Once de la mañana. Cinco niños y cinco niñas de 3 añitos aguardan expectantes ante la puerta del colegio Celestino Mutis. Unos están en brazos de sus padres, otros agarrados a sus piernas, una pequeña se aferra al asiento de su carrito y sólo un pequeño se atreve a corretear ante la atenta mirada de su madre.
Once de la mañana y la puerta se abre. La conserje, Mirian, regala una sonrisa cálida y tranquilizadora a los peques, y también la comparte con los progenitores y un par de abuelas que no han querido perderse esta primera vez, la de ver a sus nietos atravesar el umbral del requetenombrado ‘cole de mayores’.
Pero antes, deben superar una prueba: la del detector de niños pequeños. “¡Buenos días! ¿Tenéis ganas de entrar? Pues en este cole sólo entran niños grandes, ¿eh? Los niños pequeños no, así que voy a poner a funcionar el detector de niños pequeños mientras vais pasando. Pi, pi, pi, pi…”. Y con esta simpática táctica, que arranca la sonrisa de pequeños y mayores, el maestro Enrique consigue su objetivo: Los diez menores matriculados en la clase de Infantil de 3 años del Celestino Mutis -de una sola línea- acceden decididos al aula que los acogerá hasta el próximo mes de junio. Sólo una pequeña derrama lágrimas a su paso por el detector.
Al alumnado de Infantil de 4 y 5 años -que accede sin lágrimas- lo recibe la festiva tripulación de un barco pirata que ha llegado tarde a la Gran Regata. Ataviados como bucaneros, el profesorado de este centro educativo público recibe a la joven marinería, aunque experta ya en esto de zambullirse en la vuelta al cole.
“¡Ea, pues ya os los devolvemos en junio!”, se despide el capitán del barco de los progenitores de estos menores una vez termina el breve espectáculo de bienvenida. Unas palabras que las madres y padres reciben con risas y con algún que otro burlón “Ojalá”.
La sorna se deja a un lado cuando los progenitores, principalmente las madres, hablan, a la puerta del cole, de conciliación, del gasto que supone el regreso a las aulas, de los recursos para atender a los pequeños con necesidades educativas especiales, de la calidad de los menús del comedor escolar o de la climatización de las aulas.
“Hoy no hay conciliación, imposible. Mis tres hijos entran y salen del cole a horas distintas, por lo que ahora por la mañana me resulta imposible ir al trabajo, así que esta tarde tendré que hacer todo lo que se me ha acumulado. A ver a qué hora salgo...”, lamenta Tamara, que agradece que ya mañana no haya periodo de adaptación y comience también el comedor escolar. No obstante, su preocupación será otra:la calidad de la comida. “A ver qué tal son los platos…”.
Dunia, madre también de tres hijos, echa cuentas del elevado desembolso que supone la vuelta al cole, con la adquisición de los libros, del material escolar y de ropa y calzado nuevo. “Es un gasto horroroso. Menos mal que hay cosas que se pueden ir pagando poco a poco, pero aun así es un coste alto porque, en mi caso, son tres niños”.
Y así, con preocupaciones e interrogantes, con sonrisas y lágrimas, y con primeras veces y reencuentros comienza este nuevo curso escolar.