El día es delicado. La primavera y sus aromas se intensifican con las gotas de lluvia, con el fresco de la mañana. Es un día para pasear hasta la plaza Padre Jerónimo de Córdoba. Antes de acercarme al portalón de madera cumplo con el ritual de acercarme a la estatua (1) que reconoce la grandeza de Pepe Peregil. Encaramado y agarrado al balcón, para que su gran cuerpo no se vaya detrás de su voz, que impulsa los sentimientos hacia el cielo.
El nombre de la taberna es una contundente declaración de intenciones. “Un nombre muy bonito”, establece Álvaro Peregil con criterio. Con él es con quien tengo este ratito de charla.
Metidos en faena, Álvaro se lanza, de cabeza y disfrutando, a sumergirme en la idiosincrasia peculiar, divertida, salvaje también, sobre todo humana, en la que la figura de su padre, Pepe Peregil, se eleva inconmensurable. Una persona que es personaje y a la vez un ser entrañable, de andar por casa, que siempre trataba de hacer feliz a los que le rodeaban. “Mi padre no tenía nada para él. Todo era para los demás”.
“Mi padre hasía de cualquier cosa normal… hasía una anécdota”. Pepe Peregil y las circunstancias que le rodeaban crearon una complicidad volcánica. Es un poco el “no me toques las palmas que me conozco”. Pepe sabía tocar las teclas para una guarnición desarmada de maldad, que ansiaba saltar por los aires, en un polvorín de juerga y cachondeo.
NOTAS HISTÓRICAS.
En las raíces está el bisabuelo por parte de madre. Desde 1915, reinando Alfonso XIII y en plena Primera Guerra Mundial. Este bisabuelo se lo deja a su yerno, que es el abuelo de Álvaro. Juan de nombre. Juan se lo deja a su hija, pero quien lo trabaja es su marido. A la sazón, Pepe Peregil. El sobrenombre, casi culinario, era un homenaje al abuelo de Pepe, que se apellidaba Pérez Gil.
“Mi bisabuelo monta dos tabernas. Una se la queda mi tío. Y monta muchos despachos de vinos. Entre ellos el que yo tengo en Mateos Gago… que eran tabernas pequeñitas en las que despachaban su propio vino. Vino de Manzanilla”.
“Mi padre regenta esto, un negosio familiar, cuarenta y sinco años. Cuarenta y sinco. Por desgrasia, lo tiene que dejar porque fallese. Y aquí está su hijo y llevo con esto dose años. Los que falta mi padre”.
UNA VOZ FLAMENCA PARA UN TABERNERO ESPECIAL.
Cuando la taberna es la patria y se abandera con el buen corazón. Los horarios de una taberna son inescrutables. De sol a sol o de luna a luna. Hasta que la proclama comedida adquiría tono apocalíptico y atronaba entre las paredes del lugar “podéis iros a hacer puñetas”
“Mi padre cantaba ahí, detrás del mostrador. Curraba, eh. Trabajaba, eh. Yo me acuerdo, de shico, mi padre trabajaba en La Trocha, en el tablao flamenco. Abría por la mañana. Horario de taberna. Siempre de taberna. Dose del mediodía. Hasta las cuatro de la tarde. Almorsaba y se echa a dormir la siesta. Bajaba y abría por la tarde. A las osho. Y ahora cogía a uno, aquí, el Salvador, que era palmero suyo, illo, quédate en la barra, Salvador. Se subía, se ponía el traje y se iba a La Trocha y daba el primer pase”. No sé si a estas alturas les está entrando un poco de agobio. Pues tranquilidad, que falta el remate del tomate. “Volvía, serraba el bar y se volvía a haser el segundo pase. Hasta que ya mi madre le dijo o el cante o el bar. Y el bar es el que nos va a dar una calidad de vida”.
Esto no da mucho margen de error, porque Álvaro sabe que no les ha faltado de nada. Buena educación y la posibilidad de prosperar para su hermana, su hermano y él mismo.
“Tuvo que elegí. La jefa le dijo… vamo a ser sinsero. La vida de la noche, el flamenco, y demás… era una época muy peligrosa (2). Mi padre nunca se ha metío cosas… cosas raras. Manzanilla y eso. Aquí o la taberna. Tuvo la suerte de que le dieron a elegir además como diciendo ¡el bar!”. En el bar había menos… peligro. Te doy a elegir, pero mira pa´l bar.
