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La escritura perpetua

Fabulosa bisnieta

Mary Pompas es alegre, alocada, algo dubitativa y bastante más guapa que su bisabuela

Publicado: 12/12/2019 ·
12:12
· Actualizado: 12/12/2019 · 12:12
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Autor

Luis Eduardo Siles

Luis Eduardo Siles es periodista y escritor. Exdirector de informativos de Cadena Ser en Huelva y Odiel Información. Autor de 4 libros.

La escritura perpetua

Es un homenaje a la pasión por escribir. A través de temas culturales, cada artículo trata de formular una lectura de la vida y la política

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Es extraordinaria la idea de hacer una obra de teatro protagonizada por la bisnieta de Mari Poppins. Mary Pompas es alegre, alocada, algo dubitativa y bastante más guapa que su bisabuela. No soporta la realidad. Lo discute todo con el loro de su paraguas, porque ella viste igual que su bisabuela, también canta y baila, pasea a través de la fantasía, y tiene una importante misión que cumplir. Hay en el Parque de Los Cerezos dos pompas de jabón, Bob y Blim, que se expresan de manera distinta a las demás: van hacia arriba, en lugar de, como todas las otras pompas, hacia abajo. La obra, concebida para los niños, pero que encantará a los mayores, está llena de mensajes solidarios, es una brillante, excelente y juguetona catarsis contra el ‘bollyng’. Mari Pompas, decíamos, discute mucho con el loro de su paraguas, que trata de que esa chica se asiente algo en la vida, que no deje volar permanentemente su mente. “Tienes que aprender a resolver los problemas de la realidad, no estar siempre en la fantasía”, le dice. Y ella: “Es que la realidad resulta muy aburrida”. Pero Mari Pompas se sumerge en el sensacional universo de las pompas de jabón, hace pompas y más pompas, y en el teatro se crea una atmósfera poética y llena de color, con mucho calor de sueños infantiles que trotan de un lugar a otro. Y finalmente, en su mundo de jabón y aire, Mari Pompas consigue que las pompas vayan de abajo hacia arriba, de aquí para allá, todas iguales aunque distintas, muy hermosas, de diferentes colores, y ella misma confirma su autoestima para lanzar al público otro mensaje: “Todos somos especiales porque todos somos buenos en algo; sólo hay que encontrarlo”.   

Patricia Manrique, Mari Pompas, es una excelente joven actriz, que domina la técnica del mimo, es cantante, y, como se decía antiguamente en el teatro, pasa la batería. Porque no sólo consigue atraer la atención de los niños -un público dificilísimo-, sino que habla con ellos, amarra fuerte el espectáculo, dice bien el texto, y logra ser “superpompolísticamente diferente”. La función, además, lleva dentro el tono y la atmósfera de la película, estrenada en 1964, en la que ese personaje, creado por la escritora P.L. Travers, llega volando, aferrada a su paraguas, a una casa del Londres de 1910 donde habitan dos niños furiosos en una familia desordenada. Ahora, Mari Pompas ha llegado al Teatro El Mirador de Madrid, con su traje azul y su sonrisa, sin volar, aunque sí vuelen esas pompas de jabón que trasladan el mensaje de que los niños vivan en un mundo mejor.

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