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Matrícula de deshonor

También nos enfadamos

En estos meses, he descubierto que no sólo corremos ‘estupidos’ velos cuando observamos negligencias, carencias y acciones que deberían preocupar a todos

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El mirar hacia otro lado se ha convertido en una de las aficiones más proliferas de este país, siendo en la actualidad, junto a la corrupción, uno de los requisitos importantes que determinan el mal funcionamiento de cualquier sociedad. Si existe una actitud por la que se puede determinar a nuestra querida España, y más concretamente a la pequeña Huelva, sin duda es el desinterés y la indiferencia que muestran nuestros ciudadanos a la hora de tomar partido en cualquier ámbito, aunque dicha denigrante actitud les perjudique. Pero no sólo eso, estaría perdiendo mi tiempo si este contexto quedase única y exclusivamente en el pasotismo de los onubenses, pues ni es nuevo, ni es la primera vez que escribo sobre ello. En estos meses, también he descubierto que no sólo corremos ‘estupidos’ velos cuando observamos negligencias, carencias y acciones que deberían preocupar a todos y cada uno de nosotros. Como diría Bud Spencer y Terence Hill: “También nos enfadamos” si alguien nos lo pone por delante. Curiosamente, este hecho cambia su prisma si dichas acciones nos afectan en un momento determinado, y sacamos la mala leche, esa que se ha ido agriando a lo largo de los años mientras dichas circunstancias les tocaban a otros, para defender nuestros intereses. Pero curiosamente, y permítanme la redundancia, los onubenses somos muy buenas personas y de memoria frágil, y al cabo de unos días, así como quién no quiere la cosa, nos olvidamos. Nos olvidamos de la precaria sanidad, situada muy por debajo de la media española y andaluza. Sufrimos esa rara amnesia temporal ante la corrupción, ante el paro, ante la educación, ante los puentes sin luces, ante Bárcenas, ante violaciones, maltratos, drogas... Y el daltonismo nos invade al percibir los colores de determinados anagramas políticos relacionados directamente con ello. Miramos hacia otro lado cuando vemos botellones de menores con los riesgos que eso supone y, nos pinzamos las fosas nasales para evitar los olores que desprenden las productivas y beneficiosas fábricas. De los fosfoyesos, hoy mejor no hablamos, corramos una estúpida capa de tierra, ¡qué más dará! Si entramos en ello, acabaríamos hablando de la sanidad de nuevo y entraríamos en un bucle del que jamás lograríamos salir y así, lleva Huelva desde que tengo uso de razón. Pero no contentos con eso, además, nos molestan que aquellas personas críticas, preocupadas por esta ciudad y sus habitantes, nos lo estén recordando siempre, y ah, nos indignamos y sacamos pecho, eso sí, muy lleno de hormonas, de falsos ideales y de intereses creados. Nos defendemos para seguir manteniendo una ciudad mediocre y que ha vivido una involución en los últimos años; ante esas críticas nos rajamos las vestiduras, aunque seamos tan pobres que no podamos comprarnos otra. “Un municipio comienza a ser saludable cuando sus líderes políticos, sus organizaciones locales y sus ciudadanos (categoría en la que entramos nosotros) se comprometen y dan inicio al proceso de mejorar continua y progresivamente las condiciones de salud y el bienestar de todos sus habitantes”. Huelva está enferma, y a pesar de observar cierto grado de mejoría, aún le queda mucho por sanar, y mientras no observemos a esta ciudad desde un sentimiento de pertenencia global sin diferenciar sus partes o intereses, no saldrá del coma tan profundo en el que se sigue encontrando.

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