“Otros compañeros de mi padre, del mundo del flamenco, no han tenido…”. Al final la familia y su bienestar pesaron de forma determinante en la decisión.
A Álvaro se le iluminan los ojos y proclama, declama y reclama. “Esto era una cosa muy bonita. ¡Esto fue…! es que no se puede defender a los amigos… ¿por qué no? Hombre, es que como es tu amigo, tú que va a decí. Pues esto es lo mismo. Y yo voy a hablá lo que yo creo. Esto fue el último reducto… de aje natural. La Anselma tenía mucha gracia y mucho arte, pero estaba todo mu sincronisado, mu pactado. Mi padre aquí no ha pagado aquí a ningún cantante. Yo sí. Y mi padre era el director de orquesta, detrás del mostrador, y no paraba de cantar. Lo de mi padre, ya, es inviable. En el mundo de la hostelería ya todo es muy prefabricado… pero, bueno, como todo en esta vida”.
A veces los detalles en los que pocos reparan son los que gritan las verdades del barquero. A los que nadie aplaude, pero que cualquiera reconoce con admiración y en silencio. “Era afable con todo el mundo. Y a lo mejor llegabas tú, sin conosé, ise, fu, ay qué ve, tío, ahora me hase falta una cosa y no… y hase mi padre: espérate niño, quédate aquí, espérate, y se iba a buscar ¿no te hasía falta? Illo, pero. Sí, hombre, es que ese tiene uno… ¡cualquier cosa!” Y no le conocía de nada”.
Pepe era un imán para la buena gente y las buenas ondas. Su clientela era infinita y alrededor de su barra no había clases ni nada artificial que condicionara la convivencia.
Mientras todo eso de la fiesta diaria explotaba a su alrededor, para Álvaro era lo cotidiano. No le daba el valor que ahora, en la distancia, ve y vemos que tiene. “El Instituto, las niñas, esto, lo otro…”. Su cabeza estaba en otras cosas.
“Mis padres nunca han querido que yo trabajara aquí. Sobre todo, mi madre. Lo que pasa que ya en el año noventa y uno, noventa y dos, con diesisiete añillos por ahí, con la Expo hubo mucho trabajo”. Hay un giro necesario en el guion.
Aunque, en el terreno de las tablas profesionales, no nos podemos olvidar que Pepe Peregil acabó con unos quince discos propios y colaboraciones con Los Cantores de Híspalis. Así que lo siguiente no puede ser sorpresa. ¡Cómo no iba a haber un hueco en el mercado musical para alguien tan grande! Había hueco.
“La segunda oportunidad artística de mi padre viene ya con el boom de las sevillanas. Entonse le disen a mi padre, como se lo dijeron a tanta gente Pepe, graba sevillanas. Bueno, pues vale. Le escribía casi todas las sevillanas un gran autor que se llamaba Paulino González. Le escribe la sevillana del jamón y pega el pelotaso”. De pata negra, como todo lo que se ve y entrevé en lo que escucho en este ratito. “Como me alegra, primito hermano, como me alegra… comer jamón serrano de pata negra… te habrá dado cuenta que no sé cantá”. Igual esto último es verdad. Igual no tanto. “Ahí graba unos pocos de discos consecutivos. Entonse ya nosotros estábamos estabilizados, ya mayores. No la época anterior que mi madre le dijo… ¡tres niños seguidos, en tres años! Po tú te imaginas teniendo un niño resién nasío y dos más. Uno, dos, tres años”.
“Mi padre vuelve un poco al mundo artístico. Entonse él también nos dise niños… tenía aquí a un hombre, Paco, que se llevó treinta y sinco años y le ayudaba los fines de semana, … yo no puedo dejá solo aquí a Paco. A otro más no voy a meté. ¡Ustedes! Ayudábamos a Paco, hasta que yo ya desidí, con veintitrés años, papa, yo ya no voy a estudiar más. Yo me vengo contigo a la taberna. Y fue en ese mismo momento cuando surge lo de Mateos Gago”. Ese rinconcito llamado La Goleta o taberna de Álvaro Peregil. Donde no se puede correr en el aseo ni cabe casi su timonel, pero que es lo más grande en esa acrisolada calle.
