Los avances en terapia celular invitan a ?soñar? y permiten ser ?optimistas?, con ?precaución?, sobre la posibilidad de parar el envejecimiento.
Los avances en terapia celular invitan a “soñar” y permiten ser “optimistas”, aunque con “precaución”, sobre la posibilidad de detener el envejecimiento, lo que no implica la inmortalidad, según declaró ayer a Efe el profesor del Instituto Salk de Estudios Biológicos de Estados Unidos Juan Carlos Izpisúa.
“La mayoría de las enfermedades aparecen cuando somos viejos”, señaló el investigador, quien considera que la idea de detener el envejecimiento es “difícil de creer”, pero “poco a poco” empieza a calar entre los científicos como algo viable.
Durante una conferencia en el Congreso de la Sociedad Española de Transfusión Sanguínea y Terapia Celular, que se clausuró ayer en Málaga, Izpisúa afirmó que el envejecimiento es “la enfermedad más importante del ser humano”, puesto que casi el 90% de las enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas y el cáncer están relacionadas con él.
En los últimos diez años se han descubierto genes implicados en ese proceso y cómo su alteración da lugar a una modificación del envejecimiento de los animales analizados, si bien “todos ellos cuando se trasladan al ser humano dejan mucho que desear”, advirtió.
A partir de una investigación sobre el síndrome de envejecimiento prematuro Hutchinson-Gilford, cuyos enfermos tienen acumulación de una proteína denominada progerina, se ha desarrollado un modelo de investigación sobre el envejecimiento humano.
Entre la población normal se produce un aumento de los niveles de progerina del 3% anual por año, que se centra en determinados tejidos, pero que sigue una curva “de cero –refirió– cuando nacemos a unos niveles muy altos cuando envejecemos”.
El también director del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona, explicó que ahora es posible corregir modificaciones genéticas, y que esas células corregidas se puedan implantar en humanos, pero “los problemas son muchos”.
En este sentido, se refirió a los tumores que desarrollan los ratones de laboratorio, aunque sea en un porcentaje “muy pequeño” y al final de su vida.
“Hasta que no entendamos cómo restringir su potencial de proliferación, sería totalmente irresponsable implantarlas (las células)”, manifestó a Efe Izpisúa, quien considera que la sociedad debe plantearse si quiere aceptar este tipo de ensayos en humanos, que él –aclaró– no defiende por los problemas de seguridad que conllevan estas técnicas.
El profesor aludió a las expectativas “fuera de la realidad” que existen hoy en el campo de la regeneración, ya que en internet pueden encontrarse clínicas que luego “toman el pelo”. “El estado de la investigación es tan burdo, tan básico, que pensar que puede tener una aplicación práctica hoy en día es engañar”, declaró.