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CinemaScope

Rodajes blindados y sets convertidos en búnkeres durante la era COVID

Las productoras invierten miles de euros en equipos de protección individual, en pruebas PCR, en personal especializado y en salvaguardar la salud en el plató

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  • El director de cine Israel González durante el rodaje de su nueva película, La vida que no es nuestra -

Tras sufrir numerosos retrasos y aplazamientos, hacer cambios de guiones y malabares con las cuentas de producción, la industria audiovisual se blinda contra la covid con exhaustivos protocolos de seguridad, y es que, según declara  el director Israel González “no podemos permitirnos un positivo en el equipo”.

“El positivo de un técnico obligaría a poner en cuarentena a una parte del equipo, pero si el contagio se produce entre los actores, la filmación se paralizaría. Habría que esperar a que los contagios se pasaran y volver a poner todo de nuevo en marcha, y eso afecta mucho a nivel económico a la película”, explica González, que actualmente está rodando su nuevo filme. “La vida que no es nuestra”.

La Agencia Efe ha conseguido uno de los pocos permisos que se conceden hoy en día para entrar a un plató. Hace sólo unos meses era algo habitual, común y constante hacer reportajes de rodajes; ahora los sets de grabación se han convertido en una especie de búnkeres y tan solo a unos pocos autorizados se les permite la entrada.

Las productoras invierten miles de euros en equipos de protección individual, en pruebas serológicas y PCR, en personal especializado y en el diseño de acciones concretas para salvaguardar la salud de los trabajadores. “Llevamos unos tres días rodando y el presupuesto solo en medidas COVID ya es de más de mil euros, y todavía nos quedan bastantes días de rodaje”, señala a Efe Andrea Golo, directora de producción de la película.

Toda persona que llega al rodaje, tras pasar por el set donde se le toma la temperatura, recibe una mascarilla FPP2, se limpia los pies en una alfombrilla de desinfección y se echa gel hidroalcohólico, que hay repartido por todas partes. El movimiento de los protagonistas está absolutamente coordinado y nada se deja a la improvisación.

Se ha contratado personal encargado específicamente de velar por las medidas de seguridad: el set se desinfecta antes y después de cada toma, los baños se desinfectan después de cada uso, la zona de vestuario y maquillaje, así como los sofás o sillas donde esperan los actores su turno, se limpian constantemente, igual que los espacios donde se desarrolla la acción.

“Las fuentes de agua han sido reemplazadas por botellas individuales y cada uno tiene su propia bandeja de cáterin y horario de comida; tampoco se permite fumar cerca del set o al lado de personas, tienen que estar alejadas”, añade Golo.

Dentro del rodaje se han creado círculos de acceso, es decir, no todo el mundo puede estar en el mismo lugar que los actores si no son imprescindibles, ya que son los más sensibles al no llevar la mascarilla puesta durante la grabación. La primera localización de este rodaje, al ser un bar de espacio reducido, obligó a mandar a buena parte del equipo fuera y comunicarse por "walkie talkie".

Antes de la aparición del coronavirus, en el plató y durante los rodajes podían coincidir, dependiendo de cómo fuera la película de grande, unas 120 o 140 cuarenta personas. Ahora solo está el equipo imprescindible.

“Los actores somos los únicos que podemos quitarnos la mascarilla, porque tenemos que actuar, pero el resto del equipo siempre va protegido”, manifiesta a Efe la protagonista de la cinta, Érika Bleda.

La actriz señala al respecto que, antes del rodaje, los actores y el equipo tienen que firmar unos papeles en los que declaran que “en todo momento han de ser responsables”, no solo durante la grabación, sino también cuando acaba la jornada laboral y vuelven a sus casas.

“Tenemos que ser conscientes todos de la situación que estamos viviendo, y si queremos seguir trabajando y que se pueda seguir haciendo cine, teatro o series hay que ser muy responsable y tomárselo en serio, más incluso que en una situación normal”, afirma tajante.

El rodaje de “La vida que no es nuestra”, un drama social con tintes callejeros que cuenta la historia de “El Javi”, un chico de barrio que tras cumplir dos años de cárcel sale con la intención de cambiar su vida por completo, no solo se ha visto afectado por la pandemia, sino que también lo ha hecho por la borrasca Filomena.

“Tendríamos que haber rodado la segunda semana de enero y estar ya en fase de postproducción, pero se nos retrasó todo. Tuvimos que modificar diariamente hasta seis y siete veces los planes de rodaje porque no sabíamos cuándo íbamos a comenzar, tuvimos que cambiar la fecha a todos los actores y esperar que les cuadrase también. Una locura todo, la verdad”, apunta el director.

Pendiente de saber si el próximo 6 de marzo González se alza con el Goya a mejor dirección novel por su cinta “Fuel”, el director hace una reflexión su esta nueva normalidad en los rodajes: “La industria tiene que seguir. Si queremos volver a la normalidad tenemos que acostumbrarnos y hay que convivir con esto hasta que haya solución. No hay que preocuparse, pero sí ocuparse, no tener miedo y seguir viviendo”. 

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