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El jardín de Bomarzo

La intensidad del pito

Es incuestionable la necesaria labor sindical, pero no es de recibo que básicamente se centre en peticiones de subidas de sueldo

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"El futuro tiene muchos nombres. Para los débiles es lo inalcanzable; para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad". Víctor Hugo.

Aunque se hace complicado no profundizar estos días en el procesamiento por fraude en los ERE de Chaves y Griñán porque constatado queda que este fue el único motivo por el cual en su día abandonaron el cargo o, tema dos, lo “tieso” que está el marido de Susana Díaz, pobre, a ver quién ahora le descuelga ese San Benito in the miarma twon, y la comparecencia de esta por el asunto de los cursos de formación en una semana intensa para un PSOE que en poco se disputa la segunda plaza y la referencia en la izquierda con Unidos Podemos, decido poda diferente solo sea por hacerme notar y aún a riesgo de terminar dando la nota, o ser anotado…

RR.HH. La gestión de los recursos humanos en las administraciones públicas locales, que son las que están más cerca del ciudadano y por tanto padecen la presión de asociaciones, entidades deportivas o hermandades, es una de las tareas más delicadas para gobiernos locales porque, a diferencia de comunidades autónomas o gobierno central que están afectados en esto por presiones sindicales a nivel nacional, éstas lo están a presiones domésticas, que suelen ser más cercanas y crueles. No existe un ministerio o una consejería de recursos humanos y, por contra, todos los ayuntamientos cuentan con una concejalía dedicada a dirigir la gestión de sus asuntos de personal. Y personal es conflicto. Cuando los consistorios, todos ellos, no tengan que dedicar tanto trabajo, tiempo, esfuerzo y energía a resolver los problemas que causa la gestión de los recursos humanos, algo habrá cambiado y para bien. Si se analiza el tema, históricamente las tres delegaciones más importantes de todo ayuntamiento son economía, recursos humanos y urbanismo; desde la crisis, ya ni tan siquiera ésta última.


Los problemas de los municipios son tantos que no debería tener relevancia los que se deriven de los sueldos de sus trabajadores, de sus nombramientos, la jornada laboral, las productividades o las llamadas y no muy conocidas compras de libranza. Cuestiones domésticas que no deberían consumir titulares al nivel de otras que son los auténticos asuntos de ciudad; huelgas, quema de contenedores, pitadas de empleados públicos o de contratas son hechos tan comunes que, a veces, el ciudadano no presta atención porque forman parte del decorado urbano, como las farolas. Siendo objetivos, el responsable es la pervertida herencia, corrompida, instalada, lograda tras muchos años de presión insostenible de diversos colectivos y sindicatos representantes de las plantillas municipales. Poner orden es casi imposible.

El origen. El incremento incesante de la actividad municipal operado desde los años 80 del siglo pasado hasta finales de la primera década del actual derivó en una continua necesidad de personal. La voracidad excelsa de políticos al mando de gobiernos municipales, obsesionados por aprovechar los cuatro años de legislatura para llevar a cabo cientos de actuaciones que vender en la siguiente campaña electoral y la cultura que ello provocó en la ciudadanía, con incesantes e insaciables demandas, tenía como espada de Damocles la necesidad de personal y de contratarlo “ya”, no se podía esperar a ofertas de empleo público, convocatorias, oposiciones y publicaciones, porque si en ello se iba media legislatura de poco serviría para las necesidades de su “hoy”. Necesidad urgente, por tanto, que fomentaba el enchufismo; años en los que qué ciudadano no intentaba colocar a su hijo, sobrino, hermano o cuñado si conocía a algún concejal o, mejor aún, al alcalde -nada de todo esto es Nueva York y aquí se conoce todo el mundo... -. El resultado, en demasiados casos, fue crecimiento rápido de las plantillas municipales sin respetar, muchas veces, los procedimientos de selección y, con ello, aumento de la presencia sindical en número y en intensidad de acción. Todas las administraciones, como las empresas privadas, necesitan del medio humano como elemento fundamental de producción, pero la dinámica de los ayuntamientos, con diversos servicios obligatorios de prestación diaria, básicos y sumergidos en la necesidad de realizar continuas actuaciones a corto plazo, condicionados, además, por las exigentes demandas ciudadanas, aún requieren de mayor colaboración por parte de sus empleados. Todos los alcaldes al segundo mes de llegar ya son conscientes de esto, los trabajadores lo saben y los sindicatos mucho más. El resultado: demasiada presión de la plantilla y, por ende, de los sindicatos, que en algunos casos son como la mafia para conseguir sus objetivos. Conserjes que cobran más que administrativos, administrativos que superan en sueldo a técnicos y, lo común en todos los ayuntamientos, policía local que alcanza retribuciones que doblan y a veces hasta más las de los policías nacionales, guardia civil y, en algunas ciudades, alcanzan a la de los responsables técnicos. Podrá gustar o no, pero esto es así; muchos convenios locales, desproporcionados, injustos para el contribuyente, que han sido fijados en función a la intensidad con que en su día tocaron el pito -y tocar en su significado de hacer sonar un instrumento…-.

