Dirigente polémico donde los haya, Fidel Castro tiene tantos seguidores militantes como enemigos declarados.
Dirigente polémico donde los haya, Fidel Castro tiene tantos seguidores militantes como enemigos declarados. El dibujante Reinhard Kleist no se adscribe a ninguno de estos bandos, sino que mantiene una posición equidistante en su cómic Castro, una biografía ilustrada del histórico líder cubano.
“Mi objetivo era informar acerca de la Revolución y de Castro: qué tipo de personaje era, de dónde venía y cómo se formó su carácter. Pero también quería hablar de los problemas que generó el proceso revolucionario, como el papel de los artistas o la restricción de la libertad de prensa”, señala Kleist (Colonia, Alemania, 1970), en una entrevista con Efe.
“Quería retratar a Castro, ese hombre tan diferente de todos nosotros. ¿Cómo se convirtió en el hombre que hay detrás de la barba y el uniforme? También intento describir la fuerza y belleza que hay en cada revolución, como hemos podido comprobar recientemente en los países árabes. Los problemas se producen más tarde, cuando llega el momento de lidiar con el poder”, apostilla el autor.
La historia arranca en el aeropuerto de La Habana. Corre el mes de octubre de 1958 y el periodista Karl Mertens llega a la isla con toneladas de curiosidad. Su objetivo es entrevistar a un joven revolucionario, líder de un ejército improvisado, que se esconde en las profundidades de la Sierra Maestra. Su nombre: Fidel Castro.
“Karl es el personaje que nos introduce en la trama. Es fácil identificarse con él. Cuando la historia se desarrolla podemos entender sus problemas y los de sus amigos. Castro no es una persona con la que un lector pueda identificarse”, advierte Kleist.
“Por su parte, Karl vive la Revolución a pie de calle. Cuando Castro anuncia una nueva ley, digamos para el racionamiento de alimentos, no quería mostrar solamente el discurso oficialista, sino la forma en que esas decisiones afectaban a la vida de las personas”, apunta.
El ilustrador viajó a Cuba en 2008 y recorrió la isla durante cuatro semanas, una visita de la que nacería Havanna. “Ese libro refleja mi papel de extranjero que visita un país diferente al suyo y luego regresa a su privilegiada libertad europea. Al final del libro me enfrento de cara al malvado capitalismo”, explica.
Havanna plantó la semilla de Castro, que huye de valoraciones personales. “Algunas personas me juzgan por ser crítico”.