Levantó el turismo de la Costa del Sol. Realmente inventó la Costa del Sol. ‘Don Turismo’ le llamó su biógrafo, el periodista Juan Area. Luis Callejón Blanco, nacido en Granada en 1937 y malagueño y torremolinense de corazón, nos dejó para siempre la noche del 24 al 25 de Julio, en que partió hacia las eternas luminarias. Medalla al Mérito Turístico en 1969 y Medalla al Mérito Turístico del Gobierno de Austria en 1981, aparte de otras muchas distinciones de las diversas organizaciones de Hostelería, Luis Callejón fue el mago por excelencia del turismo español, particularmente del turismo costasoleño. La palabra ‘turismo’ está inseparablemente enlazada a Luis Callejón como la corona lo está al rey. Verdaderamente él campeó como el rey del turismo.
Su trayectoria profesional la inició en 1959 en el internacionalmente famoso Hotel Pez Espada, el veterano del municipio más turístico de la Costa del Sol. Posteriormente asumiría la dirección de emblemáticos hoteles como: El Puerto, Las Palmeras y las Pirámides, en Fuengirola; Andalucía Plaza y Skol, en Marbella; San Fermín y Alay, en Benalmádena; Las Palmas Palace, en Canarias, y Castillo de Santa Clara, en Torremolinos.
Entre los años 1981 y 1985 fue presidente de Aehcos (Asociación de Empresarios Hosteleros de la Costa del Sol). Se trata de la organización hostelera más importante de Málaga y representa a 350 establecimientos con 88.000 plazas. Presidió, entre 1987 y 1991, la Agrupación de Zonas Turísticas Españolas (Zontur), organismo que posteriormente se fusionó con la Federación Española de Hoteles, surgiendo de la unión de ambas, en el 2004, la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos (CEHAT).
La última ocupación directiva de Luis Callejón fue la del Palacio de Congresos y Exposiciones de Torremolinos, que lo rigió entre 1998 y 2016 y que él consideraba como su propia casa. Licenciado en Ciencias Sociales y diplomado en Administración y organización de Empresas Turísticas, se inscribió además como miembro de la Asociación de Periodistas Escritores de Turismo, colaborando al respecto en las principales revistas y periódicos del ramo. Organizó buena parte del turismo latinoamericano, principalmente el que tenía que ver con Cuba y Cancún. Era asesor turístico del gobierno cubano desde 1984. En Torremolinos promovió además el Salón Internacional de Turismo Euroal. Ya antes, entre 1970 y 1972, había impulsado el turismo de Canarias en Europa y ocupó la presidencia de directores de hotel de Gran Canaria.
La presidencia de Aehcos recae actualmente en su hijo Luis Callejón Suñé, quien, junto con sus hermanos, conoce perfectamente los entresijos de esta difícil profesión, ya que se ha dedicado en cuerpo y alma a la tarea hostelera desde los días de su adolescencia. Él es el continuador idóneo de la obra de su padre.
A su entierro y ceremonial religioso, oficiado en la Parroquia Madre del Buen Consejo, acudieron, además de familiares y amigos, no solamente la más nutrida representación de la industria hostelera de la provincia, sino también una ingente multitud del pueblo torremolinense, multitud que, por no caber en el templo, llenaba la anexa Plaza de Pablo Ruiz Picasso.
Con Luis Callejón desaparece una de las figuras más representativas del turismo de todos los tiempos. La Costa del Sol tiene una deuda permanente con él. Y sobre todo Torremolinos, ciudad que eligió como su centro de operaciones y donde inició y concluyó la gran etapa de ese arte y ciencia que precisamente se escribe con ‘T’ de Torremolinos. Para Luis Callejón, el visitante era lo primordial, fuera de donde fuera. Y a ese visitante había que cuidarlo y mimarlo como a la niña de los ojos. El turismo lo consideraba como un río de caudal permanente. Es vital que el río no se seque, porque entonces el pueblo se morirá de sed.
No quedaría completa esta crónica sin dedicarle unos versos finales a persona tan eminente y que descolló como gran soberano del turismo de la Costa del Sol. Reza así el poema titulado ‘Luis Callejón en la memoria’:
‘Se marchó Luis Callejón / cuando el agosto venía, / y qué triste fue aquel día / para el turismo en acción. / Luto el turismo lució, / luto de la noche oscura / y, en tan espesa negrura, / la luna ya no brilló. / Se apagaron las farolas / que daban luz al paisaje / y hasta se apagó el mensaje / del sol, la playa y las olas. / Y acabó Torremolinos / sumido en oscuridad, / las luces de la ciudad / no alumbraban los caminos. / El cielo se encapotó, / preso de lamentaciones / y con densos nubarrones / el sol entero tapó. /
‘El mar se quedó sin olas / y en la playa a las arenas / se les rompieron las venas / y se desangraron solas. / Se fundió el ritmo de fiesta: / llenaban la partitura / silencios de sepultura / sobre la tristeza enhiesta. / En los hoteles se oía / tan solo un crujir de puertas / que amanecieron abiertas, / pero nadie transcurría. / En la urbe una neblina / fantasmagórica y fría / todo el ambiente cubría / y reinaba en cada esquina. / El tránsito de la calle / por túneles circulaba, / donde la luz no llegaba / ni el aire asía su talle. /
‘Luto el turismo lució, / luto de la noche oscura / que es compendio de amargura / desde que el mundo existió. / Se marchó Luis Callejón / cuando julio fenecía; / todo el turismo gemía / por su desaparición. / En masa el pueblo acudió / a su triste despedida; / ley de muerte o ley de vida, / el tiempo se lo llevó. /
Querido Luis Callejón, / diplomático y risueño: / del turismo malagueño / tú llevabas el timón. / Eras del barco costero / el timonel y almirante, / navegabas anhelante, / siempre con rumbo certero. / Surcabas mar tormentoso, / voltejeabas con tiento / para aprovechar el viento / y al fin salías airoso. / Modelabas el turismo / como el artista la arcilla / y causa gran maravilla / que en todo fueras tú mismo. / Fue tu amor Torremolinos / y el turismo tu pasión; / te colmaba de ilusión / fijar aquí los destinos. / Fue tu digno cometido / darle al turismo más gloria: / tu nombre queda en su historia, / sobre mármol esculpido. / Tu merecimiento es tal / que el pueblo no ha de olvidarte / y elevará tu estandarte / sobre un digno pedestal. /
‘Tu Palacio de Congresos, / rey de turística escena, / quedóse mudo de pena / y el frío cala sus huesos. / Huérfano y abandonado, / el turismo de la costa / entra por la puerta angosta: / la miseria le ha alcanzado. / La noche larga y estrecha / cava sus ásperos cauces / y con horrísonas fauces / abre su profunda brecha. / Mañana el sol brillará, / se alejarán los ciclones / y los negros nubarrones / el sol los disipará. / Con entero corazón, / fiel compañero y amigo, / tu pueblo estará contigo / por siempre, Luis Callejón’.