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'Rapa': El reto incompleto del thriller rural

Los hermanos Coira y Fran Araújo intentan repetir la fórmula de ‘Hierro’, salvo que trasladándose a la Galicia rural, aunque el resultado se queda a medias

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Los hermanos Coira -Pepe y Jorge-y Fran Araújo han vuelto a unir sus talentos para levantar una nueva miniserie en forma de psicothriller rural que sigue la estela de su mejor trabajo hasta la fecha, la soberbia Hierro. El resultado es Rapa, que toma su nombre de una arraigada tradición gallega, la Rapa das Bestas, y sitúa su trama en una de las poblaciones que aún la cultiva, la coruñesa Cedeira. El punto de partida, de nuevo, es un crimen, aunque la historia, más allá del suspense en torno al desarrollo de la investigación, avanza a partir del retrato personal de un afinado reparto coral que se funde igualmente con la demoledora fuerza de un paisaje hecho a base de contrastes: la ría, el monte y, de fondo, la industria naval de El Ferrol.  

No hay una jueza, pero sí una guardia civil; no hay mafiosos, pero sí políticos corruptos; no hay restos volcánicos, pero sí la misma poderosa atracción de la naturaleza; no hay acento canario, pero sí gallego. En definitiva, demasiados nexos de unión narrativos y de puesta en escena que obligan a una comparación que Rapa no soporta con respecto a Hierro, pero que tampoco desmerecen del resultado final de una serie que, en cualquier caso, no parece superar los retos que se han marcado sus creadores, enfrentados asimismo al complejo de morir de éxito.

Si no lo hacen es porque se apoyan en un reparto sobresaliente -comandados por Javier Cámara, Mónica López y una sensacional Lucía Veiga-, fundamental para una historia que vive de los gestos, los detalles, los vínculos y las motivaciones de cada uno de los personajes, pero -y siempre hay un pero que ponerle a Rapa- que viven condicionados por determinados desaciertos argumentales -la trama política es tan insustancial como estereotipada; incluso la vertiente en torno a la violencia de género resulta más oportunista que pertinente- y un paisaje que, en este caso, aparenta un significado impostado, más cercano a la postal que a la vertiente dramática siempre presente en el caso de Hierro.

Rapa entretiene, pero no apasiona, aunque certifica el buen momento de nuestros showrunners, capaces aquí de permitirse una licencia que termina por convertirse en la mejor aportación de toda la serie: un final realista que subraya la necesidad de alejarse de los convencionalismos. Ese reto sí lo han superado con creces; para el resto no es suficiente con la autorreferencia y la inevitable a otros maestros del suspense.

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