuerpo un tembleque tan horroroso, que los vellos se me pusieron más tiesos que los postes de la Plaza del Rey.

Me quedé dándole vueltas al tema como un loco y llegué a la conclusión de que, si los techos del manicomio se me vienen abajo y además los pies se me hunden bajo el pavimento de La Isla, ¿qué me queda además de las infinitas promesas de los políticos? Y ¿qué podría hacer, si se me hunde el suelo de mi Isla bajo los pies? ¿Tiene remedio la cosa? Como no vale con que uno se queje, he ido corriendo al Ayuntamiento a explicar el caso y me he encontrado una cola infinita de paisanos, en cuyos labios se podían leer muchas frases malsonantes. Después de tres horas de interminable espera y de aguantar el llanto de un bebé que no entiende de estas cosas, me he tenido que ir aburrido.

Pero a mí, aparte del agobio que puede provocar pensar en cualquier hundimiento, lo que más me preocupa es que La Isla se hunda poquito a poco. No lo soportaría. ¿Costas no podría hacer nada por evitarlo?


 

 

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