La Goleta era de un tío de la madre de Álvaro, que antes fue de su bisabuelo.
EN LA SELVA DE QUITAPESARES LA FAUNA HA DE SER, INEVITABLEMENTE, SALVAJE Y TIERNA A LA VEZ.
Pepe era un show. Un continuo estallido de energía y simpatía. Y eso le confería un efecto de atracción incontenible. Por su taberna pasaba lo más granado de la ciudad en cuanto a arte y desvarío. De la ciudad y de parte del país y del extranjero.
“Alfredo Kraus era más serio que una multa”. Con el tenor canarión hubo una coexistencia curiosa porque se unían dos polos opuestos. “Y mi padre era todo lo contrario. Ese binomio se ha dado mucho en el mundo del arte. Ortega y Gasset iba en busca de Rafael El Gallo, o de Juan Belmonte. Jacinto Benavente, que era un tío muy introvertido y le gustaba quedar con Estrellita Castro”.
“Cada vez que venía a Sevilla quedaba con mi padre. Mi padre no tenía comida, sólo la chasina. Y mi madre hasía una olla de garbansos y se la comían ahí. Y se ponían a cantar”.
“Mi padre se lo presentaba a to el mundo… Don Alfredo Kraus… entonse, aquí estaba la reunión que paraba el panaero del barrio, paraba un pintor de categoría, Paco Gómez, paraba el boticario de la Puerta Osario, don Juan Alba Mendaro, … y se dio esta breve conversación entre el artista del bel canto y este último:
- Don Alfredo, le voy a desí yo a usté una cosa ¿Es verdad que Peregil, con la voz que tiene, podía haber sido un gran tenor?
- Sí. Peregil con la voz que tiene puede cantar lo que quiera, pero si Peregil cantara ópera no sería tan feliz como lo es ahora.
Delante de un palio fue a cantarle una saeta a la Virgen. Y el capataz le pidió, por favor, que se separara un poco porque con aquella voz podía apagar la candelería (3).
A José de la Tomasa se le imputa, entre picardías de amigos, que solía decirle con la guasa al uso: tú no cantas saetas, le riñes a los santos. Basta abstraerse en su recuerdo para que aquella voz de Zeus tonante y tunante de Manzanilla te llene los oídos.Ahí es nada el anecdotario que viaja de boca en boca (3).
“Mi padre conoce a Alfredo Kraus en el programa de Primero Izquierda (4) de Carlos Herrera. Mi padre hacía de camarero. Y le explicaba Peregil, ustedes cantáis con el corasón. Nosotros lo hacemos con el diafragma, con la cabesa. Ustedes sois como los niños chicos, que se llevan toda la noche llorando y no se quedan roncos”.
Esa parroquia era de gustos mundanos. Buscaban el placer sin florituras. “El tinto ese de Coviella, de ese, mi padre un día les abrió una botella. Mirad, probad… Uy, qué tinto más bueno. Y fue a echarles otra. ¡No,no! Está muy bueno, pero, Pepe, a nosotros nos gusta el tinto malo. El tinto bueno no nos gusta. Ya está. El tinto que se bebía aquí era el Valdepeñas. El Valdepeñas malo”.
“Mi padre tenía aquí un elenco de artistas. ¡Para mí había dos personajes…! uno fue Luis La Mini Morris, un mariquita lotero. Que le gustaba cantá por Mari Fe de Triana. ¡Tenía una gracia y una historia! La Mini Morris porque era así (y baja Álvaro la mano con la palma hacia abajo). Era bajito, de aquí de Sevilla. Se ponía ¡Señoras, pa toh ustede…!, y mi padre la presentaba ¡este gran artista! ¡Luis La Mini Morris!” Todo el mundo aplaudía y Luis se sumergía en su papel con las castañuelas en ristre. “Voy a interpretar, para todos ustedes, una canción de Marifé de Triana que lleva por nombre y título Tres veces loca”. Se murió joven y sin poder pagarse el entierro. Alguien, a buen seguro de gran corazón, le quitó ese pesar póstumo.
