El Convento de las Vistillas de Granada, un edificio del siglo XVI que fue cobijo de monjas de clausura hasta que cerró en 2018, mantendrá su espiritualidad aunque reconvertido en templo budista, un espacio abierto a meditaciones y paseos que reforzará la esencia multicultural de una ciudad protestona.
Dicen que la fe mueve montañas, una fe sobre la que el refranero popular no hace distinciones y que permitirá recorrer los rincones de un antiguo convento católico y centenario, un espacio acomodado al cierre de sus monjas de clausura que se reencarnará en otra cosa.
El Convento de las Vistillas se acurruca en el Realejo, el nombre con el que los cristianos decidieron renombrar al arrabal judío de la ciudad musulmana de Granada.
Esta mezcla de credos que empapa las paredes del convento del siglo XVI continuará quinientos años después gracias a la apuesta por Granada de la tradición budista Kadampa, que ha comprado el inmueble patrimonial por 2,5 millones.
"No lo hemos comprado a la orden sino a un grupo inversor, un grupo extranjero que lo adquirió hace años y que pretendía convertirlo en un hotel", ha explicado a EFE la portavoz de la Federación de Budismo Kadampa en España, Tania Sanz, que desde Málaga coordina el proyecto granadino.
El convento de los Ángeles, conocido como el de Las Vistillas, cerró en 2018 por la muerte de su abadesa, el punto de inflexión para que las tres monjas restantes se reubicaran en otros centros religiosos y el edificio cerrara esperando una nueva vida.
"Estamos convencidos de que será un reclamo porque la gente va a poder verlo y mantendrá un uso espiritual, religioso", ha añadido Sanz, que defiende un proyecto novedoso para una ciudad que se presupone ejemplo de la mezcla de culturas y credos pero que ya recoge firmas para que este espacio sea un museo sacro y no un espacio abierto a conocer el budismo.
El convento de las Vistillas, fundado en 1538 y víctima del expolio durante décadas, servirá en unos años -en 2026 según las previsiones- para conocer la meditación y la esencia del budismo y acercar una religión ya vinculada a Granada.
No en vano, el fundador de la tradición Kadampa, el monje Gueshe Kelsang, se enamoró de esta ciudad en sus últimos años de vida, esos en los que vivió a los pies de la Alhambra.
Pidió entonces que se buscara un lugar especial y grande para el grupo de Granada, el mismo que ha comprado ahora un convento que conservará por su valor patrimonial, pero abierto a la ciudad.
Sanz ha detallado que el actual convento mutará a un espacio con visitas guiadas para descubrir un tesoro patrimonial velado por la clausura de sus anteriores moradoras y que se abrirá para ofrecer meditaciones gratuitas.
"No se van a tocar paredes, será un espacio para pasear, para leer, para meditar...", ha adelantado la portavoz de este proyecto que incluirá un mirador y una cafetería "como complemento", para que la gente pueda esperar y acompañar a otras personas en su acercamiento a la esencia del budismo Kadampa.
El credo de este proyecto se cimenta en una organización sin ánimo de lucro sostenida por voluntarios que enseñarán el espacio, pero también guiarán meditaciones adaptadas a todos los niveles para regalar a la ciudad una herramienta más de bienestar.
De momento, trabajan en completar el proyecto de obra que debe pasar por el Ayuntamiento, porque el antiguo convento está blindado por una protección especial, para adaptar y rehabilitar el interior del convento.
"Queremos hacer las cosas bien. Como no es un negocio, no hay prisa", ha resaltado Sanz, que ha aclarado que tampoco hay pausa para lograr que este espacio siga siendo religioso pero se reencarne en una nueva espiritualidad que refuerce la multiculturalidad de Granada.