Los sobresueldos. El sueldo, ahondando, de los empleados públicos parte de unas cuantías fijas iguales para todos, sea cual sea la administración pública para la que trabajen. Cuantías fijadas por Ley para cada nivel de estudio, grado profesional y antigüedad. A partir de ahí, existe la posibilidad de pagar gratificaciones por los servicios extraordinarios, horas extras por trabajos fuera de la jornada laboral. Conceptos retributivos supuestamente excepcionales y variables y que se han terminado por convertir, en según qué casos, en fijos mensuales a sumar. El extra ha pasado a fijo -y que nadie olvide que todo esto lo paga el ciudadano, ese mismo que sortea mientras camina la pitada de turno frente a su ayuntamiento...-. Luego existe, como en muchas empresas privadas, la productividad o la retribución por objetivos, para aquellos que trabajen con especial rendimiento y dedicación, los que producen por encima de la media. A partir de aquí, la presión sindical ha llevado a muchos consistorios a inventar pluses de todo tipo, por toxicidad, por riesgo, por altura, por conducción de vehículos y hasta por asistir al trabajo, que ya es el colmo de la ridiculez. Y la estrella del sobre sueldo es la llamada compra de libranza, muy extendida en la policía local de casi todos los municipios, en unos con mesura y en otros instalada como eje fundamental para la obtención de salarios que para sí quisieran muchos titulados. ¿Cómo funciona esto? 

La clave está en el cuadro horario. En un servicio 365x24 –todos los días del año, las 24 horas al día- lo normal es plantear un sistema de turnos rotativos, con descanso de dos días seguidos, de manera que se cubra el servicio sin requerir horas extras salvo por situaciones excepcionales o momentos especiales que requieran de un refuerzo. Pero si el cuadro horario se plantea con muchas menos horas de las que la Ley, esa misma que cumplimos todos o, por lo visto, casi todos, obliga y, encima, con una concentración de trabajadores desproporcionada e innecesaria en la jornada de mañana, resulta que por la tarde y noche y sábados y festivos faltarán empleados para cubrir las necesidades básicas del servicio y esto derivará en tener que pedir a los trabajadores que también hagan un turno en horas y días de libranza y, claro está, pagadas a precio de oro. Resultado, al final, de manera fija y continuada, trabajan menos horas de las que obliga la Ley, esa misma que es para todos, a sueldo básico y un montón de horas a precio desorbitado. Esta es la causa de que policías locales perciban retribuciones brutas que alcanzan una media de 43.000 euros, llegando algunos hasta los 49.000 euros anuales. En Jerez, que es donde hoy hay pitos -anexo al final, ejem-, el sindicato de la policía local se niega a aceptar la implantación de la jornada laboral de 1.642 horas anuales, obligada para todos los funcionarios del país menos, parece, para ellos. El problema no es trabajar más horas, lo que les pone nerviosos es trabajar ese número de horas a sueldo de RPT y quedarse sin el sobresueldo de las compras de libranza y demás complementos.

La acción sindical. Es incuestionable la necesaria labor sindical, de hecho resultó imprescindible en el arranque de la democracia. Los trabajadores consiguieron derechos sociales impensables antes, se eliminaron discriminaciones, como las sufridas por las mujeres y se controlaron despidos indiscriminados y arbitrarios. A partir de ahí, la actuación de los sindicatos sigue siendo indispensable para la vigilancia del mantenimiento de lo conseguido y el freno ante posibles decisiones ilegales, discriminatorias y, en definitiva, que lesionen los derechos de los trabajadores. Para ello, son absolutamente válidos los distintos medios de acción sindical, los comunicados, asambleas, las protestas, las manifestaciones, la huelga. Pero cuando ante la situación de crisis que sigue asolando a una gran parte de ciudadanos, cuando los que trabajan en los ayuntamientos perciben sueldos más que dignos y disfrutan de derechos sociales que suavizan los inconvenientes de todo trabajo y para sí quisieran muchos, no es de recibo que la labor sindical básicamente se centre en peticiones de subidas de sueldo sin solución de continuidad o en exigencias de mantenimiento de privilegios, en muchos casos inmerecidos e ilógicos y que no están acordes con estos tiempos. Más indigno cuando el medio de acción sindical está basado en el chantaje, en atemorizar al gobernante, amenazarle, insultarle, intimidarle en su esfera personal y familiar, traspasando líneas rojas que desfiguran y desprestigian al propio sindicato que lo lleva a cabo. Enarbolar la bandera del derecho a la libertad sindical no es una patente de corso que avale todo y en cualquier circunstancia.

Están además los representante sindicales que incumplen sus propias obligaciones, que campan a sus anchas sin que nadie se atreva a ponerles en orden porque, ojo, cuidado, te decoran la casa o el colegio de tu hijo con una bonita pintada. Llevan décadas consiguiendo sus impuestos revolucionarios a cambio de no alterar la paz social en torno al gobernante de turno, que atemorizado por la bronca y el escarnio público cede y aprieta por donde le es más fácil y es, sencillamente, hurgando de nuevo en el bolsillo del ciudadano pagador, ese mismo que mientras camina pensativo en sus cosas sortea el jaleo de turno sin prestar mucha atención a la pitada e inconsciente de ser quien realmente paga la sonora fiesta.

Anexo. Ilustrativo, para quien interese, es desgranar la nómina de un policía local de Jerez con salario medio, según datos del portal de transparencia: sueldo base 8.640, complemento de destino 5.680, complemento específico 11.700, pagas extras 2.454, paga adicional específico 1.950, grupo C 947; la suma de todo esto, que sería el sueldo, arroja 31.371 euros anuales. A esta cantidad hay que sumarle los múltiples complementos, como productividad -3.769-, jornada festiva -1.011-, plus de nocturnidad -896-, complemento turnos -1.290-, compensación descanso -3.539-, horas extras -223,20-, gratificación -56-, gratificación semana santa -481-, gratificación feria -577-, gratificación Gran Premio -468-, ayuda estudio -248-. Todo lo cual resulta 43.807,03 euros anuales.     

Bomarzo

bomarzo@publicacionesdelsur.net

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