Y ya, por último, Satoru, un japonés. Se tuvo que volver a Japón para poder heredar, pero se llevó aquí… treinta, cuarenta años. Tocaba la guitarra… tocaba la guitarra muy bien, muy bien, pero ya se engorfaba. Y, claro, la guitarra tú tienes que cogerla toh loh diah. Si no… ¡y venía toh loh diah! Lo tenía que llevar mi padre a dormir”.
“Era también de los que llegaban rezagados, últimos en la carrera popular de la noche buscando la meta de la taberna.Y se repetía la escena. ¿A estas horas vienes, Satoru? Y el japonés se arrancaba: tiritiritiriri. Para que Peregil le preguntara ¿cómo se dice cabrón en japonés? Y el japo respondía: Pelegil…” nos vuelve a contar, en el ABC, Félix Machuca.
“Y luego lo más importante fue El Risitas que, claro, sale de aquí. Mi padre es el que lo lleva al Quintero. Y El Peíto”. El Risitas y El Peíto, que se decían cuñaos, pero que no eran ¡cuñaaaaaos! El segundo era del barrio y El Risitas del Polígono Sur. Estaban solteros los dos. Bombas de relojería y un desastre.
Entre Jesús Quintero, El Loco de la Colina, y Pepe surge un algo especial. “Quieras que no, las noches… Jesús era de Huelva… Mi padre también, de Manzanilla. Y le dijo, Pepe tráeme a este, al Risitas, que lo he visto… Porque El Risitas salió en Tele 5 y ya Jesús le dijo si vas a ir a Tele 5 ya no te traigo más y El Risitas le contestó contigo siempre, Jesús. Y eso Jesús lo agradeció”.
“Todavía vive Carmen, Carmen La Pantojita. Carmen se puede desí que me ha criao a mí, prácticamente. Se subía a mi casa, se ponía a ver los fines de semana lo del corasón con mi madre y espérate, ahora vengo. Bajaba, cantaba y se volvía a subir”.
La Pantojita era una de tantas artistas que luchaba por la dignidad que es ya, de por sí, ganarse la vida. Sabiendo que nunca serás una estrella los esfuerzos han de ser tremendos para no estrellarse. Pepe acogía su dislate. Su no cantar, su no bailar, su no tocar la guitarra. Era humor lo de La Pantojita y lo que buscaba la gente. La frontera entre que se rían contigo o de ti es a veces permeable. La apuesta de toda esta gente era ser parte del espectáculo y comer. El día a día.
La gente venía a verlos. Quitapesares era su hogar. Donde se sabían acogidos y donde el público aportaba lo suyo en la colecta “a la gorra”.
Había golferío sano. Se cerraba la puerta o la gente se salía… “la gente del barrio todavía me comenta… de haserse los pitillos en la puerta, hasiéndose fotos con Rafaela Aparicio. Con Paco Rabal, cuando estaba preparándose la serie Juncal (5). Pasó muchos meses en Sevilla. Estuvo aquí buscando y empapándose. Le paso también, lo escuché, cuando Los santos inocentes, creo que se fue al Castillo de las Guardas, por allí, y pasó mucho tiempo con el medio tonto del pueblo. De hecho, a uno de ellos le pidió la ropa. Lo contó la mujé en la tele. Le compró la ropa”.
“Aquí cogió a dos o tres. Uno de ellos Pepe Barona, que para aquí, pa que lo llevara al tema de las ganaderías. Era muy afisionao. Y a Simón, con su mascota. Tú lo ve… era… Simón es el que introduse la manzanilla. Era representante. Llegaba a los bares: buenas tardes a todos. Eso lo tiene clavao Paco Rabal en Juncal”.
La variedad de enamorados de este paraje de ilusión era amplia. “Paco, Paquito Fernández Ochoa, el esquiador… Pepe, a mí me dejas, yo me meto detrás del mostrador… ¡y se ponía a despachá! Le gustaba. Pues, na, Paquito, métete, hijo”.
“Llegaba Paco Cepero. Le daba la guitarra y se ponía a tocar. O Rafael Riqueni. Son cosas que…”.
“Había una cosa muy buena… mi padre tenía aquí una máquina de discos. Todo era los singles, estos que regalaba Soberano, pero todo era flamenco. Pansequito, Fosforito, su amigo Chiquetete… Antonio Cortés que se sentaba ahí a cantá por soleares de Triana, si tenía que cantá, eh. Era muy amigo de mi padre. Muy amigo. Lo que pasa que… mi padre cuando veía a Antonio desía qué le ha pasao. Cosas de la vida, de no poder apenas hablar. Muy buena persona y, bueno, la vida. Cosas (…). La vida. Era una época… cuando el alcohol desaparese, se sustituye por otras cosas y demás. Desconocimiento y otras historias. La vida”.
