Estamos hartitos de que nos mareen la perdiz, nos coman el coco y nos engañen con las estadísticas. En el manicomio lo que queremos es que no nos tomen por tontos, aunque estemos locos de remate. La de pamplinas que vamos a tener que escuchar con motivo de las elecciones. Sin embargo, cuando se deja a un lado la interesada propaganda política, los números ya pasan a ser más reales y creíbles. Y no nos vamos a engañar. La Isla se está haciendo por día más vieja. Eso no lo digo yo, lo dicen las arrugas de los amigos, porque las mías ya se encarga el espejo de camuflarlas.
Han dicho los que manejan las estadísticas que el índice de vejez de San Fernando está subiendo más que los precios. Y eso ¿qué quiere decir? Pues que en nuestra ciudad cada vez hay más ancianos, lo cual trae como primera consecuencia que nunca se han visto tan controladas las numerosas obras que hay en La Isla. Ha llegado un momento en que la multitud de jubilados cañaíllas no da abasto para opinar sobre si las zanjas están bien hechas o si los desconchados del Ayuntamiento serán arreglados cuando ya ellos disfruten de la otra vida. Incluso hay apuestas sobre si los palos oxidados que han sembrado en la Plaza del Rey son para organizar una gran cucaña o para que hagan juego con la fuente de la Ardila.
Y volviendo al espinoso problema. ¿Por qué sabemos en el manicomio que La Isla está perdiendo habitantes a un ritmo infernal? Pues es muy fácil de adivinar. Hay lanzado un proyecto llamado
Horizonte 100.000, que propone 75 medidas para que La Isla llegue a los 100.000 habitantes. Pero los locos no vemos el horizonte por mucho que nos asomamos a la tapia. Hay que empezar a hablar ya de bodas a palo seco. Si la gente no se casa, la caída de la población está cantada. Si además no tiene hijos, chungo. La verdad es que hay que estar loco para casarse tal como están las cosas. Y todavía hay que estar más loco para tener unos cuantos hijos. He leído por ahí que un fulano, al parecer cuerdo, dice que para casarse hoy, tal como están las cosas, habría que tener tres millones y medio de euros. Y que en caso contrario los que se casen son unos irresponsables. Tampoco es para ponerse así, pero quizás haya que jugar más a la Primitiva o imitar al Tito Berni.
El razonamiento es claro por mucho que yo tenga la mente averiada. Sin entrar en temas eróticos de profundidad, si no renovamos el parque infantil, esto va a estar hasta los topes de viejos, que es lo que le está pasando a esta tierra de nuestros pecados.
Sabemos que La Isla está pasando de ser una ciudad dormitorio a ser una ciudad ancianita que chochea cada vez más. Pero yo no estoy de acuerdo con los que emplean la expresión “tercera edad”, como si ya hubiéramos pasado dos, y la tercera fuera la última y definitiva. Hasta los coches tienen cinco y seis marchas, y todo el mundo lo ve normal. La pregunta es: ¿qué es lo que nos hace envejecer, además de los trienios? Hay un refrán que dice: “Nada nos hace envejecer con más rapidez que el pensar incesantemente en que nos hacemos viejos”.
Por tanto, vamos a pensar mejor en que La Isla se está llenando de gente mayor con la experiencia yla sabiduría propia de los veteranos.
Envidia nos van a tener los países con menos ancianos que el nuestro.