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Curioso Empedernido

Entre la farsa y la tragedia

Son gente miserable, orgullosa, egoísta y competitiva. No respetan el cumplimiento de las leyes y hacen una epopeya de un éxodo que no existe

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Hay personajes que lejos de producir risa, resultan los protagonistas de una farsa y de una tragedia. Son gente que huyen y no resuelven. Y en sus comparecencias suelen ofrecernos un espectáculo bochornoso y surrealista. Todo les parece mal y exigen garantías donde ellos son incapaces de ofrecerlas.

Son gente miserable, orgullosa, egoísta y competitiva. No respetan el cumplimiento de las leyes y hacen una epopeya de un éxodo que no existe, de un exilio que no procede y de una retirada que son incapaces de producir. No saben distinguir cuando las cosas vienen mal y aceptarlas o cuando están en racha y hay que aprovecharlas.

Entre replicadores y replicantes, van  distinguiendo lo importante sin dejarse de imbuir por lo urgente. Descubren que el diálogo es el camino para poder encontrar una posición común con otras opiniones diferentes. Que podemos conocer a gente nueva y hacerlos nuestros aliados, pero hemos de ser amables y presentar nuestra mejor cara.

A veces cuando en lugar de afrontar las dificultades, huimos del conflicto, no solo no conseguimos convencer a nadie, sino que nos debilitamos a nosotros mismos, perdiendo energías y dejándonos invadir por situaciones tóxicas.

Tenemos que ser conscientes de nuestras propias limitaciones y debilidades, y entender que haya gente que pretenda engañarnos y abusar de nosotros. Nos podemos encontrar con sujetos que no pongan freno a su ambición y que se sienten confusos cuando les ofrezcamos nuestra atención, comprensión y cariño.
 Perdidos en motivaciones y frustraciones, descubrimos que lo que llamamos felicidad solo existe en el presente, y que lo recurrente y lo rimbombante solo sirve en la mayoría de las ocasiones para intentar tapar nuestras miserias.        

En nuestras vidas pasamos demasiado  tiempo esperando que nos ocurran cosas, y vemos a quienes se sienten infalibles cuando están equivocados, o quienes buscan pactar cuando los apoyos del adversario no son ni abrumadores ni despreciables.

Tenemos que aprender a desconectar de las redes sociales porque perdemos demasiado tiempo en ellas, que se lo robamos a la reflexión y la posibilidad de dialogar con nosotros mismos y con los demás. Entre pliegues, repliegues y despliegues, encuentros íntimos y personales, vamos pasando las jornadas.

Nos conviene ser discretos a la hora de expresar nuestras opiniones, y no conseguiremos nada si somos descarnadamente insultantes, por eso debemos enfocar la solución de los problemas hacía los aspectos más agradables.

Es perjudicial dejarnos llevar por lo que digan los demás, por ideas preconcebidas que no nos benefician ni a nosotros ni a quienes nos rodean. Es positivo ser amables, sin alarmas y sin complejos, pensar en divertirnos sin excesos ni desmesuras, no importarnos pedir perdón cuando nos equivocamos.

A veces es mejor que cedamos ante un conflicto que perder en paz, huir de las personas tóxicas que amargarnos, vivir de acuerdo con nuestros defectos que obsesionado por la aprobación de los demás. Sin dejar de dudar vamos aprendiendo las contradicciones que vivimos, y vemos como hay elogios envueltos en bonitas palabras que son verdaderos insultos, y ofensas, que dependen de quienes vengan, nos enaltecen.
    

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