“Mi padre era el que lo orquestaba todo. Hacía cantar a uno, a otro. Llegaban los Salesianos… todos los alumnos han pasao por aquí… se ponían a cantar la Salve de María Auxiliadora todos ¡Era una cosa!”.
Pepe le daba a todos toítos los palos. “Le gustaba ser tuno. Hoy en día, vienen los tunos, dos días antes del día sinco de disiembre, se suben ahí, le ponen la toga a mi padre, que está ahí, la capa de tuno. Y le cantan y le hasen la ronda a mi madre. Muy bonito, muy bonito. Salían de aquí a las sinco la mañana, borrachos… y a mi padre, a lo mejor, muchos se iban sin pagar, lo que le preocupaba siempre los vasos: ¡¡no llevarse los vasos!! Y se reían no le importa que no le paguemos, pero…”.
“Entraba el Flores, caballero legionario, ¡así!”, y baja Álvaro la mano para indicar que el tal Flores se sentaba en una peseta y le colgaban las piernas. “Que se desía que se carteaba con Lady Di. Er tío más feo del mundo. ¿Tú, caballero legionario? Pues tú serías la mosca que iba en el rabo de la cabra”. Y llegaba un momento en el que entraba todo el mundo y todo el mundo era arte y parte del espectáculo. Era un pique por decir la ocurrencia más sonora, el requiebro más extremo, el disparate más inopinado. “Hoy en día eso es mu difícil. Hoy en día se pone aquí a cantar un tío por soleá y allí hay dos personas y están vuerta esparda y no lo escuchan. ¿Ustede habéis escuchao alguna vez un tío en una taberna cantar un fandango?... no, no… ¡¡lo tenéis aquí, caraho!!”.
LOS FINES DE AÑO LLEGAN PORQUE TIENEN QUE LLEGAR.
Último fin de semana de noviembre. Para qué esperar más si las ganas están ya… que luego todo se desencadena de golpe y uno anda saturado, casi cumpliendo por cumplir. Que son fiestas bonitas, familiares. Que sí. Pero que si se descargaran un poco tampoco pasaba nada. Las comidas de empresa, las cenas de empresa, las borracheras de empresa. Casi faltan los desayunos de empresa, pero no quiero dar ideas. Las compras. Me falta algo, no sé para quién, pero me falta algo. Pa Juanito me parece poca cosa. ¿A la tata le compramos algo? La gente que llega con el turrón El Almendro, que tenemos que vernos, pues claro, ya busco un hueco… ¡¿dónde?!
Así que, en noviembre, que aún la bulla no es tanta, en Quitapesares se reunían para festejar la llegada de las doce de la noche de un día tan estupendo como otro cualquiera.
Eran unos doce matrimonios, uno por uva, con todos los avíos. La ropa de gala, los turrones, champán, pescaíto frito, las uvas a tutiplén para todo el que se apuntara al cachondeo. Y a cantar villancicos con su toque clásico o el flamenco de rigor, por tratarse del sitio del que se trata.
“Todo fue porque una reunión de shavaleshiso la mili… Estoy hablando, ¡yo lo conozco de toa la vida!, de hase sincuenta años. Ya eso se dejó de hasé, porque fallesió mi padre y lo quisimos continuar… pero yo ya … lo que era de mi padre era de mi padre”.
“El Peíto cantaba la del Tamborilero… y se ponía el caminooo… pom, pom, bocadillo de jamón”. Y Álvaro sonríe como si la escena se estuviera dando en este mismo momento.
EN LO ALTO DE UN BORRICO.
La hermandad de la Sagrada Cena decide organizar, para las fiestas de la Encarnación, un paseo en burros para los más pequeños (6). “Es que hay niños que no saben lo que es un burro, eh. Un niño ve un burro… mira, un caballo viejesito. El hombre de los burros venía de Córdoba, de Rute. Ea, pues ahora se monta el niño grande. Y el último que se montaba era mi padre y metía el burro en la taberna. A los de Rute los ponía masiso”.
