“Memoria selectiva para recordar lo bueno, prudencia lógica para no arruinar el presente, optimismo desafiante para encarar el futuro…” Isabel Allende.
Si me preguntasen qué llevar a una isla me acompañaría de una mujer. Algunos preferirían libros, una tele por cable, una estúpida colección de dvds… Yo no. Y lo digo con todo el respeto porque por afirmación tan firme te pueden dilapidar, catalogar enseguida de machista, aspirante a proxeneta isleño, salido sin remedio, inductor a la diferenciación clasista por pretensión oculta de esclava para labores múltiples, ser humano maligno que seguro corrompe los derechos de la fémina en el exótico paraíso; pero no, quiero una mujer porque no es igual a mí, en muchas cosas bastante mejor. Distinta. Ofrece puntos de vista inesperados y su mente no resulta tan básica como la mía, que está siempre en cuatro cuando suma dos y dos. Ellas, no siempre. Capaces de pensar en varias cosas a la vez y, mientras, prestarte atención, soportan mejor el dolor y, de hecho, a pesar de su aparente fragilidad, son fuertes como para acudir voluntarias a algo tan espantoso como un parto, qué dolor, desarrollan mejor, en general, capacidades como la sensualidad, el sacrificio, el valor del amor; muy eficaces y responsables en general cuando trabajan y, de hecho, lo hacen siendo madres y eso es de nota alta porque, sinceramente, el género humano masculino no está dotado para hacer tantas cosas a la vez. Por esta razón me uno y festejo sonoramente el Día Internacional de la Mujer Trabajadora celebrado esta semana, lo merecen sobradamente, pero quede claro y conste que me acompañaría de una a mi isla desierta por tantas otras razones que aquí no cito y sin las cuales la vida, sencillamente, no merecería la pena ser vivida. Por fortuna, son trabajadoras y maravillosamente distintas.
El pacto. A medida que avanzan los días y cada cual va descartándose, queda menos para el órdago final y más evidente resulta el juego de cada cual. Podemos está logrando lo que pretendía, de hecho no creo que nunca haya tenido especial interés en pactar con el PSOE sino, más bien, en ser el PSOE y está logrando empujarle al centro para quedarse con la referencia ideológica de la izquierda y con su discurso suma fidelidad de voto de los millones de personas que no ven otra salida que activar a una formación que dinamite el sistema. Cuenta con un líder mediático, hecho a medida, que sabe meter la frase perfecta para un titular, para un corte en televisión, o un beso apropiado para una foto de portada que le convierta en el centro del debate y afiance la simpatía de quienes, con más o menos razón, pretenden camorra; Podemos quiere elecciones, confluir a ellas con diversas corrientes, engullir a IU, que ya lo ha hecho, para seguir comiendo del caladero del PSOE y consolidarse como única alternativa de gobierno frente al PP.
A medida que avanza la partida, Ciudadanos evidencia la debilidad de su posición ideológica y, quizás por pánico, se está dejando devorar por el PSOE para evitar un acuerdo de éste con Podemos y/o unas elecciones que le vienen muy mal. Rivera es quien más desgaste está sufriendo en este proceso negociador justo detrás de un PSOE que tampoco quiere elecciones, ni pactar con Podemos porque sus barones no lo permitirían pero sí una abstención de estos, que no se va a dar porque el plan de Iglesias es otro y lo persigue salvo que, a última hora, las encuestas que maneja casi a diario le aconsejen frenar porque el resultado no sea el que busca y que no es otro que darle el
sorpasso al PSOE.
El PP está listo para otras elecciones, no las desea, pero tampoco las teme e internamente sube de tono el debate sobre si Rajoy debe seguir al frente de la nave azul. Pero que haya elecciones y un nuevo resultado, más o menos, similar es un desastre para todos y la demostración palpable de una incapacidad política. Si nadie quiere elecciones, salvo Podemos, lo normal es que no las haya, pese a que hoy las fórmulas para evitarlas resulten opacas.
