“Sería lindo que la gente se humanizara un poco más”, asevera Liniers en una entrevista por correo electrónico con Efe, una máxima que define a la perfección el trasfondo de sus dibujos, publicados diariamente, desde 2002, en el periódico La Nación.
En lo físico, los personajes de Macanudo tienen poco de humanos: son duendes, aceitunas en peligro, bolas trogloditas o robots sensibles.
Bajo esta apariencia, que roza con el absurdo, Liniers descubre un universo impregnado de diálogos delirantes, un reflejo de su desbordante imaginación que se cruza con leyendas como Pablo Picasso, con un gato llamado Fellini y con personajes que debaten con su propia visión del mundo.
“Si metes a todos los personajes en una ensalada, sale una ensalada de mí, que soy humano... Lo más que puedo”, explica Liniers, que se esconde disfrazado de conejo y reconoce que los personajes representan diferentes aspectos de su personalidad.
El conejo es su “liberador” disfraz de Batman, confiesa, convencido de que “es más fácil hacer papelones en las fiestas de disfraces que en las fiestas normales, porque uno se siente más el personaje recreado que sí mismo”, asegura, siempre crítico con las apariencias y con las barreras de la sociedad de consumo.
De ahí que invite a sus lectores a viajar a la Antártida con su colección imaginaria de pingüinos o a contemplar un cielo estrellado junto a Enriqueta, una niña apasionada de la lectura a quien la inocencia no impide pronunciar frases como esta: “Cuando algo es lindo no necesita marketing”.
La vitalidad intrínseca al universo Liniers bebe de las canciones de Dylan, las películas de Woody Allen y los libros de Crumb, según reconoce el propio dibujante argentino.