“Yo me acuerdo cuando iba a Manzanilla porque mis abuelos son campesinos y mi padre iba en burro al campo, donde trabajaban”.
Estas frases son un alto en el camino. Para mirar desde abajo como se mira desde arriba. Para ser siempre el mismo ser.
MANZANILLA.
Seguimos el camino por un nombre que tiene acidez y cuerpo. Aroma punzante con notas florales. No es sólo cómo llamar a un caldo del que, en Quitapesares, se ha hecho bandera. Es un lugar en el Condado de Huelva. Donde paraban los obispos, cuando la carretera antigua de Sevilla, de camino a la capital, porque era el primer pueblo de la diócesis.
De allí, y con mucho orgullo, manifestado en cada ocasión que tenía, era Pepe Peregil. “De hecho, tenemo allí casa. Mi padreeee… nadie es profeta en su tierra. Yo creo que Manzanilla… luego, cuando fallese, como fallese, se crea una asociación que es Amigos del Peregil. A mi padre le dan la medalla de la ciudá (de Sevilla), en vida, en el 2009. Cuando fallese le ponen un monumento que ahí está. La ciudá de Sevilla, eh, con la de artistas que hay. Manzanilla, que era su pueblo, que él lo llevó a gala, pues no se daría cuenta, en verdá, que era… que mi padre estuvo en Nueva York, que estuvo cantando en el teatro de Paul Newman, en Connecticut, en Francia tocándole Rafael Riqueni, Manolo Franco, los mejores guitarristas… quizá, creo, a mi entender, que Manzanilla le nombra hijo predilecto a última hora y casi de cagalástimas”.
“Nosotros agradecidos, estuvimos allí... lo único que pensé es si mi padre es lo que es porque se ha criado en un entorno familiar, que eran mis abuelos y el entorno que es Manzanilla, el de ustedes… la gente llorando. Y lo que es más importante es que él lo tenía claro. Que había que ser como fuera, pero lo mismo que subido en lo alto de un borrico que cantándole a los reyes de España. Siempre el mismo y de la misma manera”.
YO NO QUIERO SER MI PADRE.
Álvaro lanza esta frase como un principio vital. Como una coraza defensiva y como un abrazo tierno hacia su progenitor. Inigualable y, por ello mismo, un referente que puede hacer daño si la gente te exige que le hagas sombra y consigas que su ser peregilero no muera nunca. Porque cuesta mucho asumir que lo que él dio en vida se vaya quedando sólo en el recuerdo y no lo puedas renovar en otra noche de las de antes en Quitapesares. Las habrá mejores y peores, ¿a ver quién le pone el cascabel al gato?, pero serán diferentes.
“Yo no quiero ser mi padre. Es que no lo soy. No puedo serlo. Yo a lo mejor me pude equivocar… decidí que yo no iba a seguir esto de mi padre y de ellos”.
Para recordarle que eso era así ya había quien daba su parecer sin que nadie se lo pidiera. “Tú te quiere paresé a tu padre… bueno, eso me lo dijeron a mí desde chico. Y a mi padre creo que eso le sentaba como dos patá en los cohone, que la gente se metieran con eso: ¿A quién se va a paresé mi hijo, cohone?,se va queré paresé a…”.
También con esto me aterriza en la mente un dicho aguileño, de la costa murciana, “el que no se parece a su padre es un marrano”. Ahí lo dejo.
ASOCIACIÓN DE HOSTELEROS DE SEVILLA.
“Aquello fue… ¡lo pasé mal! Lo pasé mal. Me llevé cerca de diez años trabajando en la directiva”.
Le propusieron afrontar un período post coronavirus lleno de esperanza y también incertidumbres. Nada fácil y menos cuando no todo el mundo rema en la misma dirección. Cuando los tirones hacia un lado y hacia otro marcan diferencias y rasgan las costuras de un traje siempre en peliagudo equilibrio. “Yo me ilusioné y lo iba a hasé”. Cafeterías, bares de copas, terrazas, tabernas, … “Lo que quiere uno no lo quiere el otro”. Un guirigay en el que saltaron chispas y feos manejos. “Cartas por debajo de la puerta… ¡sin serlo todavía!”.
“Mi familia no tenía que pasar por nada de eso. No sería justo haserles pasar por esto”.
