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Desde la Bahía

Del dos al cuatro de mayo

El efecto dominó de lo que en Madrid prevalezca alcanzará todos los puntos de nuestra geografía.

Publicado: 25/04/2021 ·
21:20
· Actualizado: 25/04/2021 · 21:20
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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Acaba de aparecer el alba. Las campanas, anfitrión bronceado de agudo sonido le han dado la bienvenida. El Cardenal Arzobispo de Sevilla va “imponer el velo” a una “Señorita de Utrera”. Hay murmullo en la nave central del templo cristiano. ¿De quién se trata? Ha sido eterna enamorada, novia fiel durante años de un héroe que perdió la vida defendiendo a su patria.

No era una mañana excesivamente fría en el Parque de Artillería de Monteleón aquel 2 de mayo, pero el intenso viento le producía a los jaramagos un temblor ondulante, de figuras de ballet, cuya música sonaba a requiem. En el horizonte próximo, el velo invisible de las partículas del aire, emulando la pasión de un dios, era rajado por el timbre agudo de un grito ensordecedor “traición que nos lo llevan, raptan al Infante”. El comandante de aquel destacamento militar acababa de cumplir 41 años. Estaba próxima su boda. Su compañero de Armas 28 años. Dos siglos después, todavía las calles de la Isla recuerdan sus nombres, Daoiz y Velarde.  

El arte vive de emociones fuertes, verdaderas  columnas de creatividad, que sostienen y ensalzan el templo de la historia. El maño pintor de Fuendetodos, dio relieve y color al pánico y la tragedia vivida por aquellos héroes, que fueron capaces de resistir unas horas al organizado y poderoso ejército francés.

Es verdad que el español, tantas veces definido como persona de “sangre caliente” la mayor parte de las veces actúa como esa chispa que salta, pero se diluye en el aire, donde queda anulada su energía. Y es cierto que así actuaron los que entonces representaban a la nación, presos en Bayona de sus propias desidias e intereses o bien queriendo emular siempre al extranjero -afrancesados - en vez de exaltar nuestras cualidades que casi nunca sabemos diseccionar para encontrar su verdadero valor. Pero en aquellas fechas unos alcaldes y un Bando de Independencia, fueron suficientes para mostrar que el corazón de nuestros hombres y mujeres, jamás serán esclavos, por más que un ejército de engreídos intente bloquearlo.          

Conseguimos hacer huir y vencer al francés, no con artículos constitucionales, sino en el campo de batalla, por las armas actuando en bloque, en una sola dirección y sin permitir la pérdida de un solo ápice de nuestro suelo geográfico.   Pero sin darnos cuenta la guerra que en nuestro suelo promovieron ingleses y franceses, dejó secuela - con visos de irreversible - en nuestra sociedad.

Han pasado 213 años. Siglo XXI. Mayo, mes de la efemeride de todas las flores de la primavera, no tiene hueco en su alma donde cobijar la belleza. Nace de nuevo, al igual que el año anterior, con la enfermedad y la muerte paseándose por calles y plazas, salones y hogares, para luego sentenciar en cualquier espacio de los centros sanitarios. Otra vez  va a sufrir viendo cómo enmascarados, nos rehuimos los seres humanos y hemos derivado nuestro contacto y caricias a las video-cámaras. La normalidad nos recuerda a Calderón y su obra La vida es sueño porque cuesta trabajo creer en como hemos vivido previamente. Las controversias vacunales, impropias dentro del drama existente.

Mayo cierra los ojos y tapona sus oídos. No quiere ver ni oír lo que en las calles que sufrieron aquel Dos de Mayo se expone y se pregona. Con la miseria formando colas, para llegar a conseguir un plato de cocido, las empresas en quiebra continuada y exponencial, falta de presencia asistencial en las escuelas, suspensión de toda actividad creativa y recreativa y la égira del turismo hay que celebrar elecciones, porque el día cuatro se reparte una tarta cuyos componentes esenciales lo constituyen poder, despacho y moqueta. Ahora sí pueden reunirse las personas en mítines, algarabías, escraches, etc y por descontado ir a votar. Los insultos han tomado las calles y no dejan en su constante vuelo, hueco a las golondrinas. El espíritu de España se desplaza a Madrid. Nos jugamos el ser un bloque granítico dificilmente fisurable o un puzle de gente bisoña, a la que le es indiferente perder algunas de sus piezas.

El efecto dominó de lo que en Madrid prevalezca alcanzará todos los puntos de nuestra geografía. Y la capital del Reino puede aparecer el día cinco de este mayo próximo gravemente escindida por un muro ideológico, que recuerde historias vividas. Del dos al cuatro de mayo, una magia diabólica ha cambiado valor y honor, por resentimiento y odio. Si queremos ser nación tendremos que cambiar los colores rojo y azul, por el rojo y gualda de nuestra bandera, capaz de colorearnos homogéneamente.  

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