Un domingo del mes de marzo de 2013, el cuerpo sin vida del abogado francés Olivier Metzner, célebre por la defensa de hombres poderosos como el exdictador panameño Antonio Noriega o el exministro Dominique Villepin, apareció flotando en el mar cerca de su casa en la Bretaña francesa.
Su vida y su muerte, un suicidio del que dejó constancia en una nota, han inspirado al director francés Bernard Stora en "El caso Villa Caprice", una película que llega a los cines españoles con la forma de un thriller judicial con ecos de western.
La cronista judicial de Le Monde Pascale Robert-Diard fue quien le sugirió el tema y ha sido su coguionista, pero Stora quería libertad para desarrollar su ficción sin tener problemas con los familiares, por lo que sus personajes son inventados, según ha explicado a Efe.
Niels Arestrup es Luc Germon, un famoso abogado de gran reputación que decide aceptar como cliente a Gilles Fontaine (Patrick Bruel), uno de los empresarios más poderosos de Francia, acusado de haber comprado una propiedad en circunstancias sospechosas.
"Lo interesante del caso real era que este tipo de abogados intervienen en la vida de hombres muy poderosos en un momento de debilidad y eso les resulta excitante, tienen una sensación de poder, de que esos hombres dependen de ellos, la película explora hasta qué punto es real esa sensación o si es un poder frágil e ilusorio", explica Stora.
El director plantea el filme como un duelo soterrado entre los dos personajes en el que ninguno se puede permitir bajar la guardia ni que el otro tome ventaja. "Es como un western pero en vez de balas disparan palabras", dice.
Bruel, actor y cantante muy popular en Francia, encarna a un empresario manipulador con un gran poder de seducción y el dos veces ganador de un César del cine francés, Arestrup, es la presa que se le resiste, un hombre acostumbrado a tratar con ese tipo de clientes.
La solidez de sus interpretaciones sostiene un filme que disecciona las consecuencias más profundas y sombrías de la corrupción.
Stora afirma que ha tratado de evitar ser moralizante. "Sería más fácil si supiéramos quién es el bueno y el malo pero la vida no es así", advierte y pone el acento en la "hipocresía" que a su juicio existe en su país en el tratamiento de las personas adineradas.
"En Francia hay una actitud bastante hipócrita con respecto a la riqueza y el dinero, todo el mundo quiere tener dinero y bienes pero hay una crítica generalizada contra la gente que lo tiene, esa hipocresía me horroriza", declara.
Otra cosa son las derivas del poder, matiza, "la constitución de las elites, grupos de personas que se conocen, conviven entre sí y se cubren los unos a los otros, eso sí es detestable y muy frecuente en Europa".
El Metzner real era uno de los penalistas más famosos de Francia, conocido por su ferocidad y sus pocos remilgos a la hora de defender a personas con la peor reputación.
Entre sus casos más sonados, la defensa de Jérôme Kerviel, el empleado del banco Société Générale acusado de un fraude de 5.000 millones de euros; el exdictador panameño Manuel Noriega, condenado en Francia por blanqueo de dinero; el cantante Bertrand Cantet, por el asesinato de la actriz Marie Trintignant o el exprimer ministro Dominique de Villepin, acusado de orquestar una operación calumniosa contra su entonces rival Nicolas Sarkozy.