Quizás el acuerdo más sensato pase porque todos ganen algo cediendo. Menos Podemos, insisto, que juega una partida distinta. Que la presidencia sea para el PP porque para eso fue la fuerza más votada pero que líneas rojas determinen cuestiones en materias como reforma laboral, electoral, constitucional, corrupción e incluso que Rajoy ceda, no vuelva ser candidato, traspase poderes a una Soraya Sáenz de Santamaría a quien tienen bien oculta en este proceso de negociación cual comodín impoluto por encajar, todo en una legislatura, pactada, corta, de no más de dos años y en minoría. Ciudadanos ganaría tiempo, bien participando del gobierno o, como hace en Andalucía, fiscalizándolo desde la oposición, que es un decir, mientras que Pedro Sánchez intercambiaría ese pacto que nadie de los suyos quiere con Podemos por afianzarse en el liderazgo del partido para ser de nuevo candidato dentro de dos años, tal vez acordando internamente la secretaría general con otra persona, Susana Díaz, pese a que las bicefalias en el PSOE nunca han funcionado. Dos años. Esta es la única salida razonable para no hacerse más daño y, de paso, hacérselo a todo el mundo tal y como están haciendo con una negociación eterna que no conduce a ninguna parte porque los intereses personalistas bloquean un acuerdo que solo es posible si todos entienden que para avanzar hay que ceder, sacrificarse. La otra opción es un gobierno de PSOE con Podemos y el caos nacional o el fracaso de una repetición de elecciones con riesgo a un resultado similar y el reflejo de la incapacidad política de todos los que hoy juegan esta partida. No hay más.
El Observatorio. Solo en el sector ha caído cual bomba de relojería dado que el mundo de la prensa es poco dado a difundir sus miserias, pero la reciente carta del director de
El País, Antonio Caño, anunciando el cierre próximo de la edición de papel para convertirse en un medio digital es el primer anuncio de una transformación hace años temida. Que en el digital esté el futuro está por ver, pero lo cierto es que despejados los nubarrones de la crisis, esta globalización envolvente, la inmediatez de todo y las nuevas tecnologías convierten a las ediciones impresas de periódicos en plataformas con aroma a época pasada y eso para quien, como yo, nostálgico, distingue el periodismo en esencia en la letra bien escrita e impresa acompañada de una buena foto, mejor si es ante una taza humeante de café de domingo. Un placer. Pero el Observatorio de la Prensa Diaria en su informe de enero de 2016 es tajante al comparar la variación con el mismo mes del año anterior y reflejar nuevas caídas; el 6,93 por ciento en
El País, 10,32
Diario de Sevilla, 11,96
La Vanguardia, 13,78
El Mundo o 18,56
Diario de Cádiz. Este año, más que el próximo, habrá reajustes en el sector, los números no dejan otra opción y, de hecho, hasta los kioscos de prensa se están reconvirtiendo en otras cosas o, peor aún, desapareciendo. ¿Habrá periódicos en el futuro? Tal vez, pero de otro modo.
Borgen. La serie danesa de ficción política se está convirtiendo en un ejemplo continúo para tertulianos por cuanto relata los entresijos entre las distintas formaciones políticas que, al final, convierten a Birgitte Nyborg, del partido Moderado, en primera ministro pese a no haber ganado las elecciones. Gobierna en coalición, pero, en resumen, no termina del todo bien tras su tercera temporada. Interesante para los amantes de la política, la comunicación y las series. En todo caso, y vuelvo al principio tirando de este hilo, necesitamos mujeres en los órganos de poder, ahí arriba, justo donde no llegan; mujeres trabajadoras, que mezclen comprensión y firmeza con ese punto de vista limpio vital que tienen esas madres nuestras que regalan sacrificio, y mucho dolor, porque saben que es una buena inversión a futuro.
“Soy egoísta, impaciente y un poco insegura. Cometo errores, pierdo el control y a veces soy difícil de lidiar. Pero si no puedes lidiar conmigo en mi peor momento, definitivamente no me mereces en el mejor…” Marylin Monroe.
Bomarzo
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