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La alianza de civilizaciones en la economía

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No todos los países están sufriendo esta crisis por igual. En Oriente Medio, territorios como Dubai, Emiratos Árabes, Qatar, Kuwait, Arabia Saudí, Omán, Irán y otros, no están teniendo excesivos problemas económicos. Y es que durante muchos años han obligado a la OPEP a mantener unos precios altos en el petróleo. Precios que por cierto, han contribuido de manera notable a encontrarnos en la actual recesión y que les ha llenado los bolsillos de petrodólares y ahora cuando casi todos sufrimos sus devastadores efectos, sus jeques-dictadores salen de compras con los denominados fondos de inversión soberanos.

Desde equipos de fútbol como el Manchester City, hasta empresas energéticas, o sea estratégicas, como la española Enagás, pasando por edificios emblemáticos y hoteles de lujo en capitales europeas como París y Londres. Hasta ahora sólo se les ha resistido la automovilística Porsche. En Estados Unidos muchos de estos fondos han sido vetados en sectores o actividades sensibles.

El problema de todos los países del Golfo Pérsico, reside en que su religión islámica impregna por completo sus vidas, cegando a los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.

Mientras Occidente necesitó toda una Revolución Francesa para establecer, gracias a Montesquieu, esos tres poderes perfectamente diferenciados, los países islámicos no sólo no los han separado, sino que además, la religión sigue presente en ellos de manera determinante.


Los preceptos islámicos están presentes en la elaboración de las leyes, en su ejecución y en su sistema judicial. Esto es sencillamente inaceptable.

Mientras aquí y en otros países se nos llena la boca hablando de igualdad y derechos humanos, cuando llega un jeque a pasar el verano en Marbella o invierten grandes cantidades de dinero en Europa, se nos olvida que en su mayoría son regímenes totalitarios y fascistas a los que deberíamos poner muchas más trabas a la hora de invertir en nuestras sociedades democráticas y libres.

Islam y Democracia son términos opuestos. Algo debe de tener esta religión cuando es imposible encontrar un país de mayoría musulmana que sea una verdadera democracia, porque lo de Irán es más un circo que otra cosa, como estamos viendo en estos días desgraciadamente.

El otro gran país influyente en la zona es el reino de Arabia Saudí, gran amigo de Occidente, aliado incondicional de los EE.UU. y muy bien relacionado con la UE. Lástima que tengan entre sus “leyes” la lapidación, amputación de miembros y la crucifixión para adúlteras, delicuentes y asesinos. Y eso que es considerado de los más moderados en la zona. Cómo serán el resto.

Me gustaría que alguien fuera capaz de decirme un sólo avance médico, científico o tecnológico que se haya llevado a cabo en algún país islámico en los últimos años o décadas.

En algunos de ellos su nivel económico, gracias al petróleo es tan alto, que no existen los impuestos. Yo me pregunto, ¿no habría que pedirles que su extraordinaria situación económica, fuera acorde con un desarrollo social y civil equivalente?

Lo más triste es que el criticar todo esto, me convierte automáticamente en un racista para mucha gente y es que desgraciadamente corren malos tiempos para las personas que decimos la verdad y llamamos a las cosas por su nombre.

Recientemente Barack Obama ponía el ejemplo de Al-Andalus como ejemplo de entendimiento. Estoy de acuerdo con él. En aquella época el Islam era constructivo y progresista. Ahora ya no es así. Desde entonces hasta hoy, el Islam ha ido marcha atrás, radicalizando sus propuestas e impidiendo la instauración de la democracia en su área de influencia y así llevamos ya varios siglos.

Siglos perdidos en los que en lugar de caminar junto al Cristianismo y el Judaísmo, han buscado el enfrentamiento y la confrontación permanentemente. Mientras estas dos han sabido evolucionar y adaptarse a los nuevos tiempos, el Islam constituye a día de hoy, una seria amenaza social y económica para Occidente.

Social, porque no puede ser que, por ejemplo, mientras todos estamos haciendo un esfuerzo por igualar los derechos de la mujer a los del hombre, yo tenga que callarme cuando una musulmana va tapada de pies a cabeza por las calles de España para que nadie me llame racista al criticar tal situación. Y económica, porque son los euros que hemos pagado por su oro negro, con los que llegan aquí a comprar nuestras empresas sin pedirles explicaciones sobre su nivel de derechos humanos o legitimidad para estar en el poder.

En la anteriormente citada Arabia Saudí, el poder se ostenta por sucesión dinástica en los herederos de la familia real como pasaba aquí hace siglos en la Edad Media de monarcas absolutistas y despóticos. En este sentido, resulta bastante ilustrativo saber que según su calendario lunar nos encontramos en el año 1430. O sea, Cristóbal Colón todavía no ha nacido.

La ridícula alianza de civilizaciones se antoja una payasada mientras no se pida a la actual cultural islámica que evolucione varios siglos de golpe, hasta que exista una sociedad civil y unos ciudadanos activos que se manifiesten pacíficamente y relacionen entre ellos y con el resto del mundo de una manera fluida y sin prejuicios por ambas partes y dejen de comportarse como regímenes totalitarios carentes de escrúpulos y de los más elementales derechos humanos. Lógicamente va a ser mucho pedir, porque llevan anclados en ese oscuro pasado demasiado tiempo.

A pesar de ello, no creo que la presencia de una religión en la vida diaria de una persona o sociedad sea negativa, más bien pienso todo lo contrario. Es algo positivo y edificante, por eso en mi opinión, todos los jeques, emires, reyes y ayatolás que dirigen los países islámicos de manera dictatorial, utilizan el Islam como arma para justificar su mantenimiento en el poder y el orden público, olvidando que es la sociedad civil, la gente, de quién en realidad deben emanar todas las disposiciones normativas y jurídicas, quedando la religión como una importante elección personal de superación y satisfacción espiritual que debe quedar al margen de leyes y pronunciamientos judiciales.

Hasta que esto no sea comprendido por la cultura islámica, un servidor seguirá denunciando que en ninguna sociedad de mayoría musulmana existe la democracia ni nada parecido y que no deseo a personas que profesen esta religión en mi comunidad ni en mi entorno económico, aunque eso suponga ser insultado y despreciado simplemente por decir la verdad, porque prefiero ser llamado intolerante, racista o cosas parecidas, a ser un hipócrita y llamar “costumbre” o “factor cultural” el ver a una chica o mujer tapada de pies a cabeza por las calles de mi ciudad y tener que callarme para no molestar a nadie por mi crítica ante ese comportamiento irreverente y de falta de respeto hacia todos nosotros, porque cuando uno llega a casa ajena, las normas que rigen son las del anfitrión, no las del invitado.

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