?Hoy ya no me han pedido bocadillos los trabajadores?
Los bares El Macuto y San Hermenegildo se quedaron huérfanos el jueves con el apagón del último horno de la fábrica de botellas. Sus barras afrontan una nueva etapa dejando atrás a clientes que ya consideran amigos.
“Ya hoy (por el jueves) lo estoy notando en las ventas. Hoy no me han pedido bocadillos. Comercialmente lo voy a sentir bastante porque desde las seis de la mañana hasta las 11o más de la noche que cerraba siempre había alguno de ellos entre los relevos. Date cuenta, explica, que de más de 200 que había siempre venían 30 ó 40 diarios”, señala mostrando las banderas del No al cierre de Vicasa que colocó en el interior y en la fachada de su bar desde que se conoció la decisión de la multinacional y que hoy por hoy no tiene intención de retirar.
Optimistas hasta el final
Pero no sólo su preocupación es económica, consciente de que tiene por delante una nueva etapa, estos días Macuto también echa la vista atrás con mucha nostalgia porque algunas veces realmente llegó a pensar que los trabajadores lo conseguirían.
Detrás de la barra ha aguantado los días malos y aunque, en menor medida, también momentos buenos en las vísperas de los preparativos de las protestas o posteriormente cuando la plantilla se desayunaba con la repercusión que habían conseguido sus movilizaciones. Él mismo ha entrado en el interior de la planta para servir la comida a los compañeros del comité de empresa durante las negociaciones, siendo testigo directo de la entrega y la lucha que han tenido los empleados hasta el último día. “Había días que parecían que no iban a seguir más, otros en los que se veían venir que llegaba el ERE; ha habido de todo..., que si se cierra, que si no se cierra...”, explica. No obstante, Macuto no deja de ser optimista y sabe que sus amigos seguirán yendo a verlo y se dejarán caer por alguna de sus zambombas (la primera empezó el sábado) “porque nos hemos cogido mucho cariño todos”. Mientras tanto, al otro lado de la fábrica, en San Hermenegildo, otro de los paraeros, de los trabajadores de la fábrica de botellas, algunos de ellos siguen conversando aún sobre lo injusto que ha sido el desenlace para esta industria centenaria. David Benítez lleva 17 años al frente de este bar, y no oculta lo apenado que está por cómo ha acabado todo. “Entré aquí con 15 años y a muchos de ellos los conozco desde entonces”, relata sin ocultar su preocupación de que el cese de la actividad del vidrio resiente este establecimiento.
“Claro que tememos que se resienta si se tiene en cuenta toda la gente de las contratas que se van al paro, las prejubilaciones y los traslados”. Paradojas de la vida, los últimos 83 días de negociación han “ambientado” su bar durante todo el día. Eso sí, él hubiera preferido que el ajetreo en esas semanas tan complicadas hubiera sido por otras razones más agradables.
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