“Hubo una mala suerte con una entrevista y aparese lo de que la servesa debería costar dos sincuenta… yo no dije eso. Le dije a la periodista que, según un estudio, con la Cámara de Comercio, según el escandallo que se hase la servesa en Sevilla debería costar, mínimo, dos sincuenta. Soltó la patá allí… no te veas, me querían matar”.
“Mi trabajo me gusta una jartá, y aprendo diariamente. Sobre todo, de la gente. Yo conozco todas las tabernas de Sevilla”.
Su mujer, Ana, está por aquí en labores de organización. Pregunta, dispone. Álvaro habla de ella y de su capacidad con admiración. Al final, la asociación quedó donde siempre y en Quitapesares cada día sigue teniendo su afán.
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- Obra del escultor e imaginero trianero José Antonio Navarro Arteaga, en la plaza desde marzo del 2014. Más de doscientas cincuenta personas acudieron al acto, impulsado por la asociación Amigos del Peregil. Entre ellos Los Cantores de Híspalis, El Mani, Rafael Gordillo, María José Santiago y el alcalde por aquel tiempo que destacó “el jolgorio que tiene que haber hoy en el cielo con esta persona buena con mayúsculas”. Su hijo Álvaro afirma con rotundidad: “Es un monumento de todos. De los vecinos de la Puerta Osario y de Santa Catalina, de quien vino de su pueblo, del sevillano apasionado de la Semana Santa, del que quería ver abierto el templo de Santa Catalina, de los taberneros, de los embajadores de Sevilla en Sevilla, de quien nunca renegó de sus orígenes, de los saeteros, de quien defiende las sevillanas y de quien lleva la gracia sevillana”.
- En el podcast “El Café de Silverio” de 8 de marzo de 2024 (“Las drogas del cante”) se nos sumerge en cómo los estupefacientes han acompañado tanto la inspiración como la perdición de (casi) todos los que habitaban la noche con tanta intensidad como descontrol.
- Anécdotas recogidas en un artículo del diario ABC, del periodista Félix Machuca. https://www.abc.es/sevilla/ciudad/sevi-pepe-peregil-populi-201811170827_noticia.html
- https://www.youtube.com/watch?v=s0OrKo-xPcU El primer programa de este programa guiado por Carlos Herrera y en el que Pepe Peregil era el tabernero que Carlos herrera presenta este programa en la que participa Rocío Jurado, Camarón de la Isla, Antonio González El Pescaílla, Curro Romero, Tomatito y Concha Velasco. Programa emitido el 10 de octubre de 1991.
- José Álvarez 'Juncal' fue un matador de toros en los años 50 y 60 del siglo pasado. Una grave cornada lo dejó inútil para el toreo, aunque le legó una distinguida cojera. En la plenitud de su gloria se casó con Julia Muñoz, una mujer de familia rica y tradicional que se había encaprichado con el diestro. 'Juncal' no tardó en abandonarla, dejándole dos hijos (Isabel y Manolo) en herencia. Se instaló en Sevilla, donde viviría veinte años con su amante Teresa Campos antes de ser puesto de patitas en la calle. Esta le expulsa de su vida tras conocer sus infidelidades, por lo que Juncal decide regresar a Córdoba para intentar recuperar a su familia.
- Por quinto año consecutivo, la hermandad de la Sagrada Cena ha organizado las Fiestas de la Encarnación, que concluirán el domingo con la salida procesional de la citada imagen de Gloria. Mientras tanto, la plaza Padre Jerónimo de Córdoba será punto de encuentro para quienes quieran disfrutar de las distintas actuaciones y actividades programadas. Las Fiestas de la Encarnación, inauguradas en la noche del jueves con diversas actuaciones musicales, continuarán este mediodía con un guiso popular y vivirán mañana su momento estelar cuando a partir de las 11:00 tenga lugar el tradicional paseo en burro, del que disfrutan sobre todo los más pequeños. También habrá para ellos juegos infantiles y castillos hinchables. Las actividades se desarrollarán en la plaza Padre Jerónimo de Córdoba, donde se encuentra el conocido establecimiento 'Quitapesares' de Pepe Peregil.
https://cadenaser.com/emisora/2011/09/30/radio_sevilla/1